martes, 21 de abril de 2020

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Leonor Bakún : Hoja de ruta(20-4-20)




Hoja de ruta
En el último programa de Bellavista en el que Shivamai participó, ella leyó el parágrafo n° 113 de Karma Yoga de Swami Vivekananda. Ese día dijo que divulgar las enseñanzas de Swami Vivekananda para ella era algo casi obligatorio por todo lo que significaba. Cumplir con ella me resultaba importante, escribir todo lo que significa la enseñanza de Swamiji, casi imposible. Por esa razón me permití hacer algunos apuntes, como los que siguen.
Las herramientas de Swamiji fueron las de Shankaracharya: discernimiento y renunciación. Su propuesta, la de su Gurú: servicio a Dios en el hombre. Su fuerza, la Madre, esa de la que dudó al principio, a la que sirvió y por la que vivió y trabajó hasta el fin.
Devolvió a los hombres la antigua religión de amor y de aceptación de la diversidad, en la confianza de que todo está unificado por los hilos invisibles de lo real y en el saber que, finalmente, el verdadero devoto por sus prácticas y por la gracia arribará a comprender lo real. 
Swamiji fue, por sobre todas las cosas, un enamorado de India, su patria, y dio su vida para que su gran amor recuperase su antiguo brillo y esplendor. Para que esto fuese posible trabajó con ahínco en volver a poner en ejercicio la espiritualidad de los textos sagrados, de los Vedas y luchó con denuedo contra las formas rituales que hundían las prácticas religiosas en el fanatismo. Cuando hablaba de espiritualidad normalmente iba asociado el concepto de entrega que es lo que espiritualiza lo cotidiano, todo el vivir.
Una historia que narró Swami Vijoyananda a un devoto que se quejaba de que se le hacía demasiado cuesta arriba el sendero espiritual y temía no poder entregarse jamás a Dios, ejemplifica esto: “Había una época en que el sabio y devoto Nárada vagaba por el mundo como monje errante para transmitir su conocimiento a quien quisiera aceptarlo. Así un día pasó por un lugar en un bosque, donde un devoto estaba practicando severísimas austeridades. Sentado por interminables horas en el mismo lugar, practicaba sus meditaciones. Al verlo a Nárada quien irradiaba paz y dicha, lo saludó con reverencia y le dijo: “Señor, veo que usted es un gran santo ¿podría hacerme un favor? Cuando la próxima vez vaya al cielo y vea al Señor, ¿podría hacerle una pregunta de mi parte?” “Cómo no, replicó Nárada, ¿qué quieres saber?” – “Por favor pregúntele al Señor cuántas vidas me faltan para lograr la liberación”. “Se lo preguntaré, dijo Nárada”. A poca distancia de allí se encontraba un hombre todo desalineado y medio loco pero muy alegre, bailando y cantando el Nombre del Señor mientras batía palmas. Él escuchó aquella conversación, y le dijo a Nárada: “Ah, Señor, ya que va a ir al cielo, de paso ¿puede hacerle al Señor esa misma pregunta también por mí?”. “Muy bien”, dijo Nárada.
Cuando después de largo tiempo acertó a pasar por ese mismo lugar, vio que el asceta estaba todavía en el mismo lugar, pero alrededor de su cuerpo miles de hormigas habían hecho un enorme hormiguero, a tal punto había quedado inmóvil sumido en sus austeridades. Al verlo a Nárada, se sobresaltó y con mucha ansiedad le preguntó: “¿Y, vio al Señor? ¿Qué le dijo?” – “Dijo que te faltan cuatro vidas más”, fue la respuesta. “¿Cómo? ¡No puede ser! ¿No será que otras personas le hicieron la misma pregunta y el Señor dio esa respuesta para ellas, y usted nos confundió? Porque fíjese señor, yo estoy haciendo tantas austeridades, sería muy injusto que tenga que volver a este mundo cuatro veces más!” Pero Nárada, imperturbable, le repitió la respuesta del Señor diciendo que era definitivamente para él, y ya se disponía a irse sin recordar al loco que estaba ahí cerca bailando de alegría en el Nombre de Dios. Pero éste lo vio, y lo llamó. “¿Y, señor, de paso le preguntó también por mí?” – “Ah, sí, bueno, para ti dijo – mira, ¿ves ese árbol de tamarindo allí? (y mostró un enorme árbol) – para ti faltan tantas vidas como hojas tiene ese árbol”. Entonces el loco dijo: “Ah, pero es seguro que me voy a liberar, que voy a ver al Señor, ¿no?” “Sí, sí”, contestó distraídamente el sabio. Entonces el loco se puso a bailar con más alegría todavía, cantando loas a su Dios sin parar y batiendo palmas. Y en ese mismo instante Dios se le apareció y le dijo: “Ya está, ven conmigo, ya no necesitas renacer más”.
En el discurso en el Parlamento de las religiones Swamiji en un momento dice: “Este infinito poder del Espíritu, puesto a actuar sobre la materia, despliega desarrollo material; puesto a actuar sobre el pensamiento, desarrolla intelectualidad; y puesto a actuar sobre sí mismo, hace del hombre un dios. Manifiesten la Divinidad en su interior y todo se arreglará armoniosamente a su alrededor.”
Dejar al espíritu actuar sobre sí mismo implica soltar, entregar, aceptar que somos hijos de esta tierra en la que mora la diversidad y esto no es tarea sencilla y fácil.

Pienso que Padre Swami Pareshanandaji, en sus poesías nos da la hoja de ruta. Para mí, esos poemas son recordatorios de lo que necesitamos hacer si queremos algún día, alguna vez, tener un atisbo de espiritualidad.

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