lunes, 25 de enero de 2021

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Leonor Bakún : SWAMI TURIYANANDAJI

 



Swami Turiyanandaji:

Parte del contenido de este artículo está basado en el libro que escribió Swami Ritajananda sobre la vida y enseñanza de Swami Turiyananda.


Swami Turiyananda (1863-1922), cuyo nombre pre-monástico era Harinath Chattopadhyay, nació el 3 de enero de 1863 en Calcuta, en el barrio de Bagbazar, en una familia conocida. Su padre se llamaba Chandra Nath y su madre Prasannamayee. A los doce años perdió a ambos y creció bajo el cuidado de su hermano mayor. Después de aprobar el examen final de la escuela, no fue a la universidad. Dedicó su tiempo a la meditación y al estudio del Advaita Vedanta de Sankara. Su amigo de la infancia, Gangadhar Ghatak fue conocido más tarde como Swami Akhandananda. Conoció a Sri Ramakrishna en la casa ancestral de Kalinath Bose, en Bagbazar cuando tenía alrededor de trece o catorce años. Cuando tenía unos 17 años, visitó a Sri Ramakrishna en Dakshineswar por primera vez, y luego se convirtió en un asiduo visitante de Dakshineswar. Desde edad temprana manifestó profundo interés por el Vedanta. Durante esa época se hizo amigo íntimo de Narendra. 

Hari formó parte del grupo de jóvenes que cuidaron a Sri Ramakrishna durante su última enfermedad en Cossipore. Cuando el Maestro enfermó, él no podía creer que estuviese enfermo y mantenía la esperanza de que todo fuera un juego del Señor. Un día, cuando Sri Ramakrishna estaba acostado en su cama en Cossipore, Harí le preguntó: «Señor, ¿cómo está?» El Maestro le contestó: «Tengo mucho dolor. No puedo casi comer y tengo una sensación insoportable de quemadura en la garganta.» Pero Harí entendió que el Maestro lo estaba afirmando en su devoción porque sabía que los Upanishad declaran que el juego del Atman es todo “como si fuera” pero no es en realidad. El Atman nunca experimenta enfermedad o sufrimiento alguno. Un hombre de realización es siempre el mismo y tal era el Maestro.

Cuanto más se quejaba Sri Ramakrishna, más claro se volvía para Harí que su Maestro lo estaba probando. Finalmente, no pudo controlarse más y surgió de lo íntimo de su ser estas palabras: “Señor, diga usted lo que diga, yo veo a usted como un infinito océano de bienaventuranza.” A esto Sri Ramakrishna, dijo para sí mismo sonriendo, “¡Ah! ¡El muy pillo me ha descubierto!” 

Luego de la desaparición de Sri Ramakrishna, estuvo entre los discípulos directos que tomaron sannyasa en el monasterio de Baranagore. Eso fue a comienzos de 1887. Después de tres años dejó el monasterio y pasó su tiempo haciendo tapasya en diferentes lugares, a veces solo, a veces en compañía de sus hermanos monjes. Así recorrió diferentes lugares de peregrinación por toda India. De hecho, Swami Turiyananda, en mayor grado que los demás discípulos de Sri Ramakrishna, ejemplificó el ascetismo. Vivió en soledad, y además de visitar lugares de peregrinación, se dedicó a meditar intensamente, a estudiar las escrituras y en lo práctico a reducir al mínimo las necesidades del cuerpo. Mendigaba el poco alimento necesario para mantener el cuerpo con vida y cuando pasaban algunos días en que no lo hacía los mismos vecinos del lugar donde se encontrase en esos momentos le llevaban comida, preocupados por él.

Varias veces se encontró con algunos de sus hermanos discípulos que también peregrinaban y practicaban austeridades. Swami Vivekananda, mientras tanto, les escribía frecuentemente desde América, pidiendo a sus hermanos monjes para que se ocuparan de que la organización que estaba en sus comienzos quedara firmemente establecida. Swami Turiyananda regresó a Calcuta a fines de 1896. En febrero de 1897, Swami Vivekananda regresó a la India procedente de América, vía Ceylán. 

