Vida y Obra de Swami Vivekananda
6 - LUCHA Y DIFICULTADES. (I)
Los días de tribulación llegan a todos los hombres. El período de dificultades materiales e incomodidad física llega, pero va en el caso de los grandes hombres, hacia ese engarce de experiencias que es la formación del carácter. En el valle de la desesperación, sí, incluso a la sombra de muerte, las grandes almas tienen que vagar con frecuencia. Pero su grandeza se eleva más allá de la desesperación, y más allá de la sombra de la muerte, se eleva a un protagonismo iluminado.
Cuando Naren regresó a su casa después de la ceremonia en el gath ardiente, se encontró en la casa de la desolación. La habitación de su padre estaba tal como la había dejado, pero él ya no estaba, y nunca más lo verían dentro del recinto de esas paredes. Al principio Naren dio paso al dolor. Sin embargo, en medio de su dolor, se le ocurrió pensar en su madre, sus hermanas, su hermano y el bebé. Inmediatamente se levantó y fue a la habitación de su madre. El hermano menor estaba dormido, exhausto por el haberse despertado en la noche y por la tristeza. La madre y sus hijas guardaban silencio por el dolor. Habían llorado hasta quedaren silencio. Naren habló con su madre. Esto la despertó de su ensueño de dolor. Habló tiernamente del presente; habló esperanzado del futuro. La madre sonrió entre lágrimas. Sí, todo lo que tenían ahora en el mundo era Naren. Naren prometió que todo iba a estar bien. La madre miró a su hijo con orgullo. Sí, comenzarían la vida de nuevo. Lo que importaba si eran pobres era que se tenían el uno al otro. Eso fue un gran consuelo. Naren consoló a su madre y ella se levantó decidida a ver la vida con esperanza. Como resultado llevó hasta el día de su muerte las marcas de esa dignidad, que viene del dolor y del sufrimiento, ocultas en su interior. Ahora estaba viuda; la suya fue desde ese día una vida ascética debido a sus votos de renuncia. Como todas las demás viudas, Bhuvaneswari logró seguir el gran mandato de los Shastras, que ordena a la esposa sola vivir, por penitencia y austeridades, y con una resignación cada vez mayor, en esa región de bendición a la cual, (¿era la esperanza de su corazón?) su esposo debió haberse ido.
Todo salió bien durante algunas semanas en la casa de los Duttas. Pero entonces, los medios de sustento se volvieron extremadamente escasos. Así, llegó el día en que no había nada y Bhuvaneswari le dijo a Naren: “Hijo mío, ¿qué se debe hacer? ¡No hay comida!". ¡Ah! Había llegado, y terriblemente, la extrema pobreza. Nadie sabe cómo pasaron aquellos días o cómo se obtuvo la comida, porque el secreto de todo esto está encerrado en los recuerdos de la madre y de su hijo.
Naren todavía estaba estudiando para obtener el título de Licenciado en Derecho, pero aparecía en la universidad como el más pobre entre los pobres. Recorría una distancia larga y agotadora para llegar. A veces, los cocheros, que frecuentemente tenían recuerdos agradables, financieros y de otro tipo, de la generosidad de Naren, insistían en que debía subir, pero él siempre ponía excusas. Esos fueron días terribles. Después de algunos meses, incluso los zapatos se convirtieron en un lujo para Naren; sus vestimentas eran de la más tosca tela, y vagaba a sus clases muchas veces sin haber tomado ni un bocado de comida durante todo el día. A menudo se desmayaba de hambre y debilidad. Sus amigos se esforzaban por ser un consuelo para Naren. Lo invitaban a sus hogares con más frecuencia que antes, y cada vez que un indio invita a otro, no se le permite la salida hasta que el invitado haya tomado un refrigerio. Aunque nunca se le pidió que comiera en otro lugar, la ironía del destino era peor en ese momento. Iba a visitar a sus amigos; hablaba alegremente, pero cuando le ofrecían comida, el espectáculo de la desolación en el hogar se presentaba ante su mente. No podía comer y salía de la casa con la excusa de que tenía un compromiso urgente en otro lugar. Regresaba a su casa y comía un plato muy escaso de comida, ahorrando la mayor cantidad posible para los demás. Después de su fallecimiento, su madre relató a unos pocos elegidos la historia de los sacrificios que su hijo había hecho por ella. Hubo momentos en que llegaba a la casa y se negaba a comer con la excusa de que ya había comido en la casa de un amigo. El hecho era que no había comido nada y no quería comer en su casa por temor a privar a los demás de una comida completa. ¡Tal era la grandeza y la finura del hombre!
Sin embargo, Naren no vaciló espiritualmente. Siempre trató de mantener su personalidad juvenil y alegre y se burlaba de sus pruebas ante quienes hacían preguntas. La familia Dutta estaba orgullosa de su señorío y ocultaba, bajo el manto de las apariencias externas, la miseria que la afectaba. Sus amigos, hijos de las familias más ricas de Kolkata, a menudo conducían magníficos carruajes hasta la casa de Naren para llevarlo a dar un paseo en coche o hacer viajes de placer. Sin embargo, nunca sospecharon que su desgaste físico se debía a otra causa que la de un dolor exagerado por la pérdida de su padre.
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