jueves, 18 de octubre de 2018

Artículo: Sra. Noemi Lavagno




Recordamos lo dicho por Shankaracharya: "Hay tres cosas que en verdad son excepcionales y que sólo se logra por la misericordia divina: el nacimiento humano, el anhelo de liberación y la cuidadosa protección de un sabio espiritual que ha alcanzado la perfección".
"La convicción de la verdad surge del razonamiento sobre los consejos saludables de un sabio perfecto, pero jamás por los baños en los ríos sagrados, ni por las obras de caridad, ni por centenares de pranayamas".
Tenemos un cuerpo humano, la protección cuidadosa de un sabio perfecto, hemos oído de sus labios la verdad, ¿qué sucede ahora? Debemos reflexionar profundamente en eso y entonces entra en juego la mente. Hemos oído hablar muchas veces de la mente, sobre todo que debe ser controlada, pero para controlar algo es necesario conocerlo. El Maestro está para eso, para hacernos conocer nuestra propia mente. ¿Cómo?
Una tormenta en una taza de te. Este dicho de los ingleses, no exento de humor, es definido como una gran preocupación y perturbación nerviosa debida a un hecho sin importancia, y resulta una interesante alegoría para tratar de comprender lo que sucede con nuestra mente.
En los Aforismos de Patanjali leemos: "Yoga es el control de las olas de pensamiento".
Swami Prabhavananda dijo: "Cuando los sentidos registran un hecho o un objeto del mundo exterior, en la mente se levanta una ola de pensamiento, el sentido del ego se identifica con dicha ola; si la misma es agradable el ego siente: yo soy feliz; si es desagradable siente: yo soy desdichado. Esta falsa identificación es la causa de todos nuestros sufrimientos, porque aún la temporaria sensación de felicidad del ego trae ansiedad y un deseo de adherirse al objeto de placer, lo cual prepara futuras posibilidades de volverse desgraciado".
Muchas veces nuestro Preceptor espiritual provoca en nuestra mente, "la taza de té", una gran tormenta! Después de haber pasado muchas veces por esa experiencia en la que pensamos que íbamos a naufragar y que sólo por su gracia salió el sol y las grandes olas se calmaron; comenzamos a darnos cuenta, con un profundo agradecimiento, que el fin de todo esto es que veamos como funciona nuestra mente.
Seguramente que no vamos a controlar fácilmente esas olas, pero si intentamos una y otra vez, ver a nuestra mente como a esa "taza de té", nos acostumbraremos a distinguir la causa de la formación de esas temibles olas, el sufrimiento al identificarnos con ellas y cuán impotentes somos para disipar la tormenta; y así apreciaremos la tranquilidad mental y seremos muy cuidadosos con nuestros pensamientos, palabras y actos.
Hemos oído de labios del Gurú: Sólo Dios es real, el mundo es transitorio. Entonces, con esa mente, cuya morada es el corazón, comienza nuestra tarea de purificación para alcanzar a sentir la presencia de Dios en nuestro corazón, debe haber, de alguna manera una asociación con Dios.
Así como para una persona miope el comenzar a usar lentes recetados por un buen especialista, resulta prácticamente un milagro, todo lo que veía desdibujado y lejano ahora lo ve con nitidez, del mismo modo, los que hemos padecido de miopía espiritual y hemos tenido la bendición de conocer a un buen especialista que nos presentó, generosamente, la figura de Sri Ramakrishna, hemos sentido el mismo milagro, porque a través de su vida y enseñanzas, comenzamos a ver con una nueva luz el contorno borroso de la imagen que teníamos de Dios el cual estaba muy lejano y al que recurríamos en momentos de necesidad.
Fue una invitación sencilla y cariñosa a ponernos en contacto con El; esa invitación es para todos, Sri Ramakrishna practicó y alcanzó la meta por varios senderos religiosos (islamismo y cristianismo, entre otros), por lo tanto no es una cuestión de conversión sino de intentar llegar a Dios desde el lugar donde estamos; y la manera de lograrlo es,  como dijo Amado Nervo refiriéndose a Su Evangelio: "Tan profundamente familiar, tan familiarmente profundo".
Quizá no tengamos las condiciones para las grandes hazañas espirituales, pero todos podemos comenzar a entablar un trato familiar con Dios: instalar su imagen en nuestra casa, ofrecerle flores e incienso ... y aunque nos parezca juego de niños, en algún momento sentiremos la necesidad de saludarLo al irnos y también al llegar a la casa; y,  si en medio de las tareas, tenemos un recuerdo amoroso de El, brotará una dulce tibieza en nuestro corazón.
Perseverando en este intento llegaremos a tener la convicción de lo que tantas veces dice Swami Pareshananda: "Debe haber un sincero esfuerzo por lograr una asociación constante y amorosa con Dios dentro del corazón, entonces, la vida humana cobra significado".

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