lunes, 25 de noviembre de 2019

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Leonor Bakún: (17/11/2019)




EL FILO DE LA NAVAJA
Aventuras de Nárada
Capítulo II

Dejamos a Nárada en marcha hacia Kailasa. A Shiva, el señor de Kailasa, se lo considera Gurú del renunciante porque conquistó las pasiones. Por eso Nárada quería conocer su reacción cuando le narrara la historia de su conquista. Esperaba que tuviese celos y temor de que su supremacía en ese campo llegara a su fin.

Al verlo llegar, Shiva se puso de pie para dar la bienvenida a este dedicado sabio de Harí. Nárada narró la historia de su victoria sobre la ira y la lujuria. Shiva escuchó pacientemente y cuando terminó le dijo: “Bien, amigo mío, muy bien. Lo que me has contado es muy bueno, pero, por favor, no lo cuentes a nadie más. No le digas una sola palabra de esto a Harí. Si él te busca la boca, tú guarda silencio.”

Este consejo de Shiva fue demasiado sutil para una mente nublada como la de Nárada y éste no lo comprendió. Lo que Shiva le estaba diciendo era: ‘Cuando tú llegaste pensé que oiría las glorias del Señor, como de costumbre. Con el relato de tu encuentro con Cupido malgastaste mi tiempo. Ahora no malgastes el precioso tiempo de otras almas piadosas con tu discurso.’ Shiva sabía muy bien quien había protegido a Nárada y tuvo compasión de él.  Quiso evitarle pasar por tonto ante Hari, pero su consejo cayó en oídos sordos. Nárada pensó que Shiva tenía celos y, por temor a que nadie lo reconociera como el modelo perfecto de pureza y desapego, quería mantener en secreto la victoria de Nárada para proteger su propia fama. Pero Nárada pensó que se debía conocer la verdad, que él era el ser viviente más grande del mundo. Se despidió de Shiva y se dirigió a Vaikuntha, la morada de Vishnú.

El sentido común se había despedido de Nárada. Cuando Cupido fue a cumplir su riesgosa misión a Kailasa, era consciente de la magnitud de su tarea. Por eso primero inundó al mundo entero con la fiebre quemante de la lujuria y sólo entonces entró en Kailasa. Al llegar encontró a Shiva en profunda meditación. Tan pronto como la fiebre de la lujuria del mundo vio la forma inmaculadamente pura de Shiva, sucumbió totalmente, por eso Cupido tuvo que usar sus dardos. La victoria de Shiva fue de proporciones cósmicas porque benefició al mundo entero. En el caso de Nárada, su éxito fue un asunto puramente personal sin la menor repercusión en el mundo.

A primera vista la reacción de Nárada parece más noble y loable que la de Shiva dado que conquistó la ira y tuvo la generosidad de perdonar. Sin embargo, las escrituras dicen que las ligaduras son de varias clases: aversión, vergüenza, sospecha, odio, orgullo, lujuria, ira, codicia, apego y celos. Sri Ramakrishna lo resumía en dos palabras: lujuria y codicia. Todas las otras ligaduras son subproductos directos o indirectos de ellas, por eso él las condena en sus enseñanzas. Ahora bien, cuando el aspirante espiritual se enfrenta con esos enemigos, ¿qué debe hacer? ¿Perdonarlos o destruirlos? Lo que es seguro es que no se le aconseja ser comprensivo, indulgente y afable cuando se trata de la lujuria, codicia y otros ‘enemigos’ de la vida espiritual. Así pues, la compasión de Nárada estuvo mal dirigida. 

Nárada se deslizaba rápidamente desde las alturas de la devoción en las cuales acostumbraba vivir y, cuanto más lo hacía, más elevado se sentía hasta que finalmente llegó a la conclusión de que él no era segundo de nadie... ¡ni siquiera de Hari! Con este convencimiento se presentó ante el Señor de Vaikuntha quien, regiamente ataviado, estaba reclinado despreocupadamente en su lecho serpentino mientras Lakshmi masajeaba sus pies.

