sábado, 4 de mayo de 2024

Artículos : CCV : Counselor Veronica Pomerane : Charla III

 




SWAMI VIJOYANANDA :

Nadie puede empezar a investigar si no sintiera de antemano las pulsaciones, por leves que sean, de la verdad. 

El investigador tiene desde un principio cierta vislumbre de la verdad, aunque sólo sea una vislumbre; en medio de tanta mentira, rodeado de tanto movimiento, siente en sí mismo la verdad, la permanencia; el reflejo del Ser, ansía y anhela ardientemente destrozar el espejo. Acumula toda su fuerza, junta todos sus elementos, para romper, atravesar, alcanzar y por último convertirse en la Luz misma, el Sol mismo. ¿Qué es este espejo? ¿Cuál es el plano sobre el que parece reflejarse el alma? Es la ignorancia primaria, causa y efecto a un mismo tiempo

Sólo disponemos de un instrumento: nuestra mente. Pero por desgracia esta mente tiene sus enemigos. 

Los hindúes enumeran los principales que según ellos son seis: lujuria, ira, codicia, falta de conciencia, vanidad y envidia. Todos estos enemigos son únicamente ideas; pero no conocemos la existencia de esas ideas como ideas, se presentan bajo algún aspecto concreto para que podamos reconocerlas. A tal punto hemos materializado nuestra mente que ha perdido casi por completo su estado sutil; los objetos densamente materiales, se nos han vuelto absolutamente imprescindibles para pensar en las ideas. 

Por ejemplo: ¿puedes imaginar la lujuria sin dos seres humanos de sexo opuesto? No. Si algún día lo logras, conocerás el secreto de la lujuria; ésta es el deseo o la ignorancia manifestándose en forma descender.

La mente purificada es tu mejor guía, tu amigo, tu salvador. Por desgracia, cierta vez, quien sabe dónde y quien sabe cómo, cometiste en el pasado el error de creer que tenías una mente impura y en consecuencia te pusiste a amar lo material (material significa aquí lo opuesto a espiritual); y olvidaste que tu única existencia es la del Ser, el Eterno Espíritu. 

No existen seres; existen múltiples reflejos del Ser. 

Y cuando alcances el estado de ser ya no hallarás otro ser a tu lado, serás el Único, la Existencia.

Ansías la paz. ¿Por qué? Porque eres la paz misma. Quieres amar. ¿Por qué? Porque eres la idea misma del amor. 

Los intrépidos hindúes afirman que cuando el hombre se esfuerza por volverse divino sólo muestra al Dios que en sí lleva latente. Todo aspirante religioso es potencialmente un dios, aunque lo ignore. Fue una equivocación suya, un error (gracias a Dios, este error es transitorio y puede ser corregido).



Siempre es la mente quien da y quita, la benefactora y la ladrona, la creadora y la destructora; es nuestra amiga y enemiga a un mismo tiempo.
Somos dioses en potencia; no cabe duda. 

Pero tropezamos con dificultades al quererlo manifestar; nos resulta difícil reconocer dicho estado y disfrutarlo y mantenernos en él. Nuestros enemigos: lujuria, ira, avaricia y demás, fueron creados por nosotros. ¿Ha tomado tu deseo el aspecto de lujuria? ¿Te encolerizas cuando no consigues tu objeto?. ¿Te subleva el tener que soportar tantas desdichas?. 

¿Por qué entonces no deseas lo mejor de lo mejor, por qué no transformas tu ser personal en existencia impersonal? Si lograras hacerlo, tus angustias cesarían para siempre. Pero sientes el calor y el frío, el hambre y la sed; aun recuerdas que naciste y que ahora eres hombre adulto; sientes miedo de la muerte; tienes amigos y enemigos y deberes hacia ellos que cumplir. ¿No comprendes, querido mío, que tú solo puedes cambiar todo esto? Pero tú no quieres cambiar, te empeñas en no olvidar; mejor dicho, no deseas convertirte en el Ser Impersonal.

¿Recuerdas que te dije que por naturaleza los hombres, en su gran mayoría, son devotos?  

Adoran al dios personal. 

¿Pensaste alguna vez en la causa de ello? Es que somos todos muy personales; amamos nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro ego; nos amamos a nosotros mismos y todas nuestras buenas acciones lo son relativamente a nosotros; por eso pocas veces extirpamos la lujuria, dominamos la ira, vencemos la codicia, recobramos la conciencia, reducimos a cenizas la vanidad y despreciamos la envidia. La causa o raíz queda; el deseo queda, y seguimos regando su semilla; adoramos la ignorancia. Trata de conocer, conócete a ti mismo; si aun tienes deseos, si tan difícil te resulta el olvidar que eres un ser humano, si a tal punto te dominan tu cuerpo, mente, intelecto y ego y sin embargo persistes en querer trascenderlos, desvía la corriente que te arrastra y te está ahogando, desvía ese agente de destrucción y muerte, desvía el deseo y conviértelo en tu salvador. ¿No consigues olvidar tu cuerpo? Conviértelo en templo del Señor. ¿No crees en la existencia de Dios? Pues considera a tu cuerpo como el mejor instrumento para alcanzar tu liberación, tu salvación. ¿Te molesta tu mente? ¿Te resulta imposible concentrarte? ¿Bullen en ella demasiados pensamientos? Busca entre éstos aquel que más te agrade, y allí, en ese punto, sobre esa idea o sobre ese ser, concentra tu energía entera; poco a poco esa mente irresoluta, inclinada al ocio y las comodidades, creadora de disgustos, esa mente recelosa cambiará de aspecto. 

Y la energía que se bifurcaba en un millón de canales, y todos los deberes esclavizadores, y esa acción ignominiosa de objetivarte y de buscar el goce donde no debieras, cambiará también; de denso te volverás sutil, de objeto pasarás a ser sujeto, del estado de esclavo cargado de cadenas te alzarás al estado de absoluta libertad, al estado de liberación. El tacto, el olfato, el gusto, el oído y la vista son factores necesarios para los humanos semi animales; sólo ellos pueden permanecer en el plano de las percepciones sensorias, ellos son quienes pretenden que la función de la mente sólo sea recibir dichas impresiones y sufrir o gozar. Pero existen otras clases de seres humanos y entre estos últimos estás tú. 

El deseo puede ser alzado muy por encima del plano mundanal.
Cuando tenemos varios deseos nuestra voluntad se fracciona en otras tantas partes y nuestra acción se vuelve múltiple. Tanto el deseo como la voluntad y la acción son el juego de nuestra mente. Cuando tus deseos son muchos, uno de ellos es tu predilecto y lo llamas amigo, y a los demás los tratas como "no-amigos".


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