sábado, 6 de julio de 2019

Artículo: SWAMI VIVEKANANDA por la Sra. Leonor Bakún (22-6-2019)



Swami Vivekananda, Peregrinaciones y algunas apostillas

Basado en La vida de Swami Vivekananda por los discípulos de Oriente y Occidene

La historia de un gran ser no tiene hechos casuales. Si uno recorre con atención las peregrinaciones que realizó Swami Vivekananda puede ver que de cada una de ellas trajo algo que luego legaría a sus gurubhais, a sus discípulos y así, a nosotros.
Tan pronto como el Maestro dejó el cuerpo, Naren resolvió salir en peregrinación. Los primeros peregrinajes de Naren fueron breves. Cada vez que salía, por una razón u otra, al poco tiempo se veía obligado a regresar al monasterio. Así, no abandonó Baranagore hasta bien entrado el año 1888 (dos años después). 
Los pocos registros de aquellos días de monje errante provienen de los gurubhais que lo acompañaban, de cartas que él envió y de los hogareños a quienes inició como discípulos. Con ese  material se hizo posible reconstruir, con bastante exactitud, la vida de Swami Vivekananda desde 1887 hasta 1893. Durante ese período en que no tuvo conexión con el Math de Baranagore sus gurubhais, salvo Ramakrishnananda y Adbhutananda lo acompañaron en diferentes momentos. Ellos dejaron registro de esos días, sobre todo Akhandananda quien permaneció con él  desde fines de Julio hasta Diciembre de 1890.
Durante esos viajes había visto algo de India y trabado relación con personas de diversas opiniones y lo que quería para él y sus hermanos era tener una gran amplitud de miras para poder cumplir su misión de acuerdo a las enseñanzas del Maestro.
Después de una breve estadía en Baranagore, Naren salió en peregrinación hacia lugares sagrados  del norte. Su primera escala fue Benares. Su segunda escala fue Ayodhya, el gran imperio del Rey- Dios Rama. De Ayodhya fue a Lucknow donde visitó los palacios, jardines y mezquitas de la ciudad. De Lucknow se dirigió a la ciudad de Agra, muestra de la grandeza de los Xogules. Visitó el gran fuerte, los palacios y tumbas de la era mahometana y fue repetidas veces el Taj Mahal del que dijo alguna vez: “Cada pulgada de esta maravillosa obra merece todo un día de concentrada observación.”  
En el verano de 1891 estuvo en Monte Abu, una famosa colina, lugar de veraneo de la gente pudiente de la India Central y Rajputana, famoso por la belleza y perfección de las esculturas y tallas del templo de Dilwara. Allí tuvo enseguida un grupo de devotos de sus enseñanzas que lo seguían. Con ellos salía a caminar por las tardes.
En Ahmedabad, el Swami disfrutó particularmente de los bellísimos templos y perfeccionó su conocimiento sobre el jainismo pues en el lugar había muchos eruditos con los que conversó sobre el tema.
El Swami solía recorrer las ruinas y monumentos que había en los lugares que visitaba. Le interesaban mucho y en Yanagad, un lugar de peregrinación por los muchos lugares sagrados del hinduismo, el jainismo y el budismo, encontró amplio campo para su estudio y observación. Se sintió especialmente interesado en el Monte Girnar, lugar sagrado para todos los credos de la India. Encontró una cueva solitaria para realizar sus prácticas y al cabo de algunos días regresó y anunció  a sus amigos que debía proseguir su camino.
En Bhooj se quedó algún tiempo y se hospedó con el Dewan, con quien mantuvo largas discusiones acerca de los problemas industriales, agrícolas y económicos del país y de la necesidad de educar al pueblo. Luego regresó a Yunagad donde descansó algunos días y luego se dirigió a Verawal y Patan Somnath, conocida como Prabhas. Visitó los templos de Somnath, el Suraj Mandir y se bañó en la confluencia de los tres ríos.
Después de varios viajes cortos se dirigió a Porbandar, lugar considerado asiento de una antigua ciudad de Sudamapuri, como recordarán los lectores del Bhagavatam. En este lugar el Swami visitó el antiguo templo de Sudama y fue cordialmente recibido por el Dewan, Pandit Shankar Pandurang, Administrador del Estado durante la minoría de edad del Príncipe.
Rameswaram es el Benares del Sur de India, uno de los lugares sagrados de India, inmortalizado en el Ramayana, por el viaje de Rama a Lanka (Ceylán) para rescatar a su Reina, Sita. La puerta de entrada el gran templo de Rameswaram, tiene una altura de 35 metros. La gloria del templo está en sus corredores y galerías abiertas. Se dice que Sri Ramachandra, a su regreso de Lanka, luego de haber derrotado y matado a Rávana, fundó este templo y adoró en él a Shiva. 
El Swami visitó el lugar y luego continuó viaje hacia Kanyakumari (Cabo Comorín), en el más extremo sur de India. Aquí finalizó su peregrinaje que se extendió desde el norte hasta aquellas distantes regiones de nieves eternas donde los Himalayas se internan en el Tibet. Se sentía ansioso como un niño por ver a la Madre. En el templo, se postró ante su imagen. Luego, se lanzó al océano  y nadó vigorosamente hasta una roca separada por un kilómetro y medio del territorio de India. A su alrededor, el océano bramaba y embestía tal como la tempestad en su propia mente. Allí, sentado sobre la última roca de India, entró en profunda meditación.
Al día siguiente de la partida hacia América, el barco arribó a Colombo (Ceylán) y permaneció en ese puerto un día entero. El Swami recorrió las calles de la ciudad y visitó un templo budista en el que hay una imagen gigantesca de Buda, reclinado, entrando en el Nirvana.
En Singapore visitó el Museo y el Jardín Botánico.
