El ego de un niño :
Estuve leyendo recientemente un libro que me recomendó Eugenia, llamado Disolver el Ego, de un autor norteamericano llamado David R. Hawkins. Como sabemos, el ego, que es el sentido de identidad que nos permite sobrevivir y relacionarnos y ser personas, es a la vez, una fuente de sufrimiento. ¿Qué dice Sri Ramakrishna al respecto? Lo he escuchado muchas veces pero siempre que lo leo, es como que me recuerda algo que olvidé otra vez y que necesito volver a tener en cuenta. Por eso voy a leer este fragmento del Evangelio, del capítulo 45, “Sri Ramakrishna en Shyampukur”, que está en el tomo III.
Dice el Maestro: “Si no es posible deshacerse de este ego, entonces, que el muy canalla quede como el servidor de Dios. (Todos ríen).
Un hombre puede conservar este ego aún después de alcanzar samadhi. Un hombre así siente: o bien que es un servidor de Dios o que es un amante de Dios. Shankaracharya retuvo el ego del Conocimiento para enseñar a los hombres la vida espiritual. El ego servidor, el ego del Conocimiento o el ego devoto pueden llamarse el ego maduro. Es distinto del ego inmaduro que nos hace sentir “Yo soy el hacedor, yo soy el hijo de un hombre rico, soy instruido, soy rico. ¿Cómo pueden atreverse a desairarme?” Un hombre con un ego inmaduro acaricia tales ideas. Supongamos que ha entrado un ladrón a la casa de un hombre así y roba algunas de sus pertenencias. Si el ladrón llegara a ser capturado, se le arrebatará todo lo que ha robado y se lo castigará. Y finalmente, será entregado a la policía. El dueño de las cosas robadas dirá:”¡Qué! ¡Este canalla no sabe en la casa de quién ha entrado!”
Después de alcanzar a Dios un hombre se vuelve como un niño de cinco años. Su ego puede ser llamado el ego de un niño, el ego maduro. El niño no está bajo el control de ninguno de los gunas. Está más allá de los tres gunas. No está bajo el control de ninguno de los gunas -sattva, rayas o tamas-. Observad un niño y veréis que no está bajo la influencia de tamas. Por un momento pelea y discute con su amiguito y al rato lo abraza, demostrándole mucho cariño y vuelve a jugar con él. No está ni siquiera bajo el control de rayas. Ahora construye una casa de juguete y hace toda clase de planes para hermosearla y al rato abandona todo y corre hacia su madre. También podéis verlo llevando un hermoso traje de cierto valor. Después de un momento, el traje está tirado en el suelo; ha olvidado todo al respecto. O tal vez lo ponga bajo el brazo. Si se le dice “¡Qué hermoso traje! ¿de quién es?”, contesta: “Es mío, mi papá me lo dio”. Si se le dice “Querido, ¿no me lo darías?”, contestará “Oh, no, no es mío. Mi papá me lo dio, no te lo daré”. Unos minutos más tarde podéis engatusarlo con un juguete o una cajita de música que cueste un centavo y él te dará su traje. Aún más, un niño de cinco años no está apegado, ni siquiera a sattva. Un día pueden encontrarle muy feliz con sus compañeritos de la vecindad; no se siente feliz ni por un momento si no está con ellos, pero mañana, cuando vaya a otro lugar con sus padres, encontrará nuevos amiguitos: todo su cariño se volcará a sus nuevos compañeros y olvidará casi por completo a los anteriores. Además, el niño no tiene orgullo de casta o de familia. Si su madre le dice con respecto a cierta persona: “Este hombre es tu hermano mayor”, él cree que esto es verdad cien por ciento. Uno de los dos puede haber nacido en una familia brahmin y el otro pertenecer a una casta baja, por ejemplo, la de los herreros, pero comerán juntos del mismo plato. Un niño está más allá de toda idea de pureza e impureza, no está atado a las convenciones sociales, no vacilará en andar desnudo ante los demás.
Luego está el ego de la vejez. (El doctor Sarkar se ríe) Un viejo tiene muchos grilletes: casta, orgullo, vergüenza, odio y temor. Además, tiene las ideas de ingenio mundano, inteligencia calculadora y engaño. Si se enoja con alguien, no puede olvidarlo fácilmente, tal vez conserve el sentimiento mientras viva. También están el ego de la erudición y el ego de la riqueza. El ego de la vejez es un ego inmaduro.
(Al doctor) Hay unos pocos que no pueden alcanzar el conocimiento de Dios. Los hombres orgullosos de su erudición, de su educación o de su riqueza. Si a tales personas les hablas de un santo y les pides que los visiten, pondrán toda clase de excusas y no irán. Pero en lo íntimo de su corazón piensan: “Nosotros somos gente importante. ¿Y vamos a ir a visitar a otros.”
Es clarísimo, ¿no?
Hawkins lo explica así: “El ego considera una pérdida abandonar la dinámica de la autogratificación. El ego no confía en Dios, y por lo tanto considera que solo se tiene a sí mismo para su sustento, supervivencia y placer. El ego tiene fe en sus propios mecanismos y no en Dios. No se le debería considerar en falta por este error, porque no tiene base experiencial de comparación. Su único camino de salida es mediante la fe en que hay una manera mejor. Oye la verdad espiritual y comienza a buscarla cuando la mente se desilusiona con sus propias falacias y no alcanza la felicidad. Finalmente, se da cuenta de que la sombría satisfacción que obtiene del dolor es un pobre sustituto de la alegría.”
5/7/2025
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