lunes, 2 de diciembre de 2019

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Leonor Bakún: El Filo de la Navaja (Cap.:IV)




EL FILO DE LA NAVAJA
Aventuras de Nárada
Capítulo IV

Nárada hizo su entrada al Svayamvara. Cientos de reyes se habían congregado para la ceremonia, cada uno con la esperanza de ganar la mano de Visvamohini. Cuando Nárada apareció en el salón todos los reyes lo saludaron poniéndose de pie en señal de reverencia. Lo vieron con su aspecto normal. El Señor había arreglado las cosas de manera que la forma de mono se revelara en el momento preciso y únicamente ante una selecta minoría. Su intención no era humillarlo ni ridiculizarlo sino ayudarlo haciéndolo consciente de sus debilidades para poder superarlas luego.

Dos clases de personas ven faltas en otros: los que proclaman los errores y debilidades de otros para rebajarlos ante los demás y los que ven los defectos con el propósito de ayudarles a superarlos.

Cuando Nárada entró al salón todos vieron su apariencia normal y con todo respeto le dieron la bienvenida. Nárada lo atribuyó a la hermosa forma del Señor que él creía lucir. Ocupó su lugar asumiendo una posición estratégica. Inmediatamente entraron dos personas y se ubicaron una a cada lado suyo. Eran Rudraganas, asistentes de Shiva. Lo habían seguido desde que dejó Kailasa después de su encuentro con Shiva. Muy indignados habían escuchado la conversación y observado su osadía al sugerir muy sutilmente que él era más grande que Shiva mismo. Si bien Shiva no se sintió humillado en absoluto y se había divertido con el suceso, sus asistentes no podían perdonar a Nárada. Lo habían visto rogar al Señor que le concediera Su belleza y habían presenciado también la travesura del Señor al ‘adornar’ al sabio con cara de mono. Y esto los divertía.

Visvamohini entró al salón con sus acompañantes portando una guirnalda en la mano. Todos los ojos se volvieron hacia ella. La atmósfera estaba saturada de sentimientos de esperanza, ansiedad y suspenso. Visvamohini dirigió una mirada recatada a todos los presentes. Cuando sus ojos recayeron sobre Nárada sintió gran indignación al ver a una semibestia participando de la ceremonia con la esperanza de conseguir su mano. No se acercó a él y se negó a pasar por la fila en la que él estaba sentado.

Esto fue un terrible golpe para Nárada. Se sintió ofendido e insultado. Se sentía confundido y perplejo. No podía comprender por qué la princesa lo había evitado dado que él suponía ser el más hermoso de todos los allí reunidos. Algo que ocurrió en un relámpago abrió los ojos de Nárada. La princesa pasó junto a cada uno de los presentes sin colocar la guirnalda a ninguno. Al acercarse a la entrada, súbitamente apareció allí Sri Hari en todo su esplendor y gloria. El rostro de Visvamohini resplandeció de dicha, corrió hacia él y le colocó la guirnalda en el cuello. Sri Hari la hizo sentar a su lado en su vehículo Garuad y partió para Vaikuntha.

De pronto todo el cuadro apareció claro ante Nárada. “El Señor me ha engañado miserablemente” murmuraba indignado mientras luchaba en vano por reprimir su ira. Luego dirigió su mirada a los dos hombres sentados a cada lado suyo quienes reían disimuladamente como divertidos por la derrota y ridícula situación de Nárada. En son de burla le dijeron: ‘¡Ve a mirarte en el espejo!

El espejo es un objeto muy útil. La gente se para ante el espejo para examinar su apariencia, especialmente cuando va a encontrarse con alguien. Todos lo hacemos y aparentemente no hay nada malo en ello. Pero mirarse en un espejo es una cosa y que otro le diga que se mire al espejo, es otra. Lo primero es natural, lo segundo es un insulto. Nárada no pudo reprimir su ira. Se miró en un estanque y para su azoramiento vio que su rostro era el de un mono. Cuando los dos asistentes de Shiva vieron al sabio atisbando su rostro en el agua, pensaron que era más prudente escapar que correr el riesgo de una maldición de Nárada. Pero el sabio se incorporó y los vio escapando de él, entonces surgieron de su ira estas palabras de fuego: “¡Los maldigo para que nazcan como demonios y sufran en esta tierra!”

Los asistentes de Shiva no habían venido al Svayamvara con el deseo de conseguir la mano de la princesa. Lo que ellos querían era presenciar la caída de Nárada. Por supuesto, su intención era bien demoníaca, dado que buscaron felicidad en el sufrimiento y la humillación de Nárada. La debilidad puede ser perdonada pero una ofensa merece castigo. La maldición de Nárada, si bien fue un acto impulsivo de venganza, sacó a la luz el demonio oculto en el interior de los dos asistentes. No hay duda de que la ira había conquistado a Nárada.