Cuando el egoísmo nos domina, las tendencias reprimidas surgen con fuerza. Nárada estaba ahora en la cúspide del mundo. Todos y todas las cosas eran muy inferiores a él, sin exceptuar a Hari. El egoísmo ciega de una manera terrible. Nárada perdió de vista el hecho de que estaba ante el Señor mismo en quien meditaba habitualmente, cuyo dulce nombre cantaba sin cesar y cuya infinita gracia lo protegía dondequiera que estuviera.

El Señor se incorporó para recibir a Nárada y cortésmente dijo: “El muy reverenciado sabio nos está visitando después de mucho tiempo.” En circunstancias normales Nárada hubiera quedado perplejo al oír a Hari expresarse con tanta formalidad, porque la relación entre ambos era muy íntima y el Señor lo amaba como su propio hijo. Pero en vez de notar el cambio tácitamente aceptó que era muy natural que Hari se dirigiera a él de manera tan respetuosa. Aunque antes visitaba Vaikuntha diariamente, ahora llegaba después de largo tiempo para informar a Hari del motivo de su visita y relatarle lo que lo había mantenido alejado. Después de describir la historia de su conquista de la ira y la lujuria, lo miró expectante.

Con rostro grave el Señor dijo: “¡Oh Nárada! Por el solo hecho de tener tu ‘darshan’ la gente se libera de la lujuria y de otras debilidades del corazón. No hay que asombrarse de que tú mismo estés libre de esos males.” Sintiéndose un dios, Nárada respondió: “Todo es debido a tu gracia, mi Señor.” Dado que Hari le había brindado tan valioso cumplido, Nárada sintió que él también debía decir algo adecuado para la ocasión, como una forma de etiqueta. Pero en su interior estaba convencido de que su victoria era totalmente suya.

Muchas veces se oye: ‘por la gracia de Dios’ ‘por la gracia del Gurú’ de una manera tan casual que parece que la gracia se ha vuelto abundante en estos tiempos. Lo   cierto es que la palabra ha perdido mucho de su santidad y real significado debido al excesivo y mal uso del término.

Si Nárada hubiera contemplado el rostro de Hari y observado su aspecto severo, habría comprendido bajo qué luz ver su cumplido. Pero la cualidad del egoísmo es volverse ciego a la realidad y aceptar únicamente lo que le conviene o lo halaga. Es así que el rostro severo del Señor escapó a la atención de Nárada mientras, con todo gusto, devoraba las palabras de elogio del Señor. El hambre por reconocimiento y apreciación crece más y más ante el elogio de las virtudes o logros.

Había un humor sutil en las palabras de Harí que escapó a la atención de Nárada. Satisfecho de que su grandeza hubiera sido reconocida, dejó Vaikuntha. El Señor, al ver la condición de su amado hijo quedó muy triste. Lujuria e ira, dice el Gita, son los grandes enemigos del aspirante espiritual. Harí vio que Nárada se encontraba cautivo de esos enemigos. Estar ligado es malo pero no saber que uno está ligado, es mucho peor. Tal era la condición de Nárada.

Esto es lo que sucede a muchos aspirantes. Aparentemente, a sus propios ojos y también de los demás, todo está bien en ellos. Pero cuando se presenta la oportunidad de hacer algo malo, es cuando se pone a prueba la fuerza interior. La veracidad se convierte en una virtud cuando somos capaces de permanecer veraces ante una oportunidad para mentir y obtener algún beneficio. El que es veraz no lo hará aunque no haya peligro de ser descubierto.

Nárada no había pasado por esas pruebas y había confundido un éxito pasajero con una conquista permanente. El Señor conocía el problema y actuó en consecuencia. Dios permite que cada individuo evolucione mediante sus propios esfuerzos y enfrente las consecuencias de su propio karma. Sólo cuando se hace necesaria la ayuda divina, interviene. Tal momento había llegado ahora en la vida de Nárada. Hari salvó a Nárada de las funestas profundidades de la degradación espiritual de un modo sumamente original e interesante.

Continuará…

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