De acuerdo con la psicología occidental, el objeto es la fuente de toda sensación, y el sujeto lo interpreta de acuerdo a su formación mental.
La mente pertenece a la materia, pero está compuesta por una sustancia extremadamente sutil. Sus formas parten de la naturaleza, prakriti, pero capta la luz que refleja la conciencia pura del Ser Universal, el Purusha.
Además, la mente tiene la facultad de asumir totalmente la forma del objeto. De acuerdo con el sistema Sankhya, no es el objeto el que hace una incursión sobre la mente e imprime sobre ella su propia forma, es la mente la que sale a buscar el objeto y luego crea ella misma su forma.
Cómo podremos conocer la verdad, si proyectamos sobre ella nuestros propios prejuicios, pasiones y preferencias?
El sistema de Yoga nos exige en el comienzo que purifiquemos las fuerzas del prakriti en el cuerpo físico y también las del cuerpo sutil, la mente.
Como próximo paso nos recomienda que eliminemos las fuerzas del tamas y el dominio de rayas. Finalmente cuando se alcanza la pureza sattva, toda la agitación desaparece. El equilibrio se restablece.
Sólo entonces uno realiza en toda su dimensión a la pura conciencia, libre de toda ideación mental y de todo concepto.
Dios está en nosotros, pero nosotros no estamos en Dios. Es por eso que hay tanto sufrimiento. No sabemos que Dios está en nosotros, y el propósito de la meditación es que nos provea una prueba directa.
De acuerdo con el Mundakopanishad, el conocimiento es de dos categorías. Uno es el conocimiento secular, y puede aportarnos en el mejor de los casos, una comprensión intelectual. El otro es el conocimiento sagrado, gracias al cual uno realiza la verdad, el Atman o Brahman.
Si deseamos adquirir este conocimiento superior es esencial que nos sometamos a una disciplina apropiada.
La meditación es el único medio a nuestra disposición que nos conducirá hacia nuestra meta.
Desde el punto de vista hindú, la esencia de la meditación consiste en transferir el centro de nuestra conciencia desde un plano inferior a otro superior.
La tarea principal a la que el aspirante debe dedicarse consiste en establecer la más completa armonía entre el cuerpo y la mente.
La vida mística nos plantea un drama. Una aspiración profunda nos lleva hacia la vida espiritual, pero nuestro cuerpo se niega a colaborar. Nos dividimos entre dos tendencias opuestas. Por un lado sentimos la necesidad de acercarnos a la verdad. Por el otro, también sentimos todas las fuerzas que van en su contra debido a inumerables causas. Nos encontramos atrapados en un remolino peligroso y no sabemos como escapar de él. Nuestro cuerpo y nuestra mente están en conflicto entre sí.
Es esencial que disminuyamos el conflicto y aliviemos las heridas. En el comienzo mismo la meditación demanda disciplina y purificación.
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