martes, 7 de diciembre de 2021

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SWAMI VIVEKANANDA, AQUÍ Y AHORA

(Parte del contenido de este artículo fue leído en ocasión del programa Swami Vivekananda en Argentina)

 

Narendranath Datta nació el 16 de enero de 1863. Su nombre monástico fue Swami Vivekananda. Criado y educado en la Calcuta del siglo XIX, a temprana edad se puso en contacto con los principios del pensamiento occidental. Hijo de un prestigioso abogado  y de una piadosa dama, de quién heredó una prodigiosa memoria, aprendió las escrituras sagradas y fue un estudiante brillante y muy versado en historia, filosofía, literatura y en el pensamiento occidental contemporáneo. Se aferraba firmemente a una idea: “No creas algo porque lo leas en un libro. No creas porque otro te dice que debes creer. Descubre la verdad por ti mismo. Eso es realización” 

A la edad de 16.años, aprobó el examen de ingreso a la escuela secundaria. En 1881 rindió el examen de ingreso a Humanidades. Mientras concurría a estas clases, se encontró por primera vez, en noviembre de 1881, con Sri Ramakrishna, a quien oyó mencionar en esas clases. El profesor William Hastie, el gran erudito, era en ese tiempo el Director del Instituto. Un día, debido a la ausencia del profesor de inglés, se hizo cargo de la clase de literatura. Estaba explicando Excursión de Wordsworth, poema en el que el autor se refiere al estado de trance del que había tenido una vislumbre mientras contemplaba las bellezas de la naturaleza. Los estudiantes no comprendieron nada. Entonces el profesor les dijo: "Tal experiencia es el resultado de la pureza de la mente y de la concentración sobre un objeto particular. Es muy poco común, particularmente en estos días. Yo he visto solo una persona que ha experimentado ese bendito estado mental. Esa persona es Ramakrishna, el Paramahamsa de Dakshineswar. Podrán comprenderlo si van allá y lo ven con sus propios ojos". Fue así que Naren, que era miembro del Brahmo Samaj, oyó mencionar por primera vez a su futuro Maestro.

En el colegio atrajo la atención de los profesores, quienes reconocían su mente ambiciosa y los poderes latentes de su personalidad. El director W. W. Hastie dijo: “Narendra Nath es realmente un genio. He viajado por todo el mundo, pero jamás he conocido un joven de su talento y posibilidades, ni siquiera en las universidades alemanas entre los estudiantes de filosofía. Seguro que dejará su marca en la vida.” 

Naren argumentaba sobre todo, y aún durante los ratos de descanso continuaba la discusión iniciada en las horas de estudio. Era vehemente, vigoroso, de una energía infatigable y sus tópicos de conversación no tenían fin. Durante su vida de estudiante tuvo una transformación. Nacido idealista y buscador de la verdad, no quedaba satisfecho con los goces mundanos. Su corazón buscaba rasgar el velo de la naturaleza. Bajo la superficie de su mente consciente fluía la rápida corriente del deseo por lo real, que lo hizo sabedor, desde sus más tempranos años, de que su vida sería distinta a la del resto de la humanidad.

Los recuerdos de uno de sus amigos nos dicen de la actitud que ellos tenían con Naren. Decía: "Era una delicia escucharlo. Su voz era corno música para nosotros. A menudo traíamos a discusión un tema por el solo placer de escucharlo. Era excepcionalmente atrayente y sobre todo, original. Ya en aquel tiempo detestaba toda clase de debilidad.

Fue durante este período de su vida que comenzó a interesarse por los sucesos de actualidad, y también en las actividades del Brahmo Samaj, cuyas saludables ideas estaban en agudo contraste  con el estado desfalleciente de la sociedad hindú. El líder del Brahmo Samaj, Keshab Chandra Sen, era el ídolo de la juventud de Bengala. 