El segundo viaje de Swami Vivekananda a Occidente tuvo un significado especial en la vida de Swami Turiyananda. Hasta entonces él había pasado casi todo el tiempo como monje errante, sumergido en contemplación en la más absoluta soledad. Pero Swami Vivekananda quería que América viera un ejemplo viviente de un sannyasin hindú ideal y le pidió a Swami Turiyananda que lo acompañara.  Swami Turiyananda muy conmovido por las palabras de Swamijí, a pesar de haberse resistido en un principio, no pudo seguir negándose y aceptó acompañar a Narén a América. Antes de la partida, la Santa Madre preparó una fiesta de despedida a los dos Swamis y les dio sus bendiciones. El barco zarpó de Calcuta el 20 de Julio de 1899.

Llegaron a Nueva York, vía Inglaterra, a fines de agosto de 1899. Swami Turiyananda  organizó clases para niños en Montclair, a pocas millas de New York. Instruía a los niños por medio de relatos épicos de la India y libros populares de instrucción moral. Además, daba conferencias en la Sociedad Vedanta de New York conjuntamente con Swami Abhedananda, quien era el principal de ese centro, inaugurado en 1898. Swami Turiyananda, además de colaborar con Swami Abhedananda en el trabajo de la Sociedad, dio conferencias en distintos lugares. 

Swami Ritajananda cuenta que, en 1900, la Sociedad Vedanta había atraído a muchos miembros entusiastas y ansiosos por poner en práctica los principios que habían aprendido en las clases. Considerando el ambiente de una gran ciudad con todas sus complicaciones, algunos anhelaban un lugar tranquilo donde poder dedicarse a las prácticas espirituales. Miss Minnie C. Boock, ofreció a Swami Vivekananda una propiedad  situada en el norte de California para tal propósito. Swamijí consideró que el lugar podría ser utilizado como un retiro y aceptó el regalo. Ese lugar fue denominado Shanti Ashrama.  Swamijí le propuso a Swami Turiyananda que organizara el Ashrama pero éste vaciló en asumir tal responsabilidad. Entonces Swamiyí le dijo, “Es la voluntad de la Divina Madre que tú te hagas cargo del trabajo allá.” Swami Turiyananda sonrió divertido a esto y replicó: “Di más bien que es tu voluntad. ¡Con toda seguridad tú no has oído a la Madre comunicarte Su voluntad en un asunto como este!”

Finalmente aceptó y el 2 de agosto el Swami salió para el retiro con una docena de entusiastas hombres y mujeres. El viaje hasta el Valle San Antonio donde estaba situada la tierra donada para el Shanti Ashrama era largo y arduo, y aunque resultó agotador, el entusiasmo general hizo que las dificultades fueran resueltas con alegría.

Se trataba de un grupo bastante heterogéneo de hombres y mujeres de distintas edades. Entre ellos se encontraba Gurudás, su muy querido discípulo, a quien después el Swami dejaría a cargo del Ashrama. Años más tarde, Gurudás viajó a India y sabemos de su cercanía y cuidado para con el Swami. También estaba en el grupo una joven de nombre Ida Ansell, de 23 años.

A Ida se le había confiado la tarea de tomar nota de las clases del Swami. Una vez estaba sacando punta al lápiz con un cuchillo mellado; como resultado la punta quedó despareja y asimétrica. El Swami lo notó; entonces tomó el lápiz y con el mismo cuchillo con todo cuidado afiló la punta hasta dejarla perfecta. Devolviéndoselo, le dijo, “Haga todo como un acto de adoración. Haga lo que haga, ofrézcalo a la Madre y hágalo tan perfecto como pueda.”  

Un día le preguntó a Ida, a quien llamaban Uyuvala (la resplandeciente) «¿Es Ud. profunda o superficial? ¿Vive y muere para las palabras o para los principios?» Ella no pudo responder en ese momento. Entonces el Swami agregó; «En materia de opiniones, siga la corriente; en materia de principios, permanezca firme como una roca.» Uyuvala dijo más tarde que con esas pocas palabras el Swami la había instruido para toda su vida.