En Cantón el Swami fue a visitar varios templos y quedó maravillado ante la belleza y perfección de la antigua escultura budista, de las delicadas imágenes talladas en madera. Comparó esos templos con los de India y se deleitó ante la originalidad de todo lo que veía. 
Lo que deseaba era visitar un monasterio chino pero estos monasterios se encuentran situados en lugares prohibidos para los extranjeros. El intérprete le informó que pretendía un imposible y eso estimuló más su deseo, así que le preguntó: “Supongamos que se presentara un extranjero ¿Qué pasaría?” La respuesta no fue muy alentadora. “Bueno señor, con toda seguridad sería maltratado.” El Swami pensaba que los monjes no lo molestarían si supieran que él era un monje hindú, así que  insistió hasta convencer al intérprete y a sus compañeros de viaje que estaban con él a pisar las tierras prohibidas. Dijo alegremente: “Vamos y comprobemos si nos matan.”
No habían caminado recorrido mucha distancia cuando el intérprete gritó: “¡Vuelvan, vuelvan! ¡Allí  vienen y están furiosos!” Dos o tres hombres con palos en la mano se acercaban rápidamente. Atemorizados por su apariencia amenazante, escaparon todos, menos el Swami y el intérprete.  Cuando el intérprete dio señales de querer huir, el Swami lo tomó del brazo y amigablemente le pidió que antes de escapar le dijese como se decía en chino ‘monje hindú’. Se lo dijo y el Swami se anunció en voz alta. La palabra 'yogui' transformó la actitud de ellos quienes hicieron una profunda reverencia y se prosternaron a sus pies. Luego se incorporaron y extendieron sus manos con las palmas juntas en señal de respetuoso saludo. Dijeron algo en voz alta y el Swami consultó con el intérprete, que se mantenía a prudente distancia, confuso ante el curso de los acontecimientos, ya que jamás había presenciado algo igual. Dijo que ellos querían que les diese amuletos para protegerse de los malos espíritus y de las influencias negativas. Pedían protección. El Swami reflexionó un momento. Él no creía en los encantamientos. Súbitamente sacó un papel de su bolsillo, lo dividió en varios trozos y escribió en ellos la palabra “OM” en sánscrito, la palabra más sagrada de los Vedas y símbolo de la verdad trascendental. Repartió entre ellos los trozos de papel y los hombres tocaron con ellos su cabeza.
Una historia parecida vivió un rabino en las épocas en que el jasidismo alegraba la vida de los campesinos judíos polacos que vivían situaciones muy difíciles. Una madre muy afligida le rogó que hiciera algo para salvar la vida de su pequeño hijo que estaba muy enfermo. El rabino, sin vacilar, escribió un versículo de la Torá en un papel, lo dobló y le dijo que lo pusiera bajo la almohada del pequeño y el niño se salvó.
La pregunta es: ¿El poder de ese papel escrito, está en la letra, en la fe, en la creencia? Ambos idiomas tienen la misma característica. En sánscrito hablamos de la mátrica shakti y en hebreo de cabalá. Para pensar.
Luego lo condujeron al monasterio. En los lugares más solitarios del edificio, conservaban muchos manuscritos escritos en caracteres del antiguo bengalí. El Swami los observó atentamente. Esto, sumado a otras evidencias que encontró en sus viajes y a su estudio del budismo chino lo convencieron de que Bengala y China, en algún tiempo remoto, habían estado en estrecha comunicación. 
En Japón el Swami visitó los templos más importantes de las ciudades en que estuvo y estudió los ritos y ceremonias que se realizaban en ellos. Asombrado, descubrió que los templos tenían inscripciones de mantras sánscritos escritos en caracteres del antiguo bengalí, si bien pocos sacerdotes conocían  sánscrito. Encontró que el espíritu moderno también había penetrado en la clase sacerdotal y se enteró, complacido, que consideraban a India como la tierra ideal de lo elevado y genuino.
Antes de ir a Inglaterra viajó a París, centro de la cultura europea de esa época,  aprovechó su breve estadía para visitar museos, iglesias, catedrales y galerías de arte.
Ya en Inglaterra los esposos Sevier y Miss Muller viajan con él a Suiza para que descanse. De ahí van a Kiel en Alemania por invitación del Dr. Deussen que se encuentra luego con ellos en Hamburgo para regresar juntos a Inglaterra.  Con el grupo fueron a Amsterdam por tres días, donde visitaron las galerías de arte, los museos y otros lugares de interés.
En Milán se hospedaron en un hotel cercano a la Catedral para poder visitarla. El Swami quedó  impresionado ante el cuadro de da Vinci, La última cena. Le agradó mucho Milán. Era su primera experiencia en Italia. Luego visitaron la ciudad de Pisa, famosa por su Torre inclinada, su Catedral, el Campo Santo y su Baptisterio. El Swami admiró las maravillosas tallas y obras en mármol, por lo general en blanco y negro.
De Pisa pasaron a Florencia, ciudad hermosa a orillas del Arno. Visitaron galerías de arte, sus parques. Se enteraron de la historia de Savonarola y rápidamente se integraron con el espíritu de la ciudad.
En Roma visitó todos los lugares de interés  y fue evidente el profundo interés que había detrás de su calma exterior. Hablaba de la Roma de siglos anteriores con sus ambiciosas aspiraciones personificadas en su arquitectura magnífica tanto por su tamaño como por su belleza. Finalmente en Nápoles, mientras esperaban el barco, visitaron la ciudad.

Y no es casual que su peregrinación termine en Occidente. Swami Vivekananda fue una síntesis perfecta de Oriente y Occidente. Llevó la cultura de Oriente a Occidente y trajo a Oriente la educación y la tecnología de Occidente.

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