sábado, 28 de junio de 2025

Artículos : CCV : Lic. Arturo Flier : SOLEDAD Y VACIO ESPIRITUAL.

 



SOLEDAD Y VACIO ESPIRITUAL. 


Vivimos en un mundo de luces y sombras


Ciertamente la cultura occidental nos anima a desarrollarnos por nosotros mismos. Estimula la creatividad e innovación que ha brindado un franco progreso a la humanidad, así como la conciencia de derechos entre tantos otros elementos.


Su contracara es el individualismo, la competencia que provoca no sentirse parte de un colectivo. Con instituciones y religiones en decadencia. Un sistema que nos aísla de la naturaleza y la agrede sin conciencia de la autodestrucción en un marco de incertidumbre y poca solidaridad


Tuve la posibilidad de viajar a Japón en búsqueda de un sentido colectivo por sobre el individualismo


Un sistema con normas que regulan al mínimo la vida social. Con un Budismo activo no sólo en los templos sino en la vida cotidiana


Un país que siendo la quinta potencia mundial cuenta con una distribución equitativa de la riqueza y una notable modestia en sus viviendas y vehículos.


Una sociedad que ha sabido combinar los adelantos tecnológicos con el respeto por la naturaleza con un código de honor, actitudes reverenciales y respeto por sus tradiciones expresadas por geishas instruidas en arte y poesía, teatro Kabuki o ceremonias del té sostenidas en un Emperador como expresión de una unidad que a su vez brinda identidad


Ciudades superpobladas con ciudadanos respetuosos en el trato y actitud colaborativa en mantener la limpieza y el silencio. Sin inseguridad en la vía pública.


Sin embargo:


Son parte de un colectivo que diluye la individualidad. Con altas tasas de suicidios tanto por soledad como por presión social en la educación o el trabajo. Con indicadores de represión sexual expresados tanto en sus “maids cafés”, en dibujos animados sexualizados como en la ausencia de expresión de afecto en público


Una isla que da identidad pero que aísla y no contiene con una población que recurre a un mundo de fantasía para escapar de un sistema que asfixia por lo reglado. 


Ambos sistemas, tanto el occidental como el japonés nos separan y brindan un vacuo sentido de vida, uno persiguiendo la fantasía del éxito, la fama y el placer, el otro detrás del orgullo por pertenecer a un pueblo honorable.


Ambos arrojan al individuo a la soledad. Nos hacen olvidar que no estamos solos, que tenemos una pertenencia más elevada y que esta existencia terrenal tiene un sentido profundo.


Tal vez haya que recordar este cuento bien conocido:


“En el vientre de una madre hay dos bebés, y uno le dice al otro:

—¿Crees en la vida después del parto?

Y el otro responde:

—Por supuesto, tiene que haber algo después del parto. Quizás estamos aquí para prepararnos para lo que vendrá después.

—¡Tonterías! —dice el primero—. No hay vida después del parto. ¿Qué clase de vida sería esa?

—No lo sé —responde el segundo—. Pero tal vez haya más luz que aquí. Quizás caminemos con las piernas y comamos con la boca. Quizás tengamos otros sentidos que ahora no podemos comprender.

El primero dice:

—Eso es ridículo. Caminar es imposible. ¿Y comer con la boca? Eso es absurdo. El cordón umbilical es lo que científicamente nos proporciona nutrición y todo lo que necesitamos, pero es demasiado corto. La vida después del parto es, lógicamente, imposible.

Y el segundo dice:

—¿Y si simplemente es diferente a como es aquí? Tal vez ya no necesitemos ese cordón físico.

El primero responde:

—Está bien, si realmente hubiera vida después del parto, decime: ¿por qué nadie jamás volvió de allí? El parto es el fin de la vida. Y después del parto no hay nada más que oscuridad, silencio y olvido. No nos lleva a ninguna parte.

Y el segundo dice:

—Pero seguramente conoceremos a mamá y ella nos cuidará.

El primero responde:

—¿Mamá? ¿De verdad crees en mamá? Si mamá existe, ¿dónde está ahora?

Y el segundo responde:

—Está a nuestro alrededor. Somos parte de ella. Es en ella donde vivimos. Sin ella, este mundo no existiría ni podría existir.

El primero dice:

—No la veo, así que, lógicamente, no está aquí.

A lo que el segundo responde:

—A veces, cuando estás en silencio y realmente escuchas, podrás percibir su presencia. Podrás oír su voz llena de un amor que nos llama desde arriba.


Lic. Arturo Flier

Sociólogo-Psicólogo Social






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