En otra ocasión le preguntó: «¿Quién disfruta más del espectáculo? ¿El actor o el espectador? Aprenda a ser el testigo; permanezca a un lado y observe el juego sin involucrarse en él. No hable mucho. El habla es plata, el silencio es oro. Observe y escuche atentamente. Muchos son los que hablan y pocos se preocupan de escuchar.»

Uno de sus discípulos cuenta que el Swami le dijo una vez: ′′La primera puerta del Yoga es el control del habla, la no aceptación de regalos, la no expectativa, la falta de deseos y el amor a la soledad." Este versículo tuvo una profunda influencia sobre mí, pues solía entrar en muchas conversaciones. Cuando leí, pensé: ′′¡No entré ni en la primera puerta del Yoga! Así que decidí controlar mi habla.”

Cuando Swamiji regresó a la India, Swami Turiyananda continuó su trabajo primero en Nueva York y Boston y luego en California. Muchas veces había expresado su deseo de volver a ver a Swami Vivekananda y por esa razón sus discípulos del Shanti Ashrama le ofrecieron como regalo un viaje a India, para que pudiera cumplir su deseo.

Regresó a la India en junio de 1902. Al llegar se enteró del fallecimiento de Swami Vivekananda. Esa noticia lo acongojó profundamente. Al llegar a Rangoon se enteró por los periódicos de que su Gurubhai había dejado el cuerpo. Este fue un terrible golpe para él. Tres días después el barco llegó a Calcuta, el 14 de Julio de 1902 -diez días después de la desaparición de Swami Vivekananda. Swami Saradananda y varios otros monjes fueron al muelle para recibir al hermano proveniente de América. Al ver a Swami Saradananda, Swami Turiyananda no pudo controlarse; poniendo sus brazos alrededor del cuello del Swami, rompió a llorar amargamente.

Pasó los siguientes años practicando austeridades en Vrindavan, en diferentes lugares del Himalaya, en Dehra Dun, Kankhal, Almora, etc. En 1916 fue co-fundador en Almora del Ramakrishna Kutir, Ashrama de Ramakrishna Mission. Finalmente se instaló en Varanasi en febrero de 1919, y pasó sus últimos días en Benares.

Visitó Puri dos veces, en 1911 y en 1917. Allí tuvo una visión del Maestro, en el templo de Jagannath. Una vez, mientras subía las escaleras, vio al Maestro bajando del otro lado. Estaba vestido con ropa normal y tenía una guirnalda alrededor de su cuello. Swami Turiyananda inmediatamente se apresuró y se postró ante él. Cuando estaba a punto de tocar los pies del Maestro ofreciendo su pranam, el Maestro desapareció.

Cuando estaba en Varanasi la Santa Madre se refirió a él como un Swami muy bueno que cuidaba a los monjes jóvenes que iban a prestar servicio en ese centro. Uno de esos monjes fue Swami Vijoyananda, quien en 1932 estableció el centro de la Orden Ramakrishna en Argentina. Swami Vijoyananda conoció a muchos discípulos directos del Maestro y también vio a la Santa Madre. Cuando visitó el Advaita Ashrama en 1968, Swami Chetananandaji grabó sus reminiscencias. Una de ellas narra lo siguiente:

En 1920 la Santa Madre llegaba a Udbodhan desde Jayrambati por última vez. Swami Saradananda había ordenado que cuatro monjes, Swami Jagadananda, Swami Mukundananda, Swami Akshyananda y Swami Vijoyananda, irían a Varanasi para servir en este centro. Antes de irse, fueron a verla para recibir sus bendiciones. El monje que  la asistía les dijo que saludaran de lejos y que no le tocaran los pies. Swami Vijoyananda  así lo hizo y la saludó de lejos. Cuenta que en aquel momento la Madre dijo lentamente: "Hijo mío por favor acércate". Cuando se acercó, ella le preguntó: "Tu nombre es Pashupati?" El Swami asintió y entonces ella le preguntó si iba a Kashi. 

