martes, 3 de septiembre de 2019

Artículos: Profesora Leonor Bakún (31-8-19)



Maharaya (Swami Brahmananda), acompañado por Swami Subodhananda fueron a Dwaraka, un lugar de peregrinaje muy conocido. Lo cruza un río sagrado llamado Gomati, en el cual los peregrinos se bañan para adquirir méritos. Cada peregrino debe pagar una rupia por este privilegio, pero, ni Maharaya ni Swami Subodhananda tenían un centavo. Un rico mercader reconoció en ellos a hombres santos y les ofreció pagar la tasa, pero Maharaya rehusó. No quería comprar méritos religiosos, y prefería bañarse en el océano que estaba cerca. Esto causó tanta impresión en el mercader, que él también dejó de pagar la tasa y se fue a bañar con los dos swamis. Luego los invitó a su residencia y les dio albergue por tres días. Les ofreció dinero para sus viajes futuros, pero su ofrecimiento fue rechazado por Maharaya. entonces el mercader les sugirió que podía darles cartas de presentación para sus agentes situados en diferentes sitios del país, así encontrarían comodidad y atención en todas partes que fueran. Maharaya tampoco aceptó las cartas. “No necesito nada de nadie”, dijo, “El Señor es mi único refugio, y Él nos cuidará.” El mercader, entonces, les dio un ejemplar del Bhagavad Guita, que fue alegremente aceptado.
Swami Pareshananda explicó que Sri Ramakrishna dijo: "En el juego de dados llamado 'ashta kashta' las piezas deben pasar por las varias casillas del tablero antes de llegar a la casilla central de 'descanso y no retorno'. Pero hasta que una pieza no llegue a la casa central, está sujeta a volver una y otra vez al punto inicial y principiar de nuevo el difícil viaje. Sin embargo, si dos piezas parten juntas y se mueven unidas de una a otra casilla, no pueden ser forzadas a volver atrás por ningún vencedor. De modo similar, aquellos que comienzan sus prácticas de devoción, uniéndose primero a un Gurú y un Ishta, no deben temer los reveses y dificultades del camino. Su progreso será sin impedimentos, suave y sin retrocesos.”
La siguiente historia puede ayudar a ilustrar esto:
Había una vez, en un pequeño pueblo, un granjero a quien no le alcanzaba la plata para devolver una importante suma de dinero que le había sido prestada por un hombre muy antipático. 
Como el granjero tenía una hija muy linda que despertaba todas las ansias del prestamista, éste último le propuso un trato: le perdonaba su deuda si él le daba a su hija en matrimonio. El granjero y su hija quedaron horrorizados con esta propuesta. 
Entonces el viejo prestamista varió un poco su propuesta sugiriendo que fuera el azar quien determinara si la propuesta iba o no iba. 
Dijo que colocaría una piedra blanca y una piedra negra dentro de una bolsa vacía. La chica debía sacar una de las piedras sin mirar cuál estaba sacando de la bolsa. 
Si sacaba la piedra negra, se casaría con el viejo prestamista y la deuda de su padre se consideraría pagada.
Si sacaba la piedra blanca, no tendría que casarse con el viejo. Pero, para hacer atractiva esta manera de tomar la decisión, la deuda de su padre también en este caso quedaría perdonada. 
Por el contrario, si ella rehusaba entrar en este juego, su padre sería inmediatamente enviado a la cárcel. 
Siempre hablando, el viejo prestamista se agachó para recoger las dos piedras. La chica se dio cuenta de que había recogido dos piedras ambas negras y las había puesto rápidamente dentro de la bolsa. 
Pero ella no dijo nada. 
A continuación, el viejo prestamista le pidió a la chica que tomara una de las piedras que estaban dentro de la bolsa. 
Si uno analiza bien la situación, hay 3 posibilidades: 
1 La chica debería negarse a sacar una piedra.
2) la chica debería sacar las dos piedras negras de la bolsa y demostrar así que el viejo había hecho trampa. 
3) la chica debería sacar la inevitable piedra negra y sacrificarse  casándose para evitar la prisión de su padre.
El dilema de la chica parece que no puede resolverse de manera equitativa: si acepta la propuesta, pierde inevitablemente su felicidad; pero si la rechaza denunciando la trampa, su padre va inevitablemente a la cárcel.
Esto es lo que ella hizo: 
Ella metió la mano en la bolsa y sacó una cualquiera de las piedras pero de inmediato la dejó caer al suelo sin que nadie hubíese tenido tiempo de verla, y se disculpó asustada. Esta piedra se confundió inmediatamente con los cientos de piedras negras y blancas que formaban el camino de entrada a la casa. 
Ay, ¡qué torpe soy!, exclamó la chica. ¿Cómo puede pasarme algo así? Pero, no importa, prosiguió rápidamente. Todo tiene solución.
Se puede saber cuál es la primera piedra que saqué sacando la que queda en la bolsa. Porque si la que queda es blanca, habré sacado la negra y si la que queda es negra, habré sacado la blanca. ¿No es así? 
Le pidió al viejo prestamista que sacara la que quedaba y era negra…
Por consiguiente, la primera piedra que sacó la chica no podía ser sino blanca.
Y como el viejo prestamista no se atrevió a confesar su trampa, la chica transformó una situación que parecía imposible en un desenlace muy ventajoso. Existe una solución para la mayor parte de los problemas complejos. El problema se presenta cuando no miramos las cosas desde el ángulo adecuado.
El poder de la vida se manifiesta cuando hallamos la armonía de la vida. Cuando tenemos armonía interior, decimos la palabra correcta, hacemos las cosas correctas y perdemos todo pensamiento de cálculo. La verdad no habita en la mente de los que carecen de concentración o son esclavos de su egoísmo. 
Nuestras acciones en el mundo están determinadas por nuestra habilidad para diferenciar lo que es correcto de lo que no lo es. En la meditación la fuerza de nuestras facultades abren nuevas avenidas de actividad, se purifica nuestra visión.
Cuando uno se conoce un poco, solo un poco, deja de hacer muchas de las cosas que hace y que son causa de desdicha propia y a veces también ajena. El miedo es lo que trae la miseria, el miedo es lo que trae la muerte, el miedo es lo que engendra el mal. ¿Y qué causa miedo? La ignorancia de nuestra propia naturaleza. Todo el conocimiento está dentro nuestro. Toda la perfección está ya allí en el alma, por lo tanto, cada hombre debe desarrollarse según su propia naturaleza.
Swami Vivekananda decía para ejemplificar esto que acabo de decir: “Si esta habitación hubiera estado a oscuras durante miles de años y entraras y comenzaras a llorar y a quejarte por la oscuridad, ¿se desvanecería la oscuridad? Enciende un fósforo y la luz se hará en un momento. ¿Qué bien te hará pensar toda la vida: he hecho mal, he cometido muchos errores? No se requiere ningún espíritu para contestar esa pregunta. Pon luz y el mal desaparecerá.”

Y así volvemos al principio de nuestra historia, si confiamos en Dios, nos refugiamos en él, si hacemos nuestras prácticas, tal vez no sea difícil darnos cuenta cuál piedra sacar de la bolsa.

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