CCV – Swamiji, discípulo
Leonor Bakún
Era el 28 de julio de 1885. Thakur le explicaba a M qué es una Encarnación Divina. Dijo: “Imagina una extensión de tierra sin límites que va más allá del horizonte. En ese campo hay un muro que obstruye la visión. Pero en ese muro hay un agujero y a través de él, puedes ver una parte del infinito, más allá ¿Qué es ese agujero? ¿Puedes decírmelo?” “Sí señor, Usted es ese agujero” le respondió M. Sri Ramakrishna, muy complacido, le dijo: “Me siento muy feliz de comprobar que finalmente has comprendido.”
La Encarnación Divina aparece en el mundo cuando la espiritualidad está en peligro. Es su tarea conducir a la humanidad hacia Dios. Para ejecutar su trabajo trae consigo ayudantes que actúan como sus instrumentos en la propagación de su enseñanza. Normalmente viven con el Maestro, en su intimidad más cercana. Lo cuidan y auxilian en su vida cotidiana y, a la vez, difunden las palabras del Maestro esparciéndolas por el mundo para beneficio de la humanidad.
Así, la aparición de Sri Ramakrishna en el escenario humano vino acompañada por la de un grupo de seres extraordinarios que encarnaron con Él.
Uno de los más grandes, sin duda alguna, fue Swami Vivekananda, quien no sólo fue el difusor del mensaje de su Maestro a lo largo y ancho del mundo, con gran sacrificio y dejando su vida en el esfuerzo, sino que impulsó a sus compatriotas para que salieran del letargo en que los habían sumido los largos años de sometimiento.
Su ideal lo resumió del siguiente modo: “predicar a la humanidad su divinidad y cómo hacer para que se manifieste en cada movimiento de la vida.”
Esta comprensión de la unidad en la diversidad, de que todo es “variación del uno” es lo que hace universal su mensaje y es lo que lo vuelve conciliador de las supuestas diferencias, que solo son momentos, diferentes apariciones del Ser que mora en todas las cosas.
Swami Vivekananda es el león que impone con su sola presencia. Para ser advertido no necesita rugir.
Hay un aspecto de Él que quiero rescatar porque lo considero fundamental. Es un aspecto anterior a Swami Vivekananeda. Aparece con Narendra, el muchacho joven, puro, inocente que llega a Thakur para preguntarle si conoce a Dios.
Me refiero al discípulo. Swamiji, evidentemente ha de ser recordado por la difusión incansable del conocimiento y de la espiritualidad, pero su conducta, su amor por el Maestro, su entrega, su dedicación y cumplimiento absoluto del mandato de su Gurú, lo convierten en el discípulo por excelencia. Tengo para mí que aquel que quiera ser discípulo debe observar con atención la vida de Swamiji.
Hay momentos entre Narendra y Thakur de ternura y amor indecibles y, sin embargo, ambos se probaron severamente para asegurarse de que eran ellos, “Su Maestro” y “Su discípulo”.
Sabemos que el amor, la alegría, la música, el humor, cimentaron en forma constante su relación. Swamiji tenía una voz muy hermosa y a Thakur le gustaba mucho escucharlo. Más de una vez entró en samadhi cuando Naren cantaba. Del humor, de la risa, hay numerosos testimonios.
Por sobre todas las cosas, la Orden Ramakrishna, fue el fruto de la confianza y de la fe que había en su relación. La confianza de Thakur en el discípulo capaz de continuar su obra y la confianza del discípulo en el Gurú que hizo que surcara los mares rumbo a tierras extrañas para difundir su enseñanza.
Swamiji dijo alguna vez que sin la bendición de la Santa Madre su empresa no hubiera sido posible. La Santa Madre continuó la labor del Maestro. Su bendición es la bendición del Gurú, del Maestro, la que el discípulo recibe con la certeza de que, ahora sí, va a llevar su trabajo a buen puerto.
La espada desenvainada, como lo llamaba Thakur por lo agudo de sus razonamientos, el motor de la Orden y tantos otros nombres que recibe, se define a sí mismo en una hermosa carta que le escribe a Josephine Mac Leod cuando vislumbraba próxima su partida. Dijo:
“Después de todo soy tan solo aquel muchacho que escuchaba, transportado y embelesado, las maravillosas palabras de Ramakrishna bajo el árbol baniano de Dakshineswar. Esa es mi verdadera naturaleza.”
Y esa es la forma en que lo imagino cuando pienso en Él. Grande, imponente, con una dulce sonrisa, sentado a los pies de Thakur con toda su atención puesta en él.
Jay Thakur!!!
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