El relato del Swami sigue así: “Le dije que no quería irme. La Madre preguntó la razón. Contesté que tenía toda la familia alrededor de Kashi. Si iba podía ser problemático para mi vida espiritual. La Madre dijo que fuera, que no iba a pasar nada. Ella también añadió que en ese lugar estaban Swami Turiyananda y Swami Adbhutananda, que me  iban a ayudar mucho. Le dije que aun así no quería ir. La Madre dijo: "Ve. No hay nada que temer." En ese momento la Madre dijo: "Hijo mío por favor, acércate más a mí." Entonces lentamente me acerqué y puse mi cabeza en sus pies. Después, la madre puso su mano en mi cabeza y dijo "Vuelve pronto". En aquel momento llegó Rashbehari Maharaj y gritó: “¿por qué tan cerca? ¿No te dije que saludaras de lejos?” La Madre me salvó y dijo que ella me había pedido que me acerque y que él no tenía que gritar. Ese fue su encuentro con la Santa Madre, primero y último.

Tal como la Santa Madre había dicho así fue durante el año y medio que estuvo ahí. Diariamente iba a saludar a Hari Maharaj y siempre lo encontraba sentado muy erguido. Swami Turiyananda podía ver todo en él, como si estuviera mirando en un espejo, y así lo dijo. Swami Vijoyananda contó que Hari Maharaj había dicho que él podía ver todo lo que somos y lo que seremos y al escuchar eso se asustó. Pensando en eso antes de ir a verlo, a las once, después de bañarse, hizo 10.000 repeticiones del nombre del Señor, solo para 'cubrir la mente' contra esa experiencia. Ingenuamente, pensando que esa práctica lo purificaría bastante, fue a saludarlo. Pero, cuando llegó a la habitación del Swami  y se postró, lo primero que le dijo, con una sonrisa, fue: “Tu armadura es bastante vulnerable; veo igual en tu interior.” Y se echó a reír. Lo levantó y dijo: “No, no es suficiente ¡Todavía veo a través de ti!” Y ambos rieron. 

Cuando Hari Maharaj iba a Belur Math ayudaba en distintas tareas. En una ocasión había que preparar una enorme pila de verduras para luego cocinarlas. Mientras el Swami y algunos jóvenes Brahmacharis estaban ocupados en esta tarea, sonó la campana llamando a desayunar. El Swami les dijo, ‘Falta muy poco; terminemos primero y luego vayamos a desayunar.’ Pero cuando llegaron al comedor encontraron que no habían reservado nada para ellos. El Swami preguntó por el desayuno para ellos. Por lo general lo que había sido preparado se repartía equitativamente entre los residentes del Math dejando porciones aparte para los que llegaban algo después. Pero ese día no había indicios de que se hubiera hecho una reserva. La respuesta fue que lo que estaba destinado para ellos, Swami Premananda se lo había dado a algunos devotos que habían llegado. El Swami entonces le reclamó que no hubiera dicho que estaba reservado para ellos. 

A lo que el joven respondió: «Señor, ¿cómo podía permitirme hacer una observación a un Swami mayor?» 

«¿Por qué no? -le dijo el Swami- Si tú realmente lo amas, no deberías haber vacilado en decir algo que él desconocía. Yo sé que tú lo amas sinceramente; a aquellos a quienes tú amas puedes decirle lo que sea. ¿Cómo puede haber temor cuando uno ama a una persona?»

Un joven peregrino desorientado con respecto a lo que debería hacer, pidió al Swami un consejo. ‘Piense en Dios y Él le ayudará’ -fue la respuesta.

Hablando sobre el deseo, dijo: 

“Es verdad que uno no puede abandonar todos los deseos, pero si la mente aprende a discernirlos ya no podrán ejercer el poder que tenían. En el Vasistha Yoga se lee: «Si uno lleva como amigo al discernimiento uno no es presa de las grandes tentaciones». Sí; es así. Si uno mantiene un discernimiento certero y firme, ninguna ilusión puede vencer a un hombre. Si tú recuerdas constantemente que el mundo es irreal, ¿qué pueden hacer los deseos? 

