jueves, 6 de junio de 2019

Artículo: SWAMI VIVEKANANDA, Profesora Ana Menghini




VIDA DE SWAMI VIVEKANANDA
Por sus discípulos de Oriente y Occidente
(Adaptación)

Capítulo I

EL LINAJE


EL ABUELO PATERNO, UN MONJE ERRANTE

Los arroyos de conciencia que fluyen hacia la corriente del río familiar, aquí y allá, se caracterizan por la semejanza entre las personalidades y la similitud de intereses. Así, a menudo se ve que la tercera o cuarta generación adquiere las cualidades de un bisabuelo o de algún otro antepasado lejano. Entonces se dice: “Lo lleva en la sangre”. Es la única razón capaz de explicar esos extraordinarios y reiterados nuevos brotes que denotan las características familiares.
Quien fue conocido en el mundo como Swami Vivekananda llevaba en la sangre una tendencia familiar, presente en su vida y en su pensamiento, que lo convirtió en el principal monje indio de la época y en maestro de Occidente. Rastreando en la corriente del río familiar, vislumbramos la causa.
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Un joven de veinticinco años, con las posibilidades que le ofrece el mundo; la promesa de una carrera poco común chistándolo; especialmente capaz como estudiante; versado en persa y en sánscrito; talentoso en el canto, no podía entender el mundo. Era para él un acertijo. La religión se había convertido en Realidad para él. Dios lo llamaba intensamente, con insistencia. El llamado no pudo ser resistido ... Con Cristo sintió esa urgencia, "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y él oyó la voz: “El que ama al padre o a la madre más que a Mí, no es digno de Mí”.
El hombre se vistió con harapos, como un mendigo, abandonó esposa, hijo, prosperidad y, hundido en el olvido, como un león, se adentró en el bosque, libre y fuerte como de hierro templado. La esposa y el hijo fueron cuidados por los familiares. La esposa comprendió, y al comprender amó profundamente.
Para la India, donde la Conciencia es considerada como lo Real en el hombre, es sabido que tan exaltadas alturas del sentimiento y de la visión pueden lograr que un hombre sea arrojado de la vida mundana, por la tempestad de su propia alma, al pensamiento eterno en Dios. Este es el ideal. ¡Bendita es la familia en la que uno alcanza tal grado de anhelo por Dios y tal conciencia de Dios! El alma se ha convertido en la Realidad. Por el marido, que se ha dado cuenta de ello, la esposa es elevada; al darse cuenta la esposa, el hijo es elevado. Porque ese es el propósito de la vida del hombre, la visión beatífica del alma. Y a pesar de que la humanidad de la esposa, o de la madre, o del esposo, o del padre puede anhelar al ausente, el alma sin embargo sabe que: "todo está bien", y los lazos de la relación son para acercarlos porque uno de ellos ha visto a Dios.
De quien se dice esto, el joven de veinticinco años, fue Durga Charan Dutta, el abuelo paterno de Swami Vivekananda.

