jueves, 21 de marzo de 2019

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Marta Silva (9-3-19)




SRI  SARADA DEVI,  LA SANTA MADRE
 
 
Una parábola budista cuenta acerca de un hombre que  tenía cuatro esposas y estaba por morir. Fue en la Antigua India. Sintiéndose muy solo las llamó para que lo acompañaran después de la muerte. Tres de ellas, que no aceptaron, representaban el cuerpo, la fortuna y las relaciones con parientes. La cuarta esposa sí aceptó. Ella era la mente insatisfecha llena de deseos que ha motivado el karma. ¡Cuánto apego! Por eso la Santa Madre decía:

“La felicidad del  mundo es transitoria. Cuanto menos  se apegue al mundo más disfrutará de paz mental”. Ella, que mantuvo vínculos con su familia toda su vida, también tuvo apegos. ¿Cómo se entiende esto dada su grandeza espiritual? 
Por un lado hay un valor moral. La Madre no era responsable de esos parientes, pero los sirvió con amor, calma y espíritu de perdón; por otro lado no hubo separación entre su vida doméstica y la vida espiritual. Porque ”Ella elevó sus acciones más comunes a la cúspide del más elevado ideal de ética espiritual” (1)
Epicteto, en el siglo I, decía:
”No olvides que eres un actor en una obra, corta o larga, cuyo autor te ha confiado un papel determinado, y bien sea el papel de mendigo, de príncipe, de cojo o de simple particular, procura realizarlo lo mejor posible. Porque si ciertamente no depende de ti escoger el papel a representar, sí depende el representarlo debidamente”. Y Ella así lo hizo en todos los órdenes.
Sarada Devi había dedicado su vida a servir al Maestro. Luego, cuando Él ya no estaba, su mente pura se mantuvo en un alto plano espiritual. Sin deseos ya no tenía propósito para vivir. Pero llegó un envío de Thakur: Radhú, su sobrinita. La Madre misma decía: “¡Cómo me ha enredado el Maestro por medio de Radhú!"
Un discípulo le preguntó: “¿Madre, por qué tienes tanto apego? Día y noche pendiente de Radhú, como una persona enredada en la mundanalidad?” Ella contestó:
 “Has de saber que la mente de los que meditan intensamente en la más alta Realidad, se torna pura y sutil, por lo tanto, todo lo que ellos piensan con esa mente lo piensan con gran intensidad. Para los demás parece apego”.
La mente pura tiene ese poder de apegarse y desapegarse. Cuando murió el hijito de su sobrina Makú, Ella lloró intensamente; estaba desconsolada. Pero cuando llegó la hora del culto vespertino cumplió perfectamente con él, pasando del extremo dolor al estado de calma.
En general, si se cultivan los apegos crecen en intensidad, y se les hace difícil desapegarse a las personas de mentalidad común.

Actuando como una mujer indigente y sometida a grandes austeridades,"... enseñó- dice Sw. Premananda- a las mujeres hogareñas ( y a todo el mundo) cuáles son sus deberes, demostrando infinita paciencia, ilimitada misericordia y total ausencia de egoísmo".
     .
El principal tema de su enseñanza era el sendero de la devoción Decía:
·        ”Como las nubes son dispersadas por el viento, así la sed por los placeres materiales se dispersarán con la pronunciación del nombre del Señor”.
·        “No hay mayor tesoro que el contentamiento y ninguna virtud igual a la fortaleza.
·        Siempre destacó acerca de la entrega al Señor, “porque si un hombre se entrega a Él, Él hará todo por este hombre”.
·        “Abandonen el revoltijo filosófico, las discusiones áridas. ¿Quién puede conocer a Dios por el razonamiento?"
·        “La vida doméstica de la Sta. Madre, en la que vemos manifestado el amor materno en su forma más pura, se convierte en una parte integrante de su misión”(2)
 
Entrega, recuerdo constante de Dios, paciencia, misericordia, fortaleza, ausencia de egoísmo, trabajar duro, saber esperar la Gracia de Dios.
Nosotros, que también somos personas enredadas en problemas domésticos, podemos tomar su vida como un ejemplo de cómo vivir en el mundo sin ser del mundo.
 “Ahora, dijo Sw. Subodhananda, Ella reside en el corazón de cada uno de sus hijos e hijas y de todos los devotos”.
 Y Sw. Ramakrishnananda le cantó versos del Chandi:
 
                 ¡Oh Madre! Tú siempre salvas a aquel
                 sacudido por la miseria y el dolor,
                 que en Ti refugio busca.
                 Eres Tú quien pones fin al dolor de todos.
                 ¡Oh, salutaciones a Ti, Divino Poder!

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