El Brahmo Samaj vino a la existencia con un ilustre reformador, Raya Rammohan Roy, hombre de gigantesco intelecto, voluntad inflexible y con el coraje y prestigio necesarios para hacer frente a los ataques de los males que amenazaban la misma existencia de la nación. Era lo suficientemente amplio como para darse cuenta de que si el hinduismo quería sobrevivir, debería ser a costa de muchas reformas religiosas y sociales. Más tarde, Maharshi Debendra Nath Tagore y Keshab Chandra Sen se convirtieron en sus más poderosos seguidores y, en realidad, se debe a ellos dos el hecho de que quedara asegurada la vida del movimiento.

Este movimiento protestaba contra ciertas formas y creencias del hindú ortodoxo, tales como el politeísmo, la adoración a imágenes, la Encarnación Divina y la necesidad de un Gurú. Ofrecía,  en cambio, una religión monoteísta. En su aspecto social sus demandas abarcaban el rompimiento del sistema de castas, el reconocimiento de la igualdad del hombre, la educación y emancipación de las mujeres y la abolición del casamiento en la niñez.

Era esta una tarea tremenda que ellos mismos se habían impuesto y que requería una paciencia sin límites y mucha sabiduría, pero el Brahmo Samaj carecía, no sólo de los medios para llevar adelante las reformas, sino también del conocimiento del hecho irreversible de que toda reforma debe provenir de adentro, es decir, que toda imposición carece de influencia duradera. 

No causa extrañeza, entonces, que este movimiento cautivara la imaginación de la juventud de Bengala. En Naren levantó un tumulto de pensamientos y sentimientos y comenzó a considerar al Samaj, a cuyas reuniones concurría a menudo como la institución ideal en la cual podrían resolverse todos los problemas de la vida,  tanto los individuales como los nacionales. Quedó imbuido de sus ideales. El también reprobaba la rigidez de las castas y no simpatizaba con el politeísmo ni con la adoración de las imágenes. Exponía la causa con gran vehemencia y era su más íntimo anhelo que la fuerza del pensamiento, la profundidad del sentimiento y el entusiasmo y magnetismo personal característicos de Keshab Chandra Sen, a través de los cuales influía en  sus numerosos seguidores, pudieran, algún día, llegar a ser suyos. 

En 1878 se produjo una seria escisión en el Brahmo Samaj y algunos de sus miembros, encabezados por el Pandit Shiva Nath Shastri y por Viyay Krishna Goswami, formaron una nueva sociedad llamada Sadharam Brahmo Samaj. Naren se identificó con la nueva organización y su nombre figura en los registros de los primeros miembros. En ese tiempo ingresó también a un movimiento para la educación de las masas, sin restricción de castas, credo o color. Su intenso anhelo por la libertad lo hacía identificarse con todo aquello que prometiera la liberación de los métodos fuera de actualidad y apartarse de todo lo que pudiera interferir en el logro de una visión más amplia. Él no quedaba satisfecho con la pasividad. Indagaba siempre el "por qué” y el "cómo” de todos los fenómenos, ya fuesen mentales o espirituales. 

Como todos los miembros del Brahmo Samaj, creía en un Dios sin forma con atributos, a diferencia de lo Absoluto de la Advaita Vedanta, el monismo, pero contrariamente a los demás, estaba convencido de que si Dios realmente existía, Él seguramente aparecería ante el devoto en respuesta a sus sinceros ruegos. Sentía que debía haber una manera de realizarlo. Caso contrario la vida no tenía sentido.

Durante cierto tiempo la atmósfera intelectual del Brahmo Samaj lo satisfizo. Se sentía elevado durante las oraciones y los cantos devocionales. Pero de pronto surgió en él la idea de que ingresar al Brahmo Samaj no lo había hecho progresar en su meta, que era realizar a Dios. Que la  f'ilosofía y los Vedas son intentos para describir lo Indescriptible y que todos ellos resultan inútiles si no nos conducen a los pies del Señor. 

Naren era escéptico. No creía en los dioses y se burlaba de muchos de los mandatos que prescribían las escrituras hindúes. Tenía una mente razonadora, difícil de complacer. El comienzo fue complicado y difícil y, angustiado, llegó a preguntarse si no andaría a la caza de fantasmas. Su instinto lo mantenía firme. Tenía fe en que el conocimiento divino llegaría como broche de oro de todas sus luchas y sufrimientos.

