martes, 22 de octubre de 2019

SEGUIR APRENDIENDO: Sra. Leonor Bakún: (19-10-19)



Integración
La historia del Diluvio es conocida. Dios decidió destruir el mal sobre la tierra pero no la vida y para preservarla le ordena a Noé que construya un arca. Le da indicaciones precisas sobre su construcción y sobre quiénes deben entrar en ella. Lo curioso de esta historia es que la palabra usada para designar el arca es tevah, que no significa nave, sino palabra.
O sea, la vida se salvó porque entró en una palabra. Y es esa palabra, la palabra de Dios la que integra y unifica. Es su nombre, su recuerdo el que nos integra. Integrar significa completar un todo con las partes que le faltan.
Lo cierto es que a Dios no le falta nada y eso que parece paradojal, en realidad, es una de las claves de la realización. Porque “es un sendero sin ansiedad”, o sea, tarde o temprano, a menor o a mayor plazo, la vamos a lograr. Es parte de nuestro destino. Es lo que nos da el puntapié inicial y es la meta. En ese sentido, integrarse es realizar a Dios que es, según entiendo, la meta de la vida.
De vida en vida y en todas las vidas que es toda la vida, Dios está en nosotros y nosotros en Él. Simplemente, hay un momento, en alguna parte del trayecto en el que tomamos conciencia de lo que somos y comenzamos a transitar el camino espiritual con mayor o menor empeño.
Uno de los descubrimientos que suele hacerse a lo largo de este sendero, de este tránsito, es la gran cantidad de beneficios que trae abandonar el uso de los pronombres ‘yo’, ‘mío’, ‘nosotros’, ‘nuestro’. Ese descubrimiento suele venir acompañado de otro, casi simultáneo y es lo dificultoso que resulta abandonar el uso de los pronombres ‘yo’, ‘mío’, ‘nosotros’, ‘nuestro’. Estas palabras remiten a la subjetividad, que normalmente, es la parte más saludable, fuerte y resistente del ser humano. 
En el Vivekachudamoni leemos que no hay oscuridad para nosotros si tenemos luz interior. Esta luz nos llega a través de nuestro conocimiento de lo supremo. Los Vedas y maestros enseñan desde la orilla. Pero el sabio cruza el océano de la ignorancia valiéndose de su propio conocimiento. Maya (o ignorancia) cubrirá al sabio que olvida meditar en el Ser como el musgo de un estanque desafía a los que lo apartan volviendo una y otra vez a cubrir el mismo sitio. 
Swami Vivekananda dijo que si Dios le habló a un hombre en el desierto, hace más de dos mil años, también puede hablarnos hoy, de otra manera. Y exhortó: Vayan hacia Dios, sea por el camino que sea, sólo vayan pero en el camino no derriben a nadie.
Thakur decía que los libros sagrados sólo indican el camino que conduce a Dios. Cuando se conoce el camino, ¿de qué sirven los libros? Una persona recibió de su casa de campo una carta, en la cual sus parientes le pedían ciertas cosas. En el momento de hacer las compras, buscó la carta para ver cuáles eran los artículos pedidos. Al hacerlo, comprobó que la había extraviado. La buscó afanosamente por todas partes, hasta que la encontró. Volvió a leerla con gran cuidado. La carta decía: "Por favor, manda cinco kilos de dulce, cien naranjas y ocho metros de tela". Una vez enterado de su contenido, tiró la carta, y se apresuró a buscar las cosas pedidas. Del mismo modo, los libros sagrados sólo nos señalan los medios para realizar a Dios. Conocidos los medios, el próximo paso es abrirse camino hacia la meta. La Realización es la meta.
Y explicaba: “La casa está terminada. Adentro todo está preparado, las líneas de gas con sus picos (en ese tiempo no había electricidad), todo está listo, sin embargo no hay luz. Hay que pedir a la compañía la conexión del gas y tendremos luz.” Todo está preparado, ese pedido lo tenemos que hacer. Una vez que ha sido conectada la luz, aunque la casa estuvo a oscuras por mucho tiempo, queda alumbrada. No ocurre como ahora que la gente se pregunta si va a haber o no corte de luz dijo Swami Vijoyananda. No, eso no pasa con la luz divina. Cuando llega alumbra para siempre. Y cuando ella alumbra no se cometen más errores, no se cae más en la ignorancia.
La práctica espiritual es el aire para el fuego. La continuidad hace la transformación y el crecimiento.
¿Cómo mejorar, con este yo que resiste todos los embates, nuestra decisión previa de integrarnos?
En una de sus poemas-enseñanza Swami Pareshanandaji nos da una clave: recordando a Dios, que en nuestro caso es sinónimo entre otras cosas, de repetir el mantra.
Integrarse no es anularse. Es acercamiento, es formar parte con toda la fuerza, con todo el ser. Es no olvidar que somos seres divinos, que nuestra vida está teñida de divinidad y, por lo tanto, debemos manejarla con el cuidado y respeto con el que se maneja el tesoro más preciado.

Por eso la integración es una práctica espiritual, porque tomar la decisión de hacerlo, nos hace entrar en la palabra que preserva la vida, que preserva lo sagrado, que es sagrado, en Dios y su mantra que, como sabemos, son una y la misma cosa.

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