sábado, 13 de junio de 2020

SEGUIR APRENDIENDO: Lic. Cristina V. : (13-6-2020)



En El Evangelio de Sri Ramakrishna leemos esta historia: en lo más denso de una selva, hay un hombre practicando shavasádhana, un rito de meditación sobre un cadáver, en adoración a la Madre. Tiene unas visiones terribles y al final, un tigre lo devora. Esta escena era contemplada por otro hombre, que se había refugiado en un árbol por temor a la fiera. Cuando el animal se fue, este hombre bajó y viendo todo preparado, comenzó él mismo a practicar. Y al poco tiempo, se le apareció la Divina Madre, ofreciéndole un don. El hombre se prosternó ante ella y le preguntó por qué al otro hombre que la había propiciado tanto tiempo no le había mostrado su favor y a él, que no había hecho nada, que carecía de devoción, de amor y de conocimiento, le concedía su gracia. La Madre, riéndose a carcajadas le contestó: “Hijo mío, tú no recuerdas tus previas encarnaciones. Durante muchos nacimientos trataste de propiciarme por medio de austeridades. Como resultado de aquellas austeridades, todas estas cosas han venido a tu mano y tú has sido bendecido con Mi visión. Ahora, pídeme un don.”
La historia la cuenta el Maestro, para hablar sobre la trágica e inexplicable muerte de un joven. Lo que no entendemos y consideramos injusto, lo que nos toca sin que hayamos hecho nada para merecerlo (por lo menos a nuestro juicio e incluso para la visión general) puede obedecer a leyes (como en este caso la del Karma) cuyo funcionamiento escapa a nuestro entendimiento. Y sin embargo, tenemos que afrontar. 
El Antiguo Testamento ofrece una historia en ese sentido y es el Libro de Job, que plantea la cuestión de cómo entender el castigo del justo, cuando la Escritura repite incesantemente que Dios da a cada uno según sus obras. El problema no radica tanto en la contradicción sino en la interpretación que pone en jaque el principio de la justicia que los hombres atribuyen a Dios,aunque solo sea su propio criterio de justicia. Sea una u otra cosa, esto  pone a prueba la fe de los creyentes. Para quienes no recuerdan la historia: Job es un varón recto y justo, rico, con una familia numerosa, de  vida regalada y, atención, es modelo de justicia y de paciencia. Por una apuesta con Satán (todo hay que decirlo), Dios permite que sea despojado de la riqueza, la familia, la salud. En su peor momento tres amigos vienen a plantearle críticas al criterio divino y Job, en un momento, confiesa: “Lo que temo, eso me llega; lo que me atemoriza, eso me toma”. Pero no consiguen alejarlo de su fe en Dios, que finalmente se le aparece y le habla  y, como dice bellamente  la poeta Wyslawa Szimborska: 
“Job escucha – el Señor habla de otra cosa, porque es su voluntad hablar de otra cosa-. Así es que rápidamente se humilla ante el Señor. Ahora los eventos se suceden de prisa. Job recupera los asnos, los camellos, las ovejas y los bueyes aumentados al doble. La piel recubre su cráneo desollado. Y Job lo permite. Job lo acepta. Job no quiere estropear la obra maestra.”.


Otra vez, la voluntad divina es inescrutable, y sin embargo, es lo que nos toca.
Lo que nos toca a nosotros es esta racha de incertidumbre global, esta situación que, en mayor o menor medida, pone en jaque la salud mental y física, el trabajo, las relaciones sociales y familiares, incluso la supervivencia material de muchísima gente. Para quienes transitamos este camino espiritual es más fácil: la Santa Madre por un lado nos está “convidando a crecer” y, por otro, nos lleva de la mano con su ejemplo de aceptación, de compasión y de bondad, virtudes que ejerció incluso en situaciones extremas. 

No está sola: nos acompañan los Textos del Maestro y dos de sus “cómplices” (dicho esto con todo respeto): los Swamis que con tanta clarividencia, compasión y cariño nos guían y están pendientes de nosotros. Y comparten estas reuniones que son un motivo de alegría, nos dan consuelo y nos recuerdan que, lejos de estar solos ante la contingencia,  somos una familia espiritual.


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