Nárada ahora volvió a mirarse en el estanque y vio su propio reflejo; el rostro del mono había desaparecido. Cumplido su propósito, el Señor retiró la mágica creación proyectada por su inescrutable poder. Podemos suponer que Nárada recuperó su sano juicio después de esta experiencia pero no fue así. Lleno de ira e indignación Nárada se dirigió a Vaikuntha mascullando para sí: “Hari es el principal causante de todo. Él mismo estaba enamorado de la princesa y se ha divertido a costa mía.”

En el momento que se dirigía a verlo, el Señor mismo apareció ante él con Lakshmí y Visvamohini a cada lado. Cariñosamente le preguntó: “Querido hijo  ¿dónde vas?” Esto era demasiado. Se había apropiado del objeto de su deseo y ahora tenía la osadía de presentarse ante él con sus dos consortes y preguntarle con toda ironía ‘adónde iba’. Nárada imaginó que Harí quería atormentarlo y confundirlo apareciendo con la princesa sin darse cuenta de que Visvamohini era la Shakti, el poder mismo del Señor y por esa razón era natural que siempre estuviera con él.

En cuanto a la pregunta ‘¿dónde vas?’ no tenía otro motivo e intención que despertar a Nárada. Nárada, para ir a Vaikuntha eligió el sendero de la ira y la venganza. Este sendero nos aleja de Dios. Dice el Gita: “Lujuria, ira y codicia son los portales del infierno.” (XVI-21). Nárada, en su ofuscación iba de cabeza al infierno. Finalmente pronunció esta triple maldición: ‘¡Oh Señor, yo te maldigo para que tengas que asumir cuerpo humano dado que es mediante esa forma que Tú me engañaste miserablemente. Además sufrirás las angustias de la separación de tu bienamada así como yo estoy sufriendo ahora. Y tercero, Tú me diste forma de mono. Por lo tanto es de los monos de quien Tú tendrás que depender cuando nazcas en la tierra!’ Nárada hizo una pausa y miró triunfante al Señor quien se mantenía en calma y hasta sonriente. No daba signos de impaciencia, ira o indignación. Era como si dijera. ‘Es justo lo que yo estaba esperando.’

Para ese entonces Lakshmí y Visvamohini habían desaparecido. Cuando Nárada fijó su mirada en el rostro compasivo y dichoso del Señor, el velo de Maia cayó de sus ojos. En un relámpago comprendió hasta qué punto había permanecido alucinado por el poder de Maia y cómo lo había protegido el Señor. Se sintió profundamente disgustado consigo mismo. Ya recuperado no podía perdonarse la audacia de acusar y maldecir al Señor. Con gran humildad y arrepentimiento cayó a sus pies y le pidió perdón. Agregó además que retiraba su ‘maldición’ pero el Señor no se lo permitió y dijo: “¿Puede suceder algo, hijo mío, sin mi voluntad?”

Fue como resultado de esta ‘maldición’ que el Señor nació como Rama: esta oportunidad le permitió vencer a las fuerzas del mal. A través de su forma humana dejó un deslumbrante ejemplo de una vida correcta la cual por siglos y siglos ha permanecido como fuente de inspiración. Buscó la ayuda de los monos, otra parte de la maldición de Nárada, y venció a las poderosas fuerzas malignas cuyos jefes eran Rávana y Kumbhakarna. Esos dos demonios eran los dos asistentes de Shiva que conocimos en la ceremonia Svayamvara. Finalmente el Señor cumplió la tercera parte de la maldición de Nárada experimentando gran sufrimiento por su separación de Sita. Nárada se sintió avergonzado cuando vio el resultado de su maldición. A pesar de que a Rama se lo ve, calmo, tranquilo y hasta alegre. El Señor había aceptado voluntariamente la maldición de Nárada, había asumido una forma finita para liberar al hombre, que es infinito, pero ha olvidado su real naturaleza.

La historia de Rama puede ser estudiada a diferentes niveles. Al nivel más elevado, el Ramayana es un libro de texto ideal para todo estudiante de Vedanta. A nivel  popular es una epopeya, para otros un hecho histórico y para algunos una narración mitológica. Sin embargo, algunos consideran que la vida de Rama pertenece a la categoría de los Upanishads.

La historia de Nárada nos muestra los peligros densos y sutiles que acechan en el sendero espiritual; la importancia del autoexamen, de estar alerta, de cultivar una fe inconmovible y una verdadera humildad. Nos asegura también la infalible mano protectora de lo divino guiando, alentando, instruyendo y hasta jugando con el aspirante espiritual. ‘El filo de la navaja’ puede ser filoso y hasta temible cuando luchamos para asirnos de la mano de Dios. Se vuelve inofensivo cuando es Dios quien nos toma de la mano.

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