La Suprema Gurú. La Santa Madre
Tres días antes de recibir iniciación, al bajar al bote camino a Dakshineswar, se me rompieron los ligamentos de la rodilla.
Reposo absoluto fue la prescripción del médico.
Al acercarse el día de la ceremonia, me preguntaba cómo conseguiría el sari para asistir ya que en la hoja con las indicaciones mencionaba ese ítem. Pero yo no podía ni moverme.
La noche previa una mujer hindú tocó a mi puerta con un sari blanco en sus manos y me dijo:
-“acaso no traería un vestido a mi hija en una ocasión tan importante?".
Absolutamente sorprendida por la bondad de la situación, le dije que luego se lo devolvería pero me respondió que se trataba de un regalo.
Rápidamente se apoderó de mí una emoción que entremezclaba el pasado con ese momento presente.
Y es así como recordé: muchos años atrás cuando fui a comprar la tela para mi vestido de novia, la modista me preguntó por qué no había concurrido con mi madre ya que según dijo, las madres suelen estar presentes en esos momentos. Evidentemente fui sola y sentí esa falta.
Y ahí estaba Ella, venida a través de esa mujer, mostrándome que sí estaba presente en éste mi gran compromiso.
Acaso como para terminar de afianzar esta bendita filiación, a la mañana de ese gran día, llegó un monje con un paquete con un sari, un chal, todas prendas nuevas que debería usar ese día ya que todo debía ser nuevo. Que hermosas eran.
Nunca pregunté quién exactamente compró mis ropas.
No hubiera podido elegirlas más adecuadas para mí pero... las madres saben.
Ese día mi Madre me vistió con nuevas ropas. Mi Madre curó esa herida de tantos años atrás cuando quedé con la idea equivocada de estar sola.
De más está decir que ese médico que me atendió era también un Swami, quien en esta ocasión volvió para colocarme una inyección y si los ligamentos siguieron rotos, no me enteré más. Entonces es así como entendí que mi único y verdadero "ligamento" es con mi Madre.
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