Naren hasta ese momento había meditado en Dios sin forma pero dotado de atributos siguiendo las indicaciones del Brahmo Samaj. Ahora adoptó una nueva forma de meditación. Primero rogaba desde el fondo de su corazón: "iOh Señor, sé misericordioso y revélame tu real naturaleza que es la personificación de la verdad! Al rato, relataba, perdía la conciencia del cuerpo y del tiempo y tenía  una sensación de inefable paz interior que no le permitía dejar su asiento. Esta meditación la hacía a la noche cuando todos los de la casa se habían retirado a descansar. 

Narendra estaba convencido de que la religión comienza y la filosofía termina cuando se trata de dar un conocimiento claro y correcto de Dios, decía que eso está más allá del poder del intelecto. A pesar de eso y de que dedicaba gran parte de su tiempo y energía a la práctica espiritual, no descartó ni sus libros de filosofía ni la música. En su intenso anhelo por realizar la verdad, Vivekananda estudió las distintas filosofías y religiones de Oriente y Occidente y conversó con importantes líderes religiosos y escritores, pero eso no fue suficiente. 

Swamiji enseñó que la fuerza más poderosa es la religión y ella se origina en la lucha por trascender las limitaciones de los sentidos. Para eso, para realizar a Dios, dirá, el hombre debe elevarse sobre la naturaleza y agregará: “Es bueno conocer las leyes que rigen las pasiones, los sentimientos y la voluntad de la humanidad, pero la conquista del hombre interior pertenece al dominio de la religión. La religión comienza con la pregunta ¿Qué es lo real? y termina con la respuesta.

En su búsqueda fue a visitar al Maharshi Debendra Nath, considerado como uno de los más notables maestros espirituales. Naren había ido a verlo con anterioridad en compañía de algunos amigos y él le había aconsejado que practicara meditación intensivamente. Naren se presentó a ver al Maharshi, quien vivía solo, en un bote sobre el Ganges y súbitamente le hizo su quemante pregunta: "Señor, ¿ha visto a Dios?” El Maharshi, incapaz de contestar, le dijo: “Hijo, tienes los ojos de un yogui". Naren se alejó desilusionado. No, el Maharshi no había visto a Dios. ¿Dónde ir entonces? De pronto recordó a Sri Ramakrishna, a quien había visto por única vez en casa del devoto Surendra Mitra, en noviembre de 1881, donde Naren había ido a cantar. El Maestro se había sentido profundamente atraído por .él, le había hecho algunas preguntas y hasta lo había invitado para que fuera a Dakshineswar.

Narendra, entonces, decidió ir a Dakshineswar con Surendra Mitra y hacerle su pregunta. La  respuesta de Sri Ramakrishna y ese encuentro levantaron el telón de un nuevo capítulo en la vida espiritual de Narendra Nath. Sediento por la visión de Dios, se sintió atraído por el aroma de las realizaciones de Sri Ramakrishna y llegó a Dakshineswar casi simultáneamente con los jóvenes que más adelante serían los primeros monjes de la Orden de Sri Ramakrishna. 

Sri Ramakrishna realizó que, a través suyo, la Madre fundaría una nueva Orden que abarcara a todos los que manifestasen en su propia vida las doctrinas de universalidad, a todo los que rogasen  sinceramente a Dios. En su primer encuentro, Sri Ramakrishna reconoció de inmediato en Naren a quién transmitiría su mensaje al mundo. Él sabía el número de seres que habían nacido especialmente para cuidar de él  y el alcance que tendría la ayuda de cada uno de ellos. Naren llegó a él con dudas y escepticismo, muy poco dispuesto a aceptar las verdades de la religión, sin verificarlas previamente, y, dentro suyo, con un anhelo abrasador por la verdad.

Sri Ramakrishna relataba esta primera visita del futuro Swami Vivekananda de este modo: "Narendra entró a este cuarto por la puerta occidental. Se veía un tanto desaliñado,  indiferente por completo al mundo exterior. Sus ojos revelaban una mente introspectiva como si parte de ella estuviera siempre concentrada en algo interior. Me sorprendió encontrar un alma tan espiritual en la atmósfera materialista de Calcuta.”

