Hola. Estoy muy agradecida por estar aquí. A Padre Swami Pareshananda por haber habilitado este espacio, a los Swamis por su santa compañía, al equipo técnico de devotos que trabaja para que nos encontremos. Participo con una máquina que no tiene ni cámara ni micrófono incorporado. Me brindaron la oportunidad de escribir algo y que alguien con buena voluntad lo leyera. Así que, nuevamente, gracias. Aquí voy:
Todos sabemos cómo y por quién fue fundada la Orden, quiénes la presidieron en sus comienzos y todos sabemos de la gran devoción y dedicación de los Swamis Mayores, los discípulos monásticos directos de Sri Ramakrishna, pero tengo en mi corazón que el germen de la Orden ya estaba presente cuando la Santa Madre le arrancó a Él la promesa de que nunca les faltaría a sus discípulos, un plato de comida y ropa sencilla. También cuando Él le prometió que tendría innumerables hijos. De hecho, si la Madre hubiese priorizado el esposo sobre el Maestro, no sé si hoy estaríamos aquí reunidos. Creo que el concepto de Sanghajanani, la madre de la Orden, salvadora y sustentadora, la Madre Universal, está ahí presente. A los devotos les dijo, olvidada de sí misma: “Miren, todos ellos (los discípulos de Sri Ramakrishna) son almas grandes. Sus cuerpos son canales para hacer bien al mundo. Cuiden de que estén cómodos y no les falte nada”. Y no hay duda de que la discípula mayor era ella misma.
Thakur le dice a Golap Ma, quien estuvo, como una sombra, al lado de la Santa Madre hasta el último momento: “Tú sabes muy bien que nosotros somos dos aspectos de lo Único. ¿Qué sabe la gente de nuestra relación?”
Para sus asistentes, ella era como una madre; a su lado se sentían felices y seguros al amparo de su naturaleza afectiva y protectora. En lugar de servirla y cuidar de ella, en realidad era ella quien cuidaba de ellos.
Cuando uno piensa en la Santa Madre, sabe que ella está ahí, cuidándonos realmente. Es una gran tranquilidad. Cuando Thakur parte “al cuarto de al lado”, si bien los devotos de Thakur, al principio no la reconocieron, la rescataron los jóvenes Swamis de la orden naciente. Ella se dedicó a sus hijos-discípulos, con los que no hizo distinciones. Sus enseñanzas, invaluables, son simples y concretas. La Santa Madre demostró que es posible para todos manifestar la Divinidad en y a través de las actividades diarias.
Swami Gauriswarananda cuenta en sus Reminiscencias que en el año 1914 era estudiante y frecuentemente visitaba a dos sobrinos de Sri Ramakrishna que vivían en Kamarpukur. Dice: “Un día les pedí que me llevaran a conocer a la Santa Madre. Ellos fijaron como fecha el sábado siguiente porque los sábados teníamos la tarde libre en la escuela.
En mi camino a Jairambati, pensaba que vería a la Madre sentada en un trono ricamente adornado, rodeada de doncellas que la abanicaban. Pero al entrar a la casa fue tremendo mi desencanto, pues solamente había un pequeño cuarto hecho de adobe con techo de paja. El piso no tenía ni siquiera una capa de cemento.
Para colmo encontré a la Madre inclinada juntando la basura del piso con una escoba. Al vernos la Madre dijo, “Esperen hijos míos hasta que haya barrido el piso y me lave las manos” y continuó: “Esta escoba limpia el mundo entero, pero cuando uno la toca tiene que lavarse las manos”.
Luego de terminar su trabajo, la Madre se sentó y la saludamos inclinándonos.
El Swami cuenta en sus Reminiscencias que a partir de ese momento comenzó a visitar a la Santa Madre regularmente y trataba de colaborar
Revisando archivos, encontré una publicación de Noemí Lavagno de un fragmento de una carta de Mónica von Kleist, que escribe el 30 de Diciembre de 1967, desde Belur Math en un viaje que hizo acompañando a Swami Vijoyananda. Ahí cuenta una visita al centro de Yairambati, del cual era jefe este Swami. Dice así:
“El jefe del centro es una madre; parecía una mujer; adorable. Nos llevó a la casa donde la Madre vivió cuarenta años, también nos mostró el templo donde rezó cuando tuvo disentería. Este Swami mientras caminamos nos contó que de muy chico conoció a Sri Sarada Devi y que ella lo quería mucho, no tenía reparo con él, en presencia de otras personas tenía el velo siempre bajo, pero con él no. Él le sacaba las canas y le hacía masajes en las piernas que le dolían mucho por el reuma. También nos contó que en aquellos tiempos no había ningún limonero en el pueblo, pero él tenía uno en su casa, de ahí hizo una planta y cuando tuvo siete limones la trajo y la plantó para la Madre. La Madre estaba tan contenta que la mostraba a las mujeres y decía: "Ven que inteligente es mi niño, hizo una planta y ya tiene siete limones".
Este mismo Swamijí nos llevó en auto a un lugar donde la Madre instaló la fotografía de Thakur y la Suya y las adoró, es el único lugar donde Ella se adoró a si misma.
Cuando nos despedimos el Swamiji nos bendijo. Puso sus manos en nuestras cabezas. Tuvimos la impresión de que la Madre misma nos había bendecido.
Se lo dije al Swami Vijoyananda y él me dijo: "Esto es la casa de la Madre".
Sri Sarada Devi es un refugio para el afligido, y un espejo de la madre que todos, hombres y mujeres, llevamos dentro. Es la personificación del poder espiritual, de sabiduría, de amor, de indulgencia, de simplicidad y generosidad.
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