Del libro “The charm and power of the Upanisads” de Swami Ranganathananda
Los Upanisads y la Cultura India
Cuando intentamos comprender la esencia de la civilización india, solemos pensar en templos, ritos o sistemas filosóficos. Pero si escarbamos más hondo, descubrimos algo más sutil: un hilo invisible de sabiduría interior que ha sostenido a la India durante milenios. Ese hilo son los Upanisads, los antiguos textos que constituyen el alma viva de su cultura.
Swami Ranganathananda solía decir que los Upanisads no son sólo un conjunto de escritos religiosos, sino una revolución en la conciencia humana. En ellos, la humanidad dio un paso decisivo: el paso de los sacrificios externos al descubrimiento del santuario interior. El sabio ya no busca a Dios en el fuego o en el altar, sino en la profundidad del propio ser. Ahí surge la gran intuición que cambió la historia espiritual de la India: el Brahman, la realidad suprema, no está fuera sino dentro.
Esa idea, tan simple y tan inmensa, dio origen a una civilización orientada hacia el autoconocimiento, la introspección y la tolerancia.
Mientras otras culturas construyeron su identidad sobre el poder o la conquista, la India la construyó sobre una visión del espíritu humano.
Los Upanisads enseñan que el alma individual —el Atman— es idéntica al principio cósmico —el Brahman. “Tat Tvam Asi”, dicen: “Tú eres Eso.”
Esta afirmación, más que una doctrina, es una experiencia de unidad que disuelve la frontera entre lo divino y lo humano, entre el yo y el otro.
Si todo ser es una manifestación del mismo Brahman, entonces no hay “extraños”, no hay enemigos, no hay jerarquías ontológicas.
Esa intuición metafísica se convirtió, con el tiempo, en una ética social: la no violencia, la compasión y el respeto por toda forma de vida.
S. Ranganathananda muestra cómo ese espíritu penetró en cada aspecto de la cultura india.
En la educación tradicional —el gurukula— el conocimiento no se transmitía como información, sino como comunión entre Maestro y discípulo.
En las artes, el objetivo no era la exhibición estética, sino expresar lo infinito en lo finito, lo eterno en una danza, en una escultura, en un mantra.
Incluso la organización social se impregnó de ese ideal de autodisciplina interior, lo que las escrituras llaman tapas.
Por eso, puede decirse que la civilización india se convirtió en una cultura del autoconocimiento. El verdadero progreso no consiste en dominar la naturaleza, sino en dominar la mente; no en conquistar territorios, sino en conquistar la ignorancia interior. El ideal del sabio no es “tener éxito”, sino “conocerse a sí mismo”.
Ahora bien, Swami Ranganathananda advierte que la India moderna —y, en realidad, toda la humanidad moderna— corre el riesgo de olvidar esa raíz espiritual.
El progreso científico, la tecnología y el consumismo tienden a reducir al ser humano a un mero engranaje productivo. Pero una cultura que olvida su centro interior, dice él, se convierte en un cuerpo sin alma.
La verdadera modernidad no consiste en imitar modelos externos, sino en integrar la ciencia con la sabiduría interior de los Upanisads, esa sabiduría que da sentido, equilibrio y propósito al conocimiento.
Los Upanisads no enseñan en qué debemos creer, sino quiénes somos realmente. Nos invitan a mirar hacia adentro, a descubrir en nosotros mismos la misma conciencia que palpita en todos los seres. Y ese descubrimiento, lejos de aislarnos, nos vincula con todo: con la naturaleza, con los demás, con el universo.
Swami Ranganathananda veía en ello un mensaje universal: los Upanisads no son patrimonio exclusivo de la India; son una herencia espiritual de la humanidad, un recordatorio de que la verdad última no se encuentra en los templos ni en los libros, sino en la experiencia viva del ser.
Una experiencia que puede renacer en cualquier corazón que busque sinceramente la unidad detrás de la multiplicidad.
En tiempos de fragmentación, de crisis ecológica y de pérdida de sentido, este mensaje resuena con nueva urgencia. Necesitamos redescubrir lo que los Upanisads proclamaron hace más de tres mil años:
que lo divino no está más allá de la vida, sino en la vida misma;
que la paz del mundo comienza en la serenidad del alma;
y que el mayor acto de cultura es despertar la conciencia.
Porque, como dice S. Ranganathananda, “sin la visión upanishádica, la cultura se vuelve cuerpo sin espíritu; con ella, el espíritu se vuelve cultura.”
Vivimos en un mundo donde las fronteras entre religiones, culturas y tradiciones comienzan a desdibujarse. El encuentro entre Oriente y Occidente ya no es un hecho excepcional: es un signo de nuestro tiempo.
Y en ese diálogo de civilizaciones, pocas conversaciones son tan profundas como la que puede darse entre los Upanisads de la India y el cristianismo de Occidente.
Swami Ranganathananda, monje de la tradición de Ramakrishna y heredero del pensamiento de S. Vivekananda, dedicó este capítulo a explorar esa relación. No con ánimo de confrontar, sino de revelar la posibilidad de un entendimiento más hondo entre dos modos de vivir la experiencia de lo divino.

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