Narendra, por su parte, también quedó profundamente conmovido por esa primera visita al Maestro. Más tarde, aunque con cierta reserva, dijo a algunos de sus amigos: "Canté una canción y al terminar, él se levantó y me llevó de la mano hacia la veranda norte cerrando la puerta detrás suyo. Quedamos solos. Pensé que me daría alguna instrucción en privado pero para mi desconcierto comenzó a llorar de dicha. Tomó mi mano y con gran ternura dijo: "¡Ah, cuánto has tardado en venir, ¿Por qué me has mantenido en esta angustia durante tanto tiempo? Mis oídos están casi quemados de escuchar charlas profanas de gente mundana. Cuánto ansiaba aliviar mi mente hablando con alguien que apreciara mis experiencias internas.” De pronto se paró delante mío y juntando sus manos dijo: “Señor, yo sé que tú eres aquel antiguo Rishi Nara, la Encarnación de Naraianana, nacido en la tierra para quitar el sufrimiento de la humanidad”. 

Firmemente establecido en la conciencia de Dios y unificado con la voluntad cósmica, Sri Ramakrishna estaba ansioso por transmitir sus realizaciones a los aspirantes que sintieran sincero anhelo por Dios. Dijo más tarde: “No había límite para ese ardiente anhelo de mi corazón. Durante el día, me controlaba de alguna manera. Las conversaciones de la gente mundana me enfermaban y esperaba ansiosamente el día en que llegasen mis amados compañeros. Conversando con ellos encontraría descanso y aliviaría mi mente transmitiéndoles mis realizaciones. Solía pensar de antemano en lo que le diría a uno, lo que le daría a otro, y así, pero cuando el día llegaba a su fin ya no podía controlarme. Había transcurrido otro día y ellos aún no habían llegado. Cuando escuchaba las campanillas y las caracolas del templo, subía a la terraza del edificio y clamaba, angustiosamente, a toda voz: vengan hijos míos. ¿Dónde están? No puedo vivir sin ustedes. ¡No creo que una madre anhele tan intensamente su hijo, ni un amigo sus compañeros o un amante su bienamado como yo sentía por ellos!" Poco después comenzaron a llegar los devotos. 

Al hacerse miembro del Brahmo Samaj, Naren se había comprometido a creer en un Dios sin forma  con atributos y había vuelto la espalda a los dioses del hinduismo. El Maestro le dijo que la imagen adorada simbolizaba los ideales espirituales y le preguntó: "¿Por qué vienes aquí si no quieres reconocer a mi Madre?" Naren respondió: “¿Acaso debo aceptarla simplemente porque vengo aquí?” El Maestro dijo entonces que no pasaría mucho tiempo y la reconocería. Luego le comentó a otros devotos: "Este muchacho no tiene fe en Dios con forma y piensa que mis experiencias suprasensorias son alucinaciones. Él no cree en nada de lo que no tenga prueba. Ha estudiado y leído mucho y posee un gran poder de discernimiento." 

Hasta su encuentro con Thakur no había encontrado a nadie que aceptara haber visto a Dios. Continuando con sus recuerdos Naren solía decir refiriéndose a aquel día: “Me senté y comencé a observarlo. No encontré nada anormal en sus palabras, movimientos o conducta hacia los demás. Por sus palabras de espiritualidad y estados de éxtasis parecía ser un hombre de verdadera  renunciación. Además sus palabras y su modo de vida concordaban. Su lenguaje era sencillo, lo que me hizo pensar que tal vez este hombre pudiese ser un gran maestro. Luego me acerqué a él y le hice mi eterna pregunta: "Señor ¿ha visto Ud. a Dios?" - "Sí. Lo veo como te veo a ti, sólo que de una manera más intensa. Dios puede ser realizado. Uno puede verlo y hablar con Él como estoy haciéndolo contigo. Pero ¿A quién le interesa esto? La gente anhela esposa, hijos, riqueza,  posesiones, pero ¿Quién llora por Dios? Si uno llora sinceramente por Él, con toda seguridad que se manifestará”. 

