Las razones de la Santa Madre
15/12/2025
Leyendo el material sobre la Santa Madre, en el libro Madre de todos, que publicó el Ashrama en 2018 y que es un extracto del libro de Swami Chetanandaji Sri Sarada Devi y su juego divino, encontré esta historia.
Es la historia de Amzad, el bandido musulmán que la Madre protegía. La sintetizaré así: en Shiromanipur, un pueblo vecino a Jayrambati, la población era mayormente musulmana y se dedicaban básicamente a producir gusanos de seda. Pero la actividad decayó y, sin poder cultivar ni cosechar, los habitantes -dicen- tuvieron que dedicarse al robo para subsistir. Las aldeas vecinas los temían y los vigilaban. Y como desconfiaban, no les daban trabajo. Entre 1915 y 1916, además, una terrible hambruna azotó la región y Amzad, nuestro hombre en cuestión, fue atrapado mientras robaba y encarcelado.
Su madre y su esposa fueron a pedirle ayuda a la Santa Madre, que, por supuesto, las alimentó, les dio ropa y hasta una rupia. Varias familias de la aldea musulmana, viendo esto, acudieron a la Madre, a punto tal que la Ramakrisha Mission tuvo que abrir allí un centro de ayuda.
Fue en esa época en que los monjes decidieron construir una casa para la Madre (que no la tenía) y para eso, contrataron a Amzad y a otros trabajadores de su aldea.
Los vecinos, temerosos de que los robos aumentaran, trataron de disuadir a la Santa Madre para que no los contratara. Como imaginarán, fue tiempo perdido: los trató tan bien que también los musulmanes empezaron a llamarla Madre. Un día, ella invitó a Amzad a comer a su casa pero Nalini, su sobrina, le tiró la comida desde lejos. La Madre no solo la reprendió sino que lo atendió ella misma, “como corresponde”, aclaró. Y además limpió el lugar cuando Amzad se fue. La sobrina le dijo a la Santa Madre que había perdido la casta y ella le contestó: “Como Sharat es mi hijo, exactamente igual lo es Amzad”. Sharat fue un discípulo de Sri Ramakrishna, secretario de la Ramakrishna Mission y considerado como un santo. Amzad, ya sabemos, era un ladrón musulmán. La Madre, también sabemos, era la Madre de todos.
Cuando unos años más tarde la Madre estaba enferma de malaria, Amzad apareció a su puerta. También él estaba enfermo, vestido con harapos, apoyándose en un bastón: la Madre lo reconoció al instante, lo hizo pasar a su habitación y escuchó la historia de sus tristes días. Luego le hizo dar un aceite para que frotara su cuerpo, le permitieron bañarse en el estanque, le dieron ropa nueva y lo alimentaron. A la tarde partió, un hombre distinto, llevando incluso regalos.
Así, la Madre lo curó y cada tanto, cuando se necesitaba hacer algo en la casa de Sri Sarada Devi, iba diligentemente a trabajar allí. Incluso una vez, cuando ella estaba enferma y el médico le había recetado comer ananás, fue Amzad el que las consiguió con mucho esfuerzo, porque no era temporada.
Pero, y aquí lo interesante, Amzad seguía robando, solo que no lo hacía en Jayrambati. Y lo metían preso: una vez, cuando salió, fue a ver a la Madre que le preguntó dónde había estado. ”En la cárcel, contestó, porque robé una vaca”. Con gran amabilidad la Madre contestó: “Me preocupó tu larga ausencia”.
Cuando la Madre estaba en Calcuta, ya muy enferma, le llegó la noticia de que Amzad había sido gravemente herido en un robo y, días más tarde, había sido arrestado. La Madre, al enterarse dijo: “¡Dios mío! Oh, Barada, creía que su instinto de robo estaba inactivo. ¿Crees que lo cuidé sin razón? Lo mantuve bajo mi control alimentándolo y dándole varios regalos. Él siempre me obedeció como un sirviente, inclinando su cabeza con humildad.” Y lo siguió defendiendo, diciendo que vivía con sus sobrinas, que tenían muchas joyas y que no estaban los “muchachos” (ya sabemos quiénes son) para defenderla y nunca pasó nada.
La Madre falleció poco después y Amzad fue herido nuevamente durante un robo y murió a consecuencia de esa herida.
La Santa Madre nunca abandonó a Amzad, a pesar de saber de sus andanzas, sus dificultades con la ley y también sus sufrimientos. Cuando llega enfermo, lo alimenta y lo cura, cuando vuelve de la cárcel, le dice que la preocupó su ausencia. La Madre intenta dominar su tendencia a robar cada vez, pero nunca lo deja abandonado, nunca lo rechaza, nunca lo echa. Ella ve en Amzad lo que nadie ve, una razón que se oculta a los demás, pero que ella conoce: “¿Crees que lo cuidé sin razón?”, le pregunta a Swami Ishanananda. Hay mucho de incondicional en ese amor de la Madre, en ese reparar y reconfortar, en ese intento de que deje de robar y de arriesgarse pero hay algo más: ella ve en Amzad, un corazón de servidor humilde y amoroso, detrás de la fachada de su mal vivir.

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