Que no se imagine que la mente de Durga Charan Dutta era como la de un visionario o de un fanático. Muy por el contrario. Algunos de los más grandes santos han sido muy prácticos. Recuerda a esa maravillosa mujer, Santa Teresa de Jesús, de la Iglesia Católica Romana. ¡Cómo fue a la vez una admirable Santa y una ejecutiva capaz de manejar los asuntos de una gran orden de monjas! Así fue en este caso.Resultado de imagen para the wandering monk
Durga Charan no era un soñador, o, más bien, era un soñador, pero era uno de esos soñadores que llevan los sueños al campo de la Realidad, extrayendo toda la exquisitez de las cosas ideales en las cosas reales de este áspero mundo. Maestro de idiomas, también era experto en la ley. Su padre, Ram Mohan Dutta, era abogado de profesión y era bien conocido. Como consecuencia de su habilidad, la familia había poseído muchos bienes mundanos. Los Duttas eran dueños de grandes propiedades y de un ingreso importante. La casa familiar estaba en el distrito de Simla, en la ciudad de Calcuta. Y Durga Charan Dutta era tan versado en la ley que su padre lo hizo socio en sus asuntos. El hijo pronto igualó a su padre en reputación. Él también se hizo rico.
Por lo tanto, fue un caso genuino de renuncia. Solo el que tiene puede dar; y solo el que ha tenido los medios para disfrutar, puede renunciar. Por eso la renuncia de San Francisco de Asís fue tan exaltada. La intensidad de la intuición y del sentimiento que produjo su renuncia fue tan divina, que el abandonar a su familia, a la nobleza del nombre y a la gran fortuna, en realidad no fue nada para él. ¡Renuncia! Si es seria, siempre es un abandono alegre de lo que no es nada en comparación con lo que se ha encontrado. No hay nada más grande que el alma. No puede haber nada más grande que Dios. El santo del este y el santo del oeste son uno en esto.
Pero, ¿cuál era la dirección de la búsqueda del olvido de donde vino la iluminación? Nadie lo sabe. ¿Fue Benares, la ciudad del conocimiento y la ciudad de los santos? ¿Quién sabe? En cualquier caso, algo ocurrió un poco más tarde en Benares, que no deja dudas de que este era uno de los lugares sagrados que el monje que había abandonado el mundo tenía en mente. Porque hay muchos, muchos lugares inimaginablemente santos para un monje errante.
Hay lugares sagrados donde los santos han venido al mundo y los lugares más sagrados de renunciación donde los santos han visto a Dios más allá del mundo. Hay Buddha-Gaya donde Buddha vio la Verdad. Vrindavan es donde Sri Krishna, el Cristo de la India, pasó los días de su infancia, y donde luego ganó los corazones de las Gopis, que representan a las almas humanas que, a lo largo de sus vidas, son atraídas al Señor de manera consciente o inconsciente. Luego está Hardwar, el hermoso Hardwar, con su vecino, Hrishikesh, la puerta de entrada a esas montañas poderosas, los Himalaya. Y en Hardwar hay innumerables monjes. Así que algunos de ellos han estado en todas partes de la India. Sus pies han recorrido los cursos errantes de todos sus ríos, desde sus fuentes, a lo largo de sus cauces, hasta donde se pierden en el océano. Han visto las mesetas y las llanuras y las alturas menores que se arrodillan de norte a sur, o de este a oeste, como ángeles menores, ante los grandes picos del Himalaya. Luego están los grandes monasterios fundados por el niño santo y pensador, Sankaracharya, quien rehízo y reintrodujo el hinduismo, y escribió todos sus comentarios sobre los eternos Vedas antes de haber llegado a sus dieciséis años.
Luego están los centros monásticos fundados por místicos menores, pero todos atractivos para el monje vagabundo, quien no desea un techo bajo el cual descansar, sino, únicamente, la presencia de la Sabiduría Interior, y que se ocupa de repetir el Nombre de Dios o, si no, sumergirse en la eterna meditación sobre su Realidad y su Bienaventuranza.
¡Oh la búsqueda de la soledad! ¡El largo silencio y la soledad, y la alegría del ser solo con Dios, bajo un cielo estrellado! ¡Oh, la insaciable sensación de perfecta libertad del monje, que recorre largos caminos de tierra, arroyos y colinas!¡Oh, verse libre de las tumultuosas reuniones de hombres; la alegría de invocar el Nombre de Dios donde nadie escuchará y donde puede elevar en un discurso, tan fuerte como su voz se lo permita, ¡el pensamiento sagrado! ¡Piensa en su felicidad en el desierto y en el bosque, donde depende para su sustento de Aquel que extiende las alas de las aves para volar!

Piensa en la conciencia de que "Todo es Él", incluso cuando el peligro amenaza.  Hubo el caso de ese hombre que gritó: "¡Soy uno con el Señor! ¡Soy uno con el Señor! ”-incluso cuando estaba en la boca del tigre de la selva-; y los aldeanos, que miraban, se dijeron a sí mismos cuando su terror se había calmado: "Él está con Dios". ¡Oh, la plenitud de esa vida y su riqueza! "Abandona todo, oh tonto" -dice el monje. O dice, como lo hizo con el hombre rico: "No soy yo quien ha renunciado, sino tú". ¡Alturas y profundidades de la conciencia eterna!

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