Narendra continuó su relato y dijo: “Eso me impresionó. Por primera vez encontraba un hombre que osaba decir que había visto a Dios; que la religión era una realidad que podía ser sentida intensamente. Yo no pude menos que creer que sus palabras eran el fruto de profundas realizaciones. Aun así, me costaba conciliar sus palabras con su extraña conducta hacia mí. Llegué a la conclusión de que se trataba de un monomaníaco, sin dejar de reconocer por eso, la magnitud de su renunciación. Pensaba: 'Puede ser que sea un loco, pero sólo pocos afortunados pueden tener semejante renunciación. Aunque sea loco, es el más santo de los santos y, solo por eso, merece  reverente homenaje. Con estos pensamientos contradictorios en mi cabeza, me prosterné ante él y le pedí permiso para retirarme. 

Swami Vivekananda contó que se preguntaba: “¿Cómo puede ser un lunático un hombre que hace añicos una mente fuerte como la mía? Me encontraba en un dilema entre la verdadera naturaleza de la  experiencia que había tenido y la real naturaleza de este hombre extraordinario, puro y simple corno un niño. Acostumbrado a razonar y resolver las cosas, recibí un rudo golpe al no lograr desentrañar ese misterio y tomé la resolución de hacerlo.

Poco a poco, Naren comenzó a considerar a Sri Ramakrishna, ya no como a un loco sino como al único ser humano realmente cuerdo. No obstante, las palabras que dijese Thakur en el primer  encuentro continuaban siendo un enigma para él. El conocimiento del papel que él jugaría en el drama puesto en escena por Sri Ramakrishna, llegaría más adelante, luego de muchas pruebas y  tribulaciones. 

Naren pensaba que un hombre no podía ser Gurú porque un hombre débil y de escasa visión no podía ser el guía infalible que reclama la obediencia implícita del discípulo. Ahora veía que la existencia de un hombre así era posible y que su ayuda e influencia eran de un valor inestimable.  A través del contacto con el Maestro, su fe en el ascetismo y la renunciación se afianzó. Analizó exhaustivamente las realizaciones del Maestro y de su sistema de vida y al ver que su consejo y ayuda satisfacían su modo de pensar, Naren los aceptó y se entregó a la tarea de realizar a Dios bajo su guía. 

Sri Ramakrishna comprendió y amó a Narendra a causa de todas esas luchas que él bien comprendía porque también había tenido que pasar por terribles cataclismos, similares en su origen e intensidad. Vio que el intelecto de Naren, por causa de su profundo anhelo por la verdad, siempre dudaría pero que lograría trascender las limitaciones y se convertiría en un gigante espiritual y, con infinito amor y paciencia, lo guió e instruyó. 

Narendra, gradualmente llegó al convencimiento de la existencia de una realidad última de la cual emana todo  lo fenoménico. Guiado por el anhelo de la visión divina, comenzó a llevar una vida de renunciación en la cual la oración y la contemplación se convirtieron en un hábito. Fue en ese  tiempo que, en más de una ocasión, se sentía separado de su propio cuerpo. A la vez, en su relación con el Maestro pasó, gradualmente, de la oposición y rebelión iniciales a una entrega total. La respuesta de Sri Ramakrishna lo asombró y marcó un cambio fundamental, en la vida de Narendra. Al principio todas fueron dudas acerca del Maestro, pero a medida que pasaba el tiempo, Narendra observó que Sri Ramakrishna era la representación viva de las verdades que enseñaba.  Más adelante diría: “¡Debatí con mi maestro durante seis largos años, por eso conozco cada centímetro de este camino!!!”

Estas son algunas de las enseñanzas que Sri Ramakrishna le dio:

"Dios escucha las sinceras oraciones y ruegos de la mente humana. Puedo asegurarte que tú puedes verlo más intensamente de lo que tú me ves. Puedes hablar con Él más íntimamente de lo que me hablas a mí. Uno puede escuchar sus palabras y sentir su toque." 

