sábado, 17 de mayo de 2025

Artículos : CCV : Lic. Cristina Viturro : Narendra en El Evangelio de Sri Ramakrishna 2

 



Narendra en El Evangelio de Sri Ramakrishna 2


Siguiendo el caminito que arranqué hace unos domingos, seguimos los rastros de Narendra en El Evangelio de Sri Ramakrishna, que vuelve a aparecer en el capítulo 4, “Consejos a los hogareños”. La presencia del discípulo dilecto de Thakur no solo es una manera de ver en acción a Sri Ramakrishna, sino que también va mostrando cómo se gesta la relación entre M. y el futuro Swami Vivekananda. 

En este caso, se trata de una visita de Narendra y algunos otros devotos al Maestro, ocurrida el 16 de octubre de 1882, días antes de Durga Puya, que dura hasta el día siguiente. También, por supuesto está M., cronista de este encuentro. 

La presencia de Narendranath llena al Maestro de alegría: ”Hablaba con los devotos con gran deleite. Con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro y los ojos fijos en Narendra, daba diversas enseñanzas espirituales intercalando al mismo tiempo, algunos incidentes de su propia vida.[…] 

Hacia el atardecer, Narendra cantó. Estaban presentes, Rakhal, Latú, M., Hazra y Pria, el amigo Brahmo de Narendra.”

Cuando concluyó la música, Sri Ramakrishna abrazó por largo rato a Narendra, diciendo "¡Qué felices nos has hecho hoy!" La compuerta del corazón del Maestro se había abierto tanto esa noche, que a duras penas podía contener la inmensa dicha que le inundaba. Eran las ocho de la noche. Embriagado con el divino amor, caminaba por la larga galería norte de su cuarto. De vez en cuando se le oía hablar con la Divina Madre. De pronto, dijo con voz excitada: "¿Qué puedes hacerme?" ¿Quería acaso el 

Maestro significar con esto que maia era impotente ante él,

desde el momento que la Divina Madre era su sostén?”

La escena sigue y tiene un interludio bastante gracioso: Narendra, M. y Pria se quedan a dormir en el jardín del templo y todos cenan juntos los alimentos preparados por la Santa Madre. Antes de comer, Narendra conversa con M. sobre los jóvenes hoy en día: Narendra los critica diciendo que fuman, pierden el tiempo charlando cosas inútiles, se visten pretenciosamente, se hacen la rata y se juntan con gente poco recomendable. M. le dice que no vio esas cosas en su vida de estudiante, pero Narendra insiste. Es más, dice que deberían ser vigilados por sus tutores (no olvidemos que M. era docente). En eso llega Thakur y les pregunta de qué estaban hablando. Y cuando Narendra le contesta, el Maestro lo encara a M. y lo reta: “Esta clase de conversación no es buena -dice-. No es deseable entretenerse en ninguna otra conversación que no sea de Dios. Tú eres el mayor de ellos y eres inteligente. No deberías haberlos animado a hablar de tales temas.” Todos quedan muy escaldados. 

Esa noche, que para el Maestro es de gran alegría no termina todavía, Narén canta de nuevo y se reproduce un diálogo con un devoto, muy interesante.

Al otro día, después del servicio matutino, el Maestro convoca a sus discípulos y Narendra le pregunta si el Tantra prescribe disciplinas espirituales en compañía de la mujer, cosa que Thakur considera no recomendable: “es un camino muy difícil y a menudo causa la caída del aspirante”. 

Unos días más tarde, cuando M. visita al Maestro éste le recomienda que deje de frecuentar a los brahmos: “Aquellos que pertenecen al círculo muy íntimo de mis devotos vienen solo aquí. Muchachos como Narendra, Bhavanath y Rakhal son mis muy íntimos discípulos. No hay que conceptuarlos con ligereza. Invítalos a comer un día. ¿Qué piensas de Narendra?

M.: Tengo un elevado concepto de él, señor.

Maestro: “¿Has observado cuántas virtudes tiene? No sólo es bien versado en música vocal e instrumental, sino también muy instruido. Además, ha controlado sus pasiones y declara que permanecerá célibe toda su vida. Ha sido un devoto de Dios desde su más tierna infancia.”

Aquí terminan las menciones a Narendra en el capítulo, pero me gustaría volver al primero de sus cantos, de gran belleza y profundidad, y termina en una noción que estos últimas semanas ha abundado en nuestros encuentros y en las tonaditas de Maharaj: el canto incesante del mantra.

“El canto, acompañado por el tambor decía:”


Medita, oh, mente mía, en el Señor Harí,

El inmaculado, Puro Espíritu, desde el principio hasta el fin.

¡Cuán sin par es la luz que en él brilla!

¡Cómo cautiva el alma su maravillosa forma!

¡Cuán amado es Él por todos Sus devotos! ...

Oh, ¿cuándo amanecerá para mí el día de Bienaventuranza,

Día en que Aquel, que es todo Bondad, todo Belleza y todo Verdad

Ilumine el más recóndito altar de mi corazón?

¿Cuándo me hundiré, al fin, siempre contemplándole,

En el Océano del Deleite?

Señor, como Infinita Sabiduría, Tú entrarás en mi alma,

Y mi inquieta mente, enmudecida por Tu visión,

Hallará refugio a Tus pies.

En el firmamento de mi corazón, Oh, Señor, Tú surgirás

Como la Bienaventurada Inmortalidad;

Y como cuando el ruiseñor mira la luna ascendente,

De pura alegría vuela de aquí para allá,

Así también, me sentiré pleno de celestial felicidad

Cuando Tú aparezcas ante mí.

¡Oh Tú, Uno sin segundo, todo Paz, Rey de Reyes!

A tus bienamados pies renunciaré a mi vida

Y así, por fin, alcanzaré la meta de la vida;

¡Aún estando en la tierra gozaré de la bienaventuranza del cielo!

¿En qué otra parte se otorga tan precioso don?

Entonces veré Tu gloria pura e inmaculada

Como la oscuridad huye de la luz, así mis más negros pecados

Desertarán de mí en la proximidad de Tu aurora.

Enciende en mí, ¡oh, Señor! el ardiente fuego de la fe

Y haz que sea el norte de mi vida.

¡Oh, Amparo de los débiles, cumple mi único deseo!

Entonces me bañaré día y noche

En la ilimitada bienaventuranza de Tu Amor, y

Oh, señor, al alcanzarte, totalmente me olvidaré de mí.

Con faz radiante canta el dulce nombre del Señor

Hasta que desborde el néctar en tu corazón.

¡Bébelo incesantemente y compártelo con todos!

Si sientes secar tu corazón abrasado por las llamas

De los deseos mundanos, canta el dulce nombre del Señor,

Y el amor celestial, humedecerá tu alma estéril.

Jamás olvides, oh, mente mía, de cantar

Su santo nombre: cuando el peligro enfrente tu rostro,

Llámale a Él, Tu Misericordioso Padre;

¡Con el trueno de Su nombre, haz estallar los grillos del pecado!

Ven, cumplamos los deseos de nuestro corazón

Bebiendo hasta lo hondo la Eterna Dicha,

Unificados con Él en puro éxtasis de amor.




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