lunes, 17 de septiembre de 2018

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¿Dónde reside el amor en el hombre?

Jakob Boehme (1575/ 1620). Místico alemán

Cuando el alma muere a su propia voluntad y ya no quiere nada sino lo que Dios quiere, ahí, en esa alma, habita el Amor Divino, Dios. Porque en la medida en que muere en uno mismo la voluntad propia, el amor toma posesión del lugar en el que anteriormente residía esta. En adelante, allí no hay nada, y únicamente es allí donde opera el amor de Dios.
Porque, ese alma aparentemente autónoma, quiere tener su propio ser, su propia voluntad, su propia opinión. Toda esa propiedad es precisamente lo que la mantiene alejada de Dios (del amor de Dios) y atada a este mundo de deseos y ansías que lo empuja cada vez más abajo.
El ego, individuo, es cosa, y sólo puede conocer cosas.
Dice Eckhart, que mientras el corazón del hombre contenga imágenes de cosas, no podrá entrar en él la imagen de Dios, expulsada por estas imágenes, cuya presencia es incompatible con la Presencia Divina. De ahí que tenga que despojar su corazón de todas esas imágenes para restaurar a Dios en su morada de lo más íntimo del corazón del hombre”.
“Quién conoce estas cosas no es yo, el yo que soy yo, sino Dios en mí”.
El discípulo al Maestro: Cómo puedo alcanzar la vida suprasensual, de modo que vea yo a Dios?
Maestro: Cuando tus sentidos y tu voluntad permanezcan en silencio, se manifestará en ti el oído eterno y la visión eterna. Será Dios mismo el que verá a través de ti; y será tu propia visión.
Tu voluntad tapona tu oído con tu propia sensualidad respecto a las cosas terrenas, te introduce así en un abismo y te cubre con la sombra de aquello que quieres, de tal modo que no puedes elevarte hasta las cosas sobrenaturales y suprasensuales.
Si abandonas el mundo, entras en aquello de lo cual fue formado el mundo, y si desfalleces a tus propias fuerzas, entonces permaneces en aquello que te obliga a abandonarlo, o sea, en Dios, que es de donde vienen todas las cosas.
Si no acoges nada en tus deseos, eres libre con respecto a toda cosa, y estas por encima de todas las cosas al mismo tiempo, porque no tienes nada en lo que te complazcas, y eres como una nada para todas las cosas, y todas las cosas son también una nada para ti.
Cristo dice:”Fuera de mí, nada podéis”.
Ese reposo en el que ninguna criatura te afecta no puedes alcanzarlo por tus propias fuerzas, a menos que te entregues a Dios, y le entregues enteramente tu voluntad y tus deseos hasta el punto de no querer nada sin Él.
Estas en el mundo, y lo que está con todo en el mundo es tu cuerpo, pero en lo que a ti se refiere, tú estas conversando espiritualmente con Dios.
Dice San Pablo:” Sois templos del Espíritu Santo que habita en vosotros”. Así el Espíritu Santo reside en la voluntad, y las criaturas residen en el cuerpo.
No puedes preservarte si no permaneces continuamente en la humildad, entregándote a un arrepentimiento continuo.
Si por una hora pudieses despegar tu voluntad de todas las criaturas y elevarte allí donde no hay ninguna, quedaría revestida del resplandor más sublime de la gloria divina y cataría interiormente el más dulce amor de Dios. Eso, ninguna lengua lo puede expresar. Escucharía dentro de sí inexpresables palabras de Su gran Misericordia.
Al despegarse de todos los malos deseos e inclinaciones, recibiría un nuevo sentido y una voluntad completamente nueva que estarían continuamente vueltas a Dios.
Discípulo: Pero, Cómo tendría sustento en el mundo y cómo aseguraría sustento a los míos?
Maestro: Recibirías un favor mejor que el favor del mundo entero; porque tendrías por amigos a Dios y todos los santos ángeles, amigos que te protegerían contra toda clase de peligros. Dios esparciría su bendición sobre todos tus asuntos.
Cuando se te dice que te ames, no es que tu mismo te ames a ti mismo, sino que ames en ti el fondo divino, la Sabiduría divina, la Bondad divina, la Belleza divina.
Y que odies tu alteridad, que es el lugar donde el mal puede tocarte y adherirse a ti.
Cuándo dices “yo hago esto, yo hago aquello”, todo eso es un error, y una absoluta confusión que hay en ti, porque nada puedes decir que es tuyo excepto ese yo bajo, ni nada puedes hacer por ti mismo que se te pueda tener en cuenta. Ese egoísmo es un veneno mortal y no puede subsistir con el amor a la vez, ambos son excluyentes. El amor posee el cielo y habita dentro de uno mismo, mientras que el egoísmo posee el mundo con las cosas que hay en el mundo, y también habita en ti, y así como el cielo está por encima de la tierra, y la eternidad por encima del tiempo, así también el amor está por encima de la vida natural.
Discípulo: Dónde reside el amor en el hombre?
Maestro: Allí dónde no reside el hombre, allí es dónde reside el amor en el hombre.
Cuando el alma muere a su propia voluntad y ya no quiere nada sino lo que Dios quiere, ahí es donde habita el amor.

Donde no hay nada es donde está operante el amor de Dios.

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