"Puede ser que tú no creas en las diversas formas divinas y las consideres producto de la imaginación. Pero si tú crees en alguna realidad última que regula el universo, entonces puedes  rogar así: "¡Oh Dios, yo no te conozco. Sé misericordioso y revélame tu real naturaleza! Si tu ruego es sincero, Él te escuchará." 

Estas palabras del Maestro animaron a Naren y lo ayudaron a dirigir su mente cada vez más hacia la  práctica espiritual.

En una ocasión Sri Ramakrishna le preguntó: "¿Ves una luz antes de quedarte dormido?” “Sí señor”, contestó Narendra. El Maestro dijo: “Ah, sí, es verdad, Narendra es un Dhyana Siddha, uno nacido perfecto en meditación." 

Un día, Sri Ramakrishna estaba en su cuarto con Keshsab Chandra Sen, Viyai Goswami y otros líderes del Brahmo Samaj. Narendra también estaba presente. El Maestro, en un estado exaltado  miró a Narendra. Una visión de la futura grandeza de Naren cruzó por su mente como un destello. Cuando la reunión hubo terminado dijo: "Si Keshab posee un signo de grandeza que lo ha hecho famoso, entonces Narendra tiene ocho de tales signos. En Keshab y en Viyai veo la luz del conocimiento alumbrando como la luz de una vela, pero en Narendra es como el sol que dispersa hasta el último vestigio de ignorancia e ilusión.

Cualquier persona se hubiera sentido henchido de vanidad ante tal elogio, pero en Naren el efecto fue muy diferente. Considerándose insignificante comparado con Keshab y Viyai, dijo: "Señor ¿Cómo dice semejante cosa? La gente pensará que está loco. ¿Cómo puede comparar a Keshab,  que es famoso en el mundo entero y al venerable Viyai con un insignificante estudiante como yo? ¡Por favor, no diga eso!" 

Sri Ramakrishna, muy complacido al oírlo respondió: "No puedo evitarlo. ¿Piensas que esas fueron palabras mías? La Divina Madre me lo mostró y yo simplemente lo dije. Ella jamás me revela algo que no sea Verdad. Cuando el Maestro se encontraba en un estado elevado no tenía en cuenta los razonamientos de Narendra; pero no siempre era así y a veces se sentía mal por lo que Naren le decía. En esos momentos recurría a la Divina Madre que le decía que se despreocupase, que en poco tiempo más,  Naren no dudaría de él.

Narendra no se impresionó y, con toda franqueza, le preguntó: “¿Cómo sabe que esas revelaciones provienen de la Madre? ¿No serán fantasías suyas, atribuibles a su imaginación? La ciencia y la filosofía occidental han demostrado que, a menudo, somos engañados por nuestros sentidos y que  hay personas con mayor predisposición a ese estado. Dado que Usted me quiere y desea verme grande, es muy natural que esas fantasías aparezcan en su mente." 

Había  convencido a Rakhal, otro de los grandes discípulos del Maestro, para que adhiriera al Samaj. Rakhal lo había hecho pero él sentía un gran fervor devocional y cuando acompañaba al Maestro al templo de Kali, se prosternaba ante las imágenes lo cual estaba en contradicción con el credo del Brahmo Samaj. Un día Naren lo vio ir al templo y lo increpó duramente. A partir de ese momento, Rakhal evitaba encontrarse con él. Sri Ramakrishna vio esta situación y le dijo a Naren: "Te ruego que no ofendas a Rakhal. Él ahora te teme porque cree en Dios con forma. Todos no realizan el aspecto sin-forma de Dios desde el comienzo." Naren comprendió y dejó de interferir en la religiosidad de Rakhal. 

Sri Ramakrishna solía reconvenir a Naren cuando se mostraba intolerante y le pedía que tratase de ver la verdad desde todos los  ángulos y a través de cada aspecto. Si bien Naren realizó la unidad que existe en todo esfuerzo espiritual y en toda creencia religiosa, continuó manifestándose contrario a la adoración de imágenes. 

En medio de su confusión, Naren practicaba meditación. Este esfuerzo por aquietar la mente le dio gran paz mental. En esos momentos él penetraba en los más recónditos pliegues de su naturaleza. Ya en las primeras visitas a Dakshineswar, las palabras de Sri Ramakrishna le resultaron muy reconfortantes y lo mantuvieron firme en la práctica de la meditación. Eso le ayudó a mantener su tumultuosa mente firme en la creencia de una realidad última. 

