domingo, 29 de septiembre de 2024

Artículos : CCV : Counselor Veronica Popmerane : Del Libro De aquí a Aquí (Javier Melloni)

 


Del Libro De aquí a Aquí (Javier Melloni)




Todo lo que necesitamos está aquí y todo lo que está aquí lo necesitamos. Pero pocas veces accedemos a la completud de este Aquí porque estamos distraídos o bloqueados en otro aquí. Tal es la paradoja de la condición humana: tener conciencia sin ser apenas conscientes, estar aquí y ahora en cada momento y, sin embargo, no llegar a estar plenamente presentes en ningún momento, con el agravante de que nuestra percepción parcial nos hace pensar que es total, haciéndonos creer que eso es todo lo que podemos vivir. El costo es grave: nos sostenemos frágil e inestablemente a costa de un permanente debilitamiento de nuestro ser.

Lo que buscamos ya está en y entre nosotros. En verdad, es nosotros, pero permanece como Otro mientras no lo hallamos.

El Aquí del que nos sentimos exiliados es la tierra pura en la que ya estamos. 

Corremos agitados e insatisfechos. Cuando lo encontramos, nos encontramos. 

Buscando, nos abrimos de tal modo que desaparece la separación entre lo que buscábamos y lo que encontramos.

Entonces somos encontrados en presencia de El[Lol-que-es.

Tan cerca y a la vez tan lejos, tan lejos y a la vez tan cerca.

Pero no es suficiente encontrar y encontrarse a sí mismo en el Sí-mismo-presente-en-todo por unos instantes para volver a perderse. Hay que poder permanecer arraigados y estables en Él [Ello]. 

Pero la mayor parte del tiempo estamos desterrados, fuera de la tierra que nos sostiene. No lo percibimos. No somos capaces de acoger lo que en ese mismo momento se nos está dando porque andamos ansiosos y dispersos, incapaces de recibir el ahora en el que estamos transcurriendo y recibiendo el ser.

Para ello se requiere un acrecentamiento de conciencia.

No es cuestión de creer, sino de ver. La consciencia es mucho más que el pensamiento. Participan la percepción, el corazón y la mente, y los tres están sostenidos por la determinación de permanecer abiertos, en estado de receptividad y de entrega, esos dos tiempos que ritman nuestra vida, como la respiración y el latir del corazón.

Sostenerse en estado de acogida y ofrenda convierte el Exilio en Reino. «El Reino de Dios está en vosotros», dijo el Rabino de Nazaret en diversas ocasiones. El Exilio y el Reino no son lugares. Son estados. Hallarse en el Exilio o en el Reino depende de cómo vivamos cada situación. Este cambio de estado es un umbral que puede cruzarse en cada momento. En el budismo se dice que existen ochenta y cuatro mil entradas en el Dharma. Dharma entendido como el orden verdadero de las cosas, como el fondo de la realidad. 

Cada instante nos llega incondicionado, fresco, inmaculado. Brota de un Fondo que desconocemos, y en cada momento tenemos la posibilidad de recibirlo. Cada ahora contiene el potencial de ser acogido de un modo pleno, pero también puede encontrarnos distraídos. Cada situación que adviene es el umbral que estamos invitados a cruzar. Nadie lo puede hacer en nombre nuestro. Nadie puede sustituir nuestra vida, ningún instante de nuestra existencia puede ser delegado a otra persona.

Todo está aquí, pero somos incapaces de verlo. 

La avidez nace de la sensación de carencia, ya sea física, psíquica o espiritual. El gran trabajo, la gran obra, consiste en sostenerse en esa sensación de vacío sin querer saciarla con un objeto externo, porque entonces solo se colma pero no se transforma.

Hay que poder detenerse en esa sensación, en cada percepción, observarla e ir hasta su origen. Todo es signo de otra cosa más alta, más amplia, más profunda. Hemos de cuidar las condiciones que nos permitan esta receptividad. De otro modo, sensaciones y emociones nos arrastran en un sucederse continuo. 

Llegar a ser sujetos es la clave de nuestra libertad, sea cual sea la situación en la que nos encontremos. Así lo comprendió

François-Xavier Nguyen van Thuan la primera noche de su arresto.obispo vietnamita que estuvo ocho años en prisión:


“Ayer por la tarde fui detenido. Trasportado durante la noche de Saigón hasta Nha Trang, a cuatrocientos kilómetros de distancia en medio de dos policías, he comenzado la experiencia de una vida de prisionero. Hay tantos sentimientos confusos en mi cabeza:

tristeza, miedo, tensión; con el corazón desgarrado por haber sido alejado de mi pueblo. Pero en este mar de extrema amargura, me siento más libre que nunca. De camino a la cautividad he orado: «Tú eres mi Dios y mi Todo». En la oscuridad de la noche, en medio de este océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me despierto. Debo afrontar la realidad. Estoy en la cárcel.

Si espero el momento oportuno para hacer algo verdaderamente grande, ¿cuántas veces se me presentarán ocasiones semejantes?

No. Debo aprovechar las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria. No esperaré.

Vivo el momento presente colmándolo de amor. La línea recta está formada por millones de puntos unidos entre sí. También mi vida está integrada por millones de segundos y de minutos unidos entre sí. Dispongo perfectamente cada punto y mi línea será recta. Vivo con perfección cada minuto y mi vida será santa.*


François-Xavier Nguyen van Thuan :


Esta determinación de vivir en el presente es lo que le salvó de la depresión, de la locura o del suicidio. Durante ocho años, cada instante se convirtió en un umbral para transformar el tiempo de prisión en un retiro, su celda de prisionero en celda de ermitaño. Nadie puede hacer esto por otro. Solo puede brotar de nosotros mismos. Pero si logramos hacerlo, nuestra vida y nuestro entorno se transfiguran.


Counselor Veronica Pomerane



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