viernes, 14 de diciembre de 2018

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Leonor Bakún




El día que M. conoció a Thakur, al retirarse se preguntó: “¿Quién es ese hombre de aspecto sereno que me arrastra hacia él?” Tal vez sea esa la pregunta más difícil de contestar.
Al leer esto me acordé de la historia de cierto ser que tenía que nacer. Tenía mucho miedo, estaba asustado y fue a pedir ayuda a Dios. Dios le dijo que lo ayudaría, pero con una condición. Le dio una escalera. Esa escalera tendría que tenerla con él durante cada momento de su vida. Nunca podría dejar de sostenerla.
Pasó el tiempo, nació, fue creciendo y en cierto momento de su vida la escalera comenzó a cansarle. Era incómoda por momentos, pesada por otras, había cosas que quería hacer y no podía por culpa de la escalera.
Finalmente, tomó una decisión. La cortó. De ese modo, la escalera se volvió más liviana y a él le resultó más cómodo cumplir con la condición de llevarla en todo momento. Pasaron los años, envejeció y nuevamente la escalera volvió a molestarle. Le costaba trasladarla, pero la condición era llevarla en todo momento. Él ya sabía como resolver tan molesta situación. Volvió a cortar la escalera. Finalmente, falleció y llegó al paraíso. Ahí había un cartel precioso que decía: ¡Bienvenidos! Para entrar siga la flecha. La flecha señalaba hacia arriba. Miró y vio una pared altísima, sobre la que se recostaban dos preciosas puertas de oro con gemas engastadas. Miró a su alrededor y descubrió un montón de gente saltando y tratando de alcanzar el portón y comprendió que si hubiera conservado la escalera tal como estaba, le habría resultado muy sencillo acceder al paraíso. Ahora tendría que realizar un gran esfuerzo y no sabía si le resultaría posible.
La diferencia entre un devoto y alguien que no lo es, es precisamente el corte de la escalera. Esa escalera representa la vida espiritual, la que nos permite vivir a nosotros, seres terrenales, con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo, en Dios, en el Ser. Para un devoto que tenga intensa fe, él no perderá su fe, aunque su oración no dé el fruto esperado, porque tiene consigo la escalera en todo momento y confía. El secreto de la devoción es buscar refugio en Dios. La práctica de la devoción no es una garantía contra los sufrimientos de la vida. Es el sostén de la vida porque el devoto sabe que su conciencia y su existencia están dentro del Ser y el poder divinos. Para quien Dios es todo ¿dónde más que en Dios buscará alivio y socorro cuando se encuentra angustiado y desorientado?
Uno sabe que sólo no lo va a lograr. Se presenta ante Dios tal como es, con sus miserias, sus cosas chiquitas, sus dolores grandes, sus necesidades, su todo y lo pone a sus pies. Es eso, refugiarse en Él, poner todo a sus pies y confiar. Thakur le dice a Golap Ma, quien estuvo, como una sombra, al lado de la Santa Madre hasta el último momento: “Tú sabes muy bien que nosotros somos dos aspectos de lo Único. ¿Qué sabe la gente de nuestra relación?” O sea, decir: no estoy solo, tengo una Madre, es acudir a esos dos aspectos de lo Único.

Creo que ahora podemos contestar la pregunta que hacía M al principio: “¿Quién es ese hombre de aspecto sereno que me arrastra hacia él?” Ese ser es el que nos enseña a sostener la escalera cueste lo que cueste.

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