Gradualmente llegó al convencimiento de la existencia de una realidad última de la cual emana todo  lo fenoménico. Narendra, guiado por el anhelo de la visión divina, comenzó a llevar una vida de renunciación en la cual la oración y la contemplación se convirtieron en un hábito. Fue en ese  tiempo que, en más de una ocasión, se sentía separado de su propio cuerpo. A la vez, en su relación con el Maestro pasó, gradualmente, de la oposición y rebelión iniciales a una entrega total.

Es cosa sabida el inmenso amor de Swamiji por su patria y como, en tierras extrañas, donde no siempre lo pasó bien, precisamente por ser extranjero, se mostraba orgulloso de esa India a la que celebraba, de la que había rescatado su tesoro espiritual y que traía a Occidente como un regalo preciado. Nunca jamás escondió su origen sino que, por el contrario, se mostró orgulloso de su país y luchó por recuperar para India su gloria de antaño. Sabía cómo hacerlo. Él mismo lo cuenta en una carta que escribe a Alasinga: “En este país tengo que soportar pacientemente ciertas cosas: hambre, frío, ataques en la calle a causa de mi curiosa vestimenta, etc. Pero, mi querido amigo, las grandes cosas jamás fueron hechas sin sacrificio y mediante gran trabajo.” 

En otra carta, esta vez a Haripada, dice: “He venido a este país no para satisfacer mi curiosidad o por nombre y fama sino para ver la posibilidad de encontrar medios para ayuda y protección de los pobres de India. Nosotros enseñaremos a los americanos espiritualidad y asimilaremos lo mejor de su sociedad.”

Declara: “Un hombre que quiere a su ciudad aprende a querer a su patria; el intenso cariño que sentía para su pequeña ciudad se borra gradualmente, naturalmente. Así otro hombre aprende a querer al mundo entero; entonces el cariño por su patria, su patriotismo intenso y fanático se va, sin que él sufra por ello, y sin ninguna manifestación de violencia". El patriotismo se vuelve una práctica espiritual: es querer la patria como sagrada cuna, como Madre.

Todos los planes que puso en marcha estaban destinados a que su sueño más querido: el renacimiento de lndia, se cumpliese. Para eso, entre otras cosas, la condición de la mujer debía mejorar, las mujeres y la juventud debían educarse, la unidad en la diversidad debía pasar de ser un postulado teórico a modo de vida en que el otro tuviese lugar, el servicio a Dios sería trabajo y servicio al prójimo. La espiritualidad, entrega en la confianza. Para que esto fuese posible trabajó con ahínco en volver a poner en ejercicio la espiritualidad de los textos sagrados, de los Vedas, y luchó con denuedo contra las formas rituales que hundían las prácticas religiosas en el fanatismo. Dirá: “El Señor me ha mostrado que la falla no es de la religión sino de los hipócritas que inventan toda maquinaria de tiranía en la forma de doctrinas.” Sus herramientas fueron las de Shankaracharya: discernimiento y renunciación. Su propuesta, la de su Gurú: servicio a Dios en el hombre. Su fuerza, la Madre, esa de la que dudó al principio, a la que sirvió y por la que vivió y trabajó hasta el fin.

Pensar en Swamiji hoy, es mostrar la actualidad de su mensaje y la necesidad no sólo de comprenderlo sino de ponerlo en práctica.

Swami Vivekananda puntualizó la importancia de la mujer en el mundo. En sus planes de trabajo en su país, incluyó un plan de ayuda a las mujeres de India. Simultáneamente con su proyecto de fundar centros monásticos, tenía pensado establecer una institución para la educación de las niñas sobre lineamientos nacionales que diera como resultado, mujeres trabajando para el mejoramiento de la condición de su propio sexo. Miss Müller prometió sostener tal institución educacional para las niñas hindúes. El Swami también tenía proyectado traer a India a Miss Margaret Noble, luego Sister Nivedita, para ponerla al frente de su futura obra para las mujeres. 

