Este cuento, es considerado "una gran alegoría de la capacidad del hombre para engañarse a si mismo, de su poder de racionalización, y de basar una creencia en otra"
Otra opinión, se refiere a su contenido; y propone hacer un paralelo entre la verdadera religión y lo que el hombre entiende por tal. La verdadera religión se equipara a la tumba de un santo, en tantolo que el hombre entiende por ella, equivale a enterrar un asno en un lugar de un santo verdadero.
El padre del maestro Nasrudin era el respetado custodio de un santuario, la tumba de un gran maestro, a donde fielmente concurría gente crédula y auténticos buscadores de la verdad.
Si los acontecimientos seguían su curso normal, Nasrudin sería el sucesor de su padre. Pero a la temprana edad de quince años, decidió seguir el antiguo
proverbio "Busca el conocimiento aunque se encuentre en China".
-No trataré de disuadirte, hijo mío -dijo su padre-.
Así que Nasrudin ensillo su asno y se dispuso a viajar. Visitó Egipto y Babilonia
recorrió el desierto arábigo y las montañas hindúes, entrevistándose con derviches y avanzando siempre hacia el lejano Oriente.
Nasrudin vagó por las cordilleras de Cachemira, tras haberse desviado hacia el Tibet, hasta que su asno, abrumado por la atmósfera ratificada y las privaciones, se desplomó y murió.
Nasrudin quedo anonadado por la pena,
por que el paciente animal había sido el único y constante compañero en sus jornadas, a lo largo de doce años. Con el corazón destrozado enterró a su amigo y levantó un simple montón de tierra sobre su tumba. Y allí permaneció en silenciosa meditación.
En poco tiempo, los viajeros que tomaban el camino montañoso entre India y Asia Central, China y los santuarios de Turkerstan, observaron curiosos su figura solitaria, viéndole llorar a veces y observar enigmático los valles de Cachemira.
- Esa debe, sin duda, ser la tumba de un santo -se decían unos a otros-. Y no de un santo cualquiera, sino de alguien de vida ejemplar extraordinaria, puesto que al le reverencia su discípulo. Ha estado ahí durante muchos meses sin hallar consuelo.
Ocurrió que paso por allí un hombre muy rico y dio orden, que se construyera en el lugar un santuario y su correspondiente cúpula, en señal de devoción... La fama del derviche doliente y silencioso, se difundió por el mundo hasta que el padre de Nasrudin se enteró y emprendió a su vez una peregrinación al sagrado lugar.
Cuando vio a Nasrudin le faltó el tiempo
para preguntale que había sucedido. Se lo oyó contar y alzó los brazos lleno de estupor.
- Debes saber, hijo querido -exclamó- que el santuario donde te criaste y al que tempranamente abandonaste, fue erigido exactamente del mismo modo que éste, por un encadenamiento de sucesos parecidos a los acontecidos aquí, cuando mi propio asno murió, hace alrededor de treinta años.
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