domingo, 17 de octubre de 2021

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Leonor Bakún : La Santa Madre y los detalles

 



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La Santa Madre y los detalles

Los grandes seres espirituales hacen de sus vidas un ejemplo. Sus vidas, sus acciones son tan importantes como sus palabras. No dicen qué hacer, lo muestran en su propia vida. Por eso, es tan valioso conocer el testimonio, las reminiscencias de quiénes los acompañan en su tránsito por estos lares. Es en los detalles donde se conoce a una persona, dónde se ve si realmente es amoroso por naturaleza, si lo que dice que practica, realmente lo practica.

Vale recordar a modo de ejemplo como probó Swamiji a Thakur en tantas y tantas cosas. Lo que ocurrió cuando pusieron dinero escondido debajo de su almohada y Thakur no pudo descansar. Hasta el último momento Swamiji puso a prueba al Maestro, precisamente en los detalles, y hasta el último momento el Maestro le mostró quién era.

Lo que me hizo pensar en esto fue un comentario de la Santa Madre precisamente a partir de lo que ocurrió cuando el Maestro pasó a la habitación de al lado. Como ustedes saben, devotos y discípulos disputaron por la posesión de las reliquias y les costó llegar a un acuerdo. Los discípulos deseaban custodiar las reliquias, los otros devotos querían instalarlas en una quinta de Ramachandra Datta. Al final, les entregaron la urna pero los discípulos pusieron la mayoría de las reliquias en otra urna que llevaron a la casa de Balaram.

Cuando la Santa Madre se enteró de la disputa, le dijo a Golap-Ma: “Una personalidad única ha desaparecido; pero ellos se están peleando por sus cenizas”. Uno se pregunta si a la Madre no le interesaba este tema, sumida como estaba en el dolor por la pérdida, pero luego sabemos que, conocedora como era de la naturaleza humana, había tomado sus recaudos sobre el tema, porque cuando peregrinó a Brindavan ella hizo ofrenda de una parte de las reliquias de Thakur, echándolas a las aguas sagradas. También lo hizo con los cabellos del Maestro en la misma confluencia del Yamuná y del Gangá y eso lo conocemos por la descripción que ella hace de la ceremonia. Dice: “Fui a la confluencia del Gangá y del Yamuná. Las aguas estaban allí muy calmas. Tenía los cabellos en mi mano, y estaba pensando echarlos a la corriente, cuando de repente se levantó una ola y se los llevó. Las sagradas aguas quitaron de mi mano los cabellos del Maestro, como para tornarse más santas por su contacto”.

Me detengo en esto porque me parece que muestra una actitud que va a mantener a lo largo de su vida. Sabemos de su desapego, pero también sabemos del cuidado que tiene con los regalos que sus devotos, sus discípulos le hacen. 

No sólo hace eso. Conocemos de su preocupación porque todo aquel que estuviera cerca de ella estuviese bien alimentado, pero no es el único aspecto que cuida. No es sólo la comida, sino el modo en que se le sirve. Una vez su sobrina le llevó la comida a alguien de una baja casta, pero más que servirle, le tiraba la comida. La Santa Madre le sacó el plato de las manos y le sirvió ella con cariño, porque ese no era el modo de darle de comer a alguien.

Una vez, durante la celebración del Durga Puja, le pidió a un discípulo que comprara algunos géneros para sus sobrinas. El discípulo compró solamente tejidos hechos en la India; pero, las mujeres de la familia no quedaron conformes, y sugirieron lo que ellas querían. El discípulo protestó porque querían telas extranjeras y él no se veía comprando eso. La Santa Madre le dijo que ella no iba a excluir a nadie y que comprara lo que ellas querían. Sin embargo este discípulo comentó después, que toda vez que la Santa Madre deseaba comprar alguna mercadería extranjera, no lo mandaba a él, sino a otras personas, pues respetaba los sentimientos de todos.

La revista Prabuddha Bharata publicó en Enero de 1981 un artículo de Swami Gauriswarananda que tituló Reminiscencias de la Santa Madre. Ahí cuenta que un día estaba extendiendo algunas ropas al sol cuando entre ellas encontró un trozo de tela de seda muy gastada y rota. La quiso tirar y le dijo a la Madre que no podía usar esa tela toda rota. “No, dijo la Madre, no la tires. Es un regalo de Koky (así llamaba ella a Sister Nivedita). La usé mucho tiempo. Las telas ordinarias no duran mucho, pero esta es seda de Assam. Aun ahora al verla la recuerdo a ella. ¡Qué chica adorable era!”. Del mismo modo cuida las cosas que le había regalado Swami Yogananda y en ese cuidado tenemos el cuidado por el amor que las personas pusieron en eso. 

Un día dos devotas estaban peleando por una tela en la que estaba impresa la planta del pie de la Madre. A esto ella sonrió y dijo: “Todavía estoy viva, ¿Por qué se pelean por la impresión de mi pie? Consigan una larga pieza de tela y traigan algún color.” Hecho esto se extendió la tela sobre una madera sobre el piso. Aplicó el color a sus pies, se paró sobre la tela y dejó su impresión. Hubo veinte impresiones. “Ahora, tomen una cada una” dijo.  Y pidió que la mejor de todas se la entregaran a ella misma. ¿Por qué? ¿Qué harás con tus propios pies? Le preguntaron. Ella dijo: “Se la daré a mi Rammoy” (el nombre premonástico del Swami). Que era un niño y eso le agradaría. El sábado siguiente se la dio con la indicación de que la guardara.

Ese es el punto. Ella sabe que no tiene sentido pelear por las cenizas, tratar mal a alguien porque es de otra casta, excluir una mercadería por el lugar donde se confeccionó, tirar algo que sólo contiene amor o pelear por un pedazo de tela, pero no lo dice. No da discursos sobre el tema. Simplemente actúa, sutil y dulcemente y en esos detalles donde está la enseñanza. No excluir y como dice Swami Pareshananda en un poema:

Voy aprendiendo a sentir
el mundo como mío.
Por Tu gracia, ¡Madre mía!,
nadie más me será ajeno."



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