Estamos a fines del siglo XIX cuando Swamiji hace estos planes. Hoy, en los albores del siglo XXI, estas premisas siguen siendo deseables para un país que quiera crecer y para todo aquel que desee bienestar y paz. Es por eso que Swami Vivekananda nos habla desde el presente, aquí y ahora. Desgraciadamente la violencia de género sigue siendo un problema a nivel mundial y nuestro país no está fuera del mundo. Más de una vez tenemos noticias de situaciones ciertamente aberrantes.

En una carta que escribe a Haripada desde Chicago le dice: “¿Sabe usted quién es un verdadero adorador de Shakti? El que sabe que Dios es la fuerza omnipresente en el universo y ve en las mujeres la manifestación de esa fuerza. Muchos hombres aquí ven a sus mujeres bajo esta luz. Manú por su parte ha dicho que los dioses bendicen a las familias en las cuales las mujeres son felices y respetadas. Aquí los hombres tratan a sus mujeres como es de desear y es por esta razón que son tan prósperos, eruditos, libres y plenos de energía. ¿Por qué nosotros somos serviles, miserables e inertes? La respuesta es obvia...”

En la cultura védica, la mujer ha sido objeto de especial distinción y respeto dentro de la sociedad. Los mismos textos sagrados establecen la necesidad de honrarla. Los Vedas dicen: “Donde las mujeres son adoradas allí los dioses moran.” Hay más de 30 mujeres sabias en el Rig Veda asociadas a distintos himnos. Esto indica el alto lugar que ocupaban en su sociedad, donde la sabiduría era revelada tanto a hombres como a mujeres.

A Shrimati Sarala Ghoshal, editora de “Bharati” le escribe: “En esta batalla de la vida son muy pocos los hombres que tienen el coraje de alentar al iniciador de un nuevo pensamiento. Por lo tanto, la aprobación de una culta y distinguida dama es para mí más valiosa que el aplauso de los hombres de India. Quiera el Señor que muchas mujeres como Usted nazcan en este país y dediquen su vida al mejoramiento de la tierra-madre.”

Y en otra carta que escribe desde Suiza a Shahi Maharaj quien fuese Swami Ramakrishnananda le cuenta que se enteró de que hubo mujeres públicas que asistieron al festival del aniversario de Sri Ramakrishna en Dakshineswar y que eso había hecho que muchos se retiraran y dice: “Mi opinión al respecto es la siguiente: Si a las mujeres públicas no se les permite asistir a un lugar de peregrinaje como Dakshineswar ¿dónde irán? El Señor se manifiesta especialmente para el pecador; no tanto para el virtuoso. Por lo tanto, toda distinción de sexo, casta, erudición, etc., son puertas de entrada al infierno. Si tales distinciones persisten en lugares de peregrinación ¿Dónde está la diferencia entre estos lugares y el infierno? Que por sólo un día, por lo menos, miles de hombres y mujeres se liberen del sentido de pecado y de toda distinción de casta y canten unidos el nombre del Señor es en sí un supremo bien. Si hasta en un lugar de peregrinación la tendencia de la gente no queda anulada por un día, la falla es de ustedes exclusivamente al no crear tal marea de espiritualidad que todo el que se acerque se sienta purificado.” 

Ya había expresado su preocupación por la educación en una carta que escribe desde América en la que dice: “Aquí en América un mozo de cordel es más educado que muchos de nuestros jóvenes y toda mujer americana tiene mejor educación que la que vemos en las mujeres hindúes. ¿Por qué no podemos tener la misma educación? ¡Debemos tenerla!”

Y en otra oportunidad declara: “La educación que no ayuda a la gente común a equiparse para la lucha por la vida, que no pone de manifiesto la fuerza de carácter, un espíritu de filantropía y el coraje de un león, no merece esa definición. Verdadera educación es aquella que nos capacita para pararnos sobre nuestros propios pies.”

Mahatma Gandhi dijo: ”He revisado las obras de Swami.Vivekananda muy a fondo y después de haberlas revisado, el amor que sentía por mi país, se acrecentó mil veces”



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