EL FILO DE LA NAVAJA - 1
(Texto publicado anteriormente)
En el Katha Upanishad, Yama emplea la metáfora “El filo de la navaja” cuando dice a Nachiketa lo difícil y peligroso que es el sendero que conduce a la Suprema Realidad. Únicamente un aspirante espiritual bien alerta, puede evitar posibles caídas y avanzar. Un leve desliz puede causar una caída y llevar mucho tiempo curar las heridas, volver a levantarse y proseguir la marcha. Los peligros se encuentran en ambos niveles: denso y sutil. La historia de Nárada descripta por Tulsidas en su ‘Rama-Carita-Manas’ muestra los peligros a que está expuesto el buscador espiritual en una u otra etapa de su vida.
Nárada es una figura famosa en la literatura religiosa de India. Encontramos referencias suyas en el Guita, el Bhagavatam, el Mahabharata, el Ramaiana y en varios Puranas. Es el divino sabio, eterno viajero portando una vina en sus manos y el divino nombre del Señor en sus labios. Cuenta la historia que los cuatro hijos de Prayapati recibieron instrucción de Nárada, quien los colmó con ideas de renunciación y desapego a tal punto que los cuatro renunciaron al mundo y se convirtieron en monjes. Prayapati dijo: ‘¿Cómo ha de multiplicarse la creación si Nárada sigue predicando a todos el ideal de la renunciación?’ Presa de indignación lo maldijo diciendo que tendría que permanecer siempre y para siempre en movimiento. Así se evitaría que se estableciera en cada lugar durante mucho tiempo influenciando a los jóvenes para que abrazaran la vida monástica.
A consecuencia de esto encontramos a Nárada como un trovador errante viajando continuamente de un lugar a otro predicando la gloria de la devoción al Señor y ayudando a los devotos. Cierto día atravesaba la región de los Himalayas donde la naturaleza lucía plena de belleza. A cierta distancia del Ganga, encontró una caverna y se quedó allí absorto en pensamientos de la divinidad. Poco después entró en profunda meditación. Aparentemente la maldición de Prayapati había perdido su poder como vencida por la divina belleza del lugar. Todo un milagro.
Las noticias relacionadas con milagros se expanden rápidamente. Gandharvas, Yahshas, dioses y otros seres celestiales estaban asombrados de que el eterno vagabundo de Hari estuviera sentado en un lugar y en profunda meditación. Indra, el rey de los dioses, sintió pánico pensando que Nárada había resuelto hacer austeridades para usurpar su trono. En la mitología hindú hallamos a Indra muy intranquilo en varias ocasiones con el temor de ser derrotado por algún asceta mediante la práctica de austeridades muy severas.
Ahora bien ¿quiénes son esos dioses que aparecen una y otra vez en los antiguos textos? Swami Vivekananda dice al respecto:
“Las personas que realizan buenas acciones en este mundo con la idea de recompensa, cuando mueren nacen como dioses (Indra y otros) en uno de los cielos. Estos dioses representan ciertos estados: no