martes, 8 de junio de 2021

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Jakob Boehme

 

SOBRE LA VIDA ESPIRITUAL

 

                            Diálogo de un maestro con su discípulo

 

De qué manera puede el alma alcanzar a contemplar a Dios y oír a Dios.

 

Y cómo son sus primeros pasos en la vida natural y sobrenatural.

 

Escrito en el año 1622


Boehme, que de niño había sido pastor, y zapatero desde la adolescencia, no tenía más estudios que los primarios y era el theodidacta por excelencia, conoce a través de “iluminaciones interiores”. Su conocimiento, por lo tanto, no es mental, no es discursivo, construido ni acumulado. No es aprendido, sino visto.


“Quien conoce estas cosas no es yo, el yo que soy yo, sino Dios en mí”.


Como dice San Bernardo conforme a Agustín y otros santos, que Cristo, enseña desde el interior y ninguna verdad puede conocerse de ningún otro modo. Porque el mismo Cristo es fuente del ser y del comprender.


Por el contrario el yo, el ego, el individuo, “es cosa” y sólo puede conocer «cosas».

 

«Por mis propias fuerzas, soy un hombre tan ciego como los demás y nada puedo, pero por el Espíritu de Dios mi espiritu innato lo penetra todo, aunque no siempre con suficiente perseverancia”.

 

Esa alma aparentemente autónoma cree y quiere tener su propio ser, su propia voluntad, su propia opinión... Toda esa propiedad es precisamente lo que la mantiene alejada de Dios (del Amor de Dios) y atada a este mundo de deseos y ansias y lo empuja cada vez más abajo.

 

Cuando el alma muere a su propia voluntad, explica Boehme-y ya no quiere nada sino lo que Dios quiere, ahí -en esa alma- habita el Amor divino, Dios. 

 

Porque en la medida en que muere en uno mismo la voluntad propia, el amor toma posesión del lugar en el que anteriormente residía esta.

En adelante, allí no hay nada, no hay ninguna cosa", y únicamente allí es donde está operante el amor de Dios. 

 

Maister Eckart repite constantemente que mientras el corazón del hombre contenga imágenes de cosas, no podrá entrar en él la imagen de Dios, expulsada por esas imágenes, cuya presencia es incompatible con la Presencia divina. De ahí que tenga que despojar su corazón de todas esas imágenes para restaurar a Dios en su morada de lo más intimo del corazón del hombre.





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