El Sanatana Dharma y la vigencia de lo eterno
Por Swami Ranganathananda (a propósito del libro The Charm and Power of the Upanisads)
En una época de incertidumbre espiritual, donde el conocimiento parece multiplicarse sin generar sabiduría, la propuesta del Swami Ranganathananda en The Charm and Power of the Upanisads suena a recordatorio: hay principios que no envejecen. En el capítulo “The Sanatana Dharma: Its Uniqueness”, el autor reivindica una tradición que no nace de un fundador ni de un dogma, sino de una experiencia espiritual universal.
El Sanatana Dharma, literalmente “la ley eterna”, no es una religión en sentido occidental. No impone creencias ni exige adhesión a una figura o credo. Es una visión del mundo que se apoya en la experiencia interior de los rishis védicos, los sabios que no predicaban fe sino conocimiento. Su autoridad no proviene de un texto, sino de la conciencia iluminada. La verdad, diría S. Ranganathananda, no se recibe: se verifica.
Esa idea resulta profundamente moderna. En lugar de la obediencia ciega, propone la indagación; en lugar del fanatismo, la apertura. De allí su pluralismo interno: múltiples dioses, filosofías y senderos conviven en una misma tradición. Lejos de la uniformidad, el Sanatana Dharma celebra la diversidad como manifestación de la unidad última —el Brahman— que sostiene toda la existencia.
S. Ranganathananda distingue entre el Sanatana Dharma (los principios eternos) y el Yuga Dharma (su expresión cambiante en cada época). Lo esencial, sugiere, no es conservar las formas antiguas, sino mantener vivos los valores fundamentales —veracidad, compasión, disciplina interior— adaptándolos a los desafíos del presente. Así explica la sorprendente longevidad de la tradición védica: su fidelidad a lo eterno a través del cambio.
El ideal humano que plantea el Sanatana Dharma no es la sumisión, sino la autorrealización: descubrir la identidad entre el yo profundo (Atman) y la realidad última (Brahman). De esa comprensión nace una ética natural, no impuesta, basada en la compasión y el servicio.
En tiempos en que las religiones institucionales pierden autoridad y el individualismo erosiona los vínculos, la propuesta de S. Ranganathananda recobra actualidad. Su lectura de los Upanisads no busca refugio en el pasado, sino un principio de orden espiritual capaz de integrar ciencia, razón y trascendencia.
Quizá por eso el Sanatana Dharma sea “eterno”: no porque ignore el cambio, sino porque recuerda —como una verdad que reaparece en cada crisis— que la fuente de toda renovación está en el interior del ser humano.
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