Resbalar
Leonor Bakún
Hace poco vi un video que me hizo pensar en muchas de las cosas que nos hacemos a nosotros mismos precisamente por no hacer. El video es corto y supongo que conocido. Un hombre y una mujer están subiendo en una escalera mecánica, en un shopping o similar. De golpe la escalera se detiene. El hombre se dice que va a estar bien pero no se mueve. La mujer se pone nerviosa, se queja de que va a llegar tarde y también se queda quieta. El hombre la tranquiliza, le dice que alguien va a venir y por si acaso grita avisando que hay dos personas atrapadas en la escalera y necesitan que alguien haga algo. Y mientras, se sientan en el escalón a esperar. Finalmente alguien llega que promete arreglarlo pero también se queda varado en otro tramo de la escalera. Y también se sienta en el escalón. El video termina diciendo que todos alguna vez tuvimos un problema al que no le encontrábamos la solución aunque estuviera delante de nuestros ojos. Y habla de la necesidad de tener un espacio de reflexión.
Esos escalones que podían subir o bajar para salir de ese espacio que los atrapaba son evidentes, pero hay veces que nos encontramos atrapados en una escalera y no nos damos cuenta. El único modo de estar alerta y darse cuenta es realizar nuestras prácticas y eso nadie lo puede hacer por nosotros.
Thakur dijo: “La madre no rompe la cáscara hasta que el polluelo, dentro del huevo, no está a punto. El huevo se empolla a su debido tiempo. Es necesario practicar alguna disciplina espiritual. Sin duda que el Gurú hace todo por el discípulo, pero al final también le hace trabajar un poquito. Cuando se corta un gran árbol, el hombre corta casi el tronco entero; luego se echa a un lado por un momento y el árbol cae con tremendo estrépito.”
Thakur hablaba de resbalar del estado de yoga. Contaba la historia de una mangosta que había visto en Kamarpukur, ella se sentía cómoda en un agujero alto en la pared, pero le habían atado un ladrillo a su cola y cada vez que trataba de acomodarse dentro del agujero tenía que salir a causa del tirón del ladrillo. Y finalizaba diciendo que cavilar en objetos mundanos es lo que hace descarriarse al yogui del sendero del yoga.
Y por si quedaba alguna duda, agregaba: “Vive en el mundo, pero mantén la mente firme en Dios.”
Yo supongo que más de una vez el resbalón se produce porque ni siquiera sentimos el tirón y dejamos que nuestra mente salte de un lugar a otro, hasta que se produce el tirón del ladrillo o la escalera se traba.
Somos privilegiados, tenemos prácticas, sabemos de ese espacio de reflexión que podemos transitar cada vez que querramos. Como decía Thakur: “La íntima profundidad del corazón es uno de los sitios propicios para la meditación.” El tema es hacerlo, seguir adelante.
Hay diferentes temperamentos. Hay diferencias en la capacidad de comprensión. Pero de algún modo llegamos al mismo lugar desde el principio de los tiempos. A veces en distintos tiempos, los resultados son los mismos. Los sabios hindúes hablaron de Spanda, siglos después los científicos dijeron Big bang, pero la explicación de ambos términos no difiere. Si recorremos la historia de la humanidad veremos que no es el único caso. Que la tierra es redonda fue afirmado por varios filósofos griegos, Pitágoras, Parménides y Aristóteles, y en el s. III a. C. Eratóstenes lo demostró con un sencillo experimento. Sin embargo pasaron siglos para que la humanidad lo aceptara y, gracias a la concepción del espacio curvo de Einstein, se pudiera viajar al espacio y mostrar desde afuera que así era.
En lo personal creo que no hay diferencias. Desde distintos lugares y por distintos caminos llegamos al mismo lugar. El tema es: en estos casos que mencioné y otros similares, lo vemos. Pero, cuando el lugar de arribo es la realización, parece más difícil de aceptar. Y, sin embargo, Thakur lo dice una y otra vez: “Es Dios mismo quien ha proporcionado esas diversas formas de adoración. El Maestro del Universo ha hecho todo esto adaptado a los distintos grados de conocimiento y crecimiento espiritual de hombres diferentes.”
Me parece que este es el secreto: somos iguales y, a la vez, somos diferentes. Por las razones que fueren, karma, familias, lugares de nacimiento y otras transitamos el mundo y la vida de distintos modos. Pretender lo contrario es masificar, es no vernos como somos. Tenemos llaves, el mantra, las instrucciones, la santa compañía que se encuentran en todos los caminos. Pero si bien no son iguales y si bien cada uno realiza su tránsito a su ritmo y a su modo, hay claves, hay puntos en los que la insistencia debería hacernos prestar atención. Una es el respeto al nombre de Dios, otra la práctica, la oración, en el idioma que sea, en la religión que sea, estos dos puntos están presentes.
Vivimos en un siglo en el que la tecnología es la gran estrella. Hay muchas nuevas tecnologías dando vueltas pero sin ánimo de desmerecer todo lo maravilloso y todo lo que puede hacerse utilizando estas nuevas tecnologías que han irrumpido en nuestras vidas querramos o no, se me ocurre que precisamente por eso, hacer las prácticas, utilizar nuestros dispositivos internos debería hacernos reflexionar y estar atentos a lo que el mundo ofrece y a cuál es la interacción que debemos tener con ello, para no resbalar.





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