No hay daño en cumplir pequeños deseos; los que son peligrosos son aquellos que nos hacen olvidar al Señor. No importa si tú tienes que vivir en el mundo; si recuerdas firmemente al Señor, los deseos no te extraviarán. Ruégale constantemente y cuéntale tus deseos. Él pondrá todo en orden.”

Algunas de sus enseñanzas fueron:

′′Mientras podamos mantener nuestra mirada fija en el Señor, estaremos, por así decirlo, caminando en el aire y ninguna espina podrá herir nuestros pies."

"Nunca esperes nada de nadie. Siempre da. De otra manera, te vendrá una sensación de sequedad. Pero tu mente no debes darla a nadie. Solo debes entregarla a Dios."

"Sri Ramakrishna representa la síntesis y armonía de todos los senderos religiosos. Seguir un sendero particular era la regla en tiempos pasados. Ahora uno debe cultivar un desarrollo completo y armonioso, combinado con una magnanimidad de corazón hacia los otros."

"El constante discernimiento agudiza el intelecto. La verdad se revela al hombre que constantemente discierne para alcanzarla. Uno siempre debe tener a mano la espada del discernimiento."

"Uno debería dedicarse enteramente a Dios, esté en el hogar o en el bosque. Retirarse al bosque no tiene ningún sentido si uno no medita en Dios. Y si dedicas tu mente a Dios no importa donde estés; nada hay que temer."

"No hay liberación alguna ni tregua, hasta que no hayas cumplido con tus deberes. Lo que hayas dejado sin cumplir, te estará esperando y aparecerá de nuevo. Escapando, no te salvarás. No hay libertad, no hay respiro hasta que hayas cumplido con tus deberes. Eso, que has renunciado sin actuar, te estará esperando, sólo para volver a aparecer. No puedes llegar a la siguiente etapa sin realizar las tareas de la anterior. Aspira cosas más altas, pero nunca eludas los deberes actuales. No hagas eso. Haz tus deberes en el mundo, pero piensa en Dios todo el tiempo. Toma como ejemplo a la mujer enamorada, que piensa siempre en la persona que ama mientras realiza sus tareas.”

“Quieres tener siempre buen tiempo y luminoso sol, pero recuerda que un lugar de continuo sol se convertiría en un desierto.”

 “Lo que nosotros vemos es únicamente el reflejo de nuestra propia mente. Veamos al Señor en todo y no veremos ningún mal. Una mente maliciosa ve el mal en todas partes; una mente pura ve solo el bien.” 

«Lo que aprendemos debemos ponerlo en práctica, por lo menos una vez. Sri Ramakrishna practicaba cada cosa tres veces. Por medio de la práctica nos llega el conocimiento. ¡Haz algo, practica!” 

Entre los Monjes que fueron a visitar al Swami en sus últimos días, se encontraba Swami Akhandananda, su amigo de infancia y Gurubhai. Pasaba mucho tiempo junto al Swami. Cuando el sufrimiento del Swami se agudizaba, Swami Akhandananda le oía repetir en voz alta el nombre del Señor, pero jamás salía una queja de sus labios. 

A los pocos días de haber llegado, Swami Akhandananda recibió una carta de su Centro pidiéndole que regresara urgentemente para atender algunos asuntos importantes. Los monjes del Sevashrama de Benares le pidieron que no se fuera dado que su presencia resultaba muy beneficiosa para Swami Turiyananda. Swami Akhandananda fue a ver al Swami sin poder decidir qué hacer. «Adelante, hermano!» le dijo el Swami a modo de saludo. «Siéntate. Me siento un tanto intranquilo cuando tú no estás aquí. ¡No te vayas ahora!» Esto aclaró definitivamente la situación. Swami Akhandananda accedió gustoso al deseo de su Gurubhai y abandonó la idea de dejar Benares. Permaneció allí y acompañó al Swami en el momento de su mahasamadhi, el 21 de julio de 1922.

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