Una dulce compañía
Sri Ramakrishna dice: “Hay una clase de hombres que son como la ostra de la leyenda. La ostra deja su lecho en el fondo del mar y sube a la superficie para recibir una gota de agua de lluvia cuando la estrella Svati está en el ascendente. Se deja flotar en la superficie del mar con sus valvas bien abiertas, hasta que logra atrapar una gota de agua de lluvia, y entonces se sumerge y desciende hasta el fondo, donde se queda hasta lograr de la gota de agua una maravillosa perla.” Swamiji era como la ostra de la leyenda.
En Estados Unidos había dicho que, aquellos estudiantes que estuviesen dispuestos a dejar de lado sus intereses y a viajar 500 kilómetros para dedicarse al estudio de Vedanta, serían los que él reconocería como discípulos. Suponía que serían pocos los que lo harían. Una de las estudiantes tenía un chalet en Thousand Island Park, la isla mayor del río St. Lawrence, y se lo ofreció para que se reuniera con todos los estudiantes que fuera posible acomodar en el lugar. Este plan atrajo al Swami y así lo hizo. Un discípulo escribió: en este escenario encantado “olvidando el mundo y por el mundo olvidados” permanecimos siete venturosas semanas con nuestro bienamado Maestro, escuchando y bebiendo sus palabras de inspiración. Inmediatamente después de la cena acudíamos a la galería superior y esperábamos su llegada. No teníamos que esperar mucho. Apenas nos congregábamos, abría la puerta de la habitación y con paso tranquilo se dirigía a su asiento. Casi siempre se quedaba con nosotros cerca de dos horas y, a veces, mucho más. Una hermosa noche de plenilunio nos habló hasta que la luna desapareció en el horizonte, al parecer tan inconsciente del transcurso del tiempo como nosotros. Con frecuencia el Swami parecía no estar totalmente consciente de nuestra presencia. Entonces, nosotros casi conteníamos nuestra respiración por temor a perturbar el fluir de sus pensamientos. Luego, se levantaba de su asiento y recorría ida y vuelta los estrechos límites de la galería mientras volcaba un torrente de divina elocuencia. Nunca fue más dulce, más cálido que durante esas horas. Muy semejante debió ser el modo en que su Maestro enseñaba a sus discípulos, dejando que escucharan simplemente lo que emanaba de su propio ser. A la tarde hacíamos largos paseos y el Swami, de la manera más sencilla, encontraba “libros en las corrientes cristalinas, sermones en las piedras y a Dios en todo” y al mismo tiempo era alegre y pleno de humor.
De eso se trata. De la dulce compañía. Por eso no puedo más que expresar agradecimiento por la bendición y el privilegio que tenemos, en estos difíciles momentos, de estar acompañados por los Swamis, que participan en nuestros encuentros y nos dan clases.
Swamiji predicaba que el carácter y únicamente el carácter es el poder que hace que una influencia religiosa perdure. Es el carácter lo que confiere fuerza a una verdad; el amor lo que le comunica eficacia, la concentración detrás de una palabra lo que le da su fuerza y constituye todo su poder. Una simple palabra pronunciada por una mente en la cual las palabras son el fruto del pensamiento, tiene un efecto inmediato, mientras que la misma palabra, si proviene de una mente inconsistente, pasa desapercibida. Por eso es importante no perder palabra cuando un ser santo habla.
Swami Vivekananda tenía gran reverencia por la palabra de la Madre. Cuando su discípula, Margaret Noble, posteriormente Sister Nivedita llegó a la India, expresó el deseo de conocer a la Santa Madre. En ese tiempo ella no sabía bengalí y la Madre no sabía inglés. Por lo tanto Swami Vivekananda envió a Swami Swarupananda con ella para que actuara de intérprete. La Madre recibió a Nivedita con toda cordialidad y cuando se postró a sus pies permitió que le tocara sus pies. La Madre puso sus dos manos sobre la cabeza de Nivedita en señal de bendición.
La Madre le preguntó el nombre y el Swami respondió Miss Margaret Elizabeth Noble. La Madre dijo que era un nombre muy largo, que no podía repetirlo y que la llamaría Koky (nena) y le preguntó: ¿Te parece bien?
Al saberlo Swami Vivekananda corrió a ver a Swami Brahmananda y le dijo: “¡Qué peso me he quitado del corazón! ¡Y de mi mente también! ¿Qué hubiera sucedido si la Madre rechazaba a Nivedita? Ella la ha aceptado como a su propia hija.”
Nivedita aprendió rápidamente el bengalí y comenzó a visitar a la Madre más a menudo conversando con ella sin ayuda de terceros. La Madre se sentía dichosa por esto.
Thakur, hablando de Sri Sarada Devi, le dice a Golap Ma, quien estuvo, como una sombra, al lado de la Santa Madre hasta el último momento: “Tú sabes muy bien que nosotros somos dos aspectos de lo Único.”
La práctica de la devoción no es una garantía contra los sufrimientos de la vida. Es el sostén de la vida porque el devoto sabe que su conciencia y su existencia están dentro del Ser y el poder divinos. Para quien Dios es todo ¿dónde más que en Dios buscará alivio y socorro cuando se encuentra angustiado y desorientado? Uno sabe que sólo no lo va a lograr. Se presenta ante Dios tal como es, con sus miserias, sus cosas chiquitas, sus dolores grandes, sus necesidades, su todo y ponerlo a sus pies. Es eso, refugiarse en Él, poner todo a sus pies y confiar. O sea, decir: no estoy solo, tengo una Madre, es acudir a esos dos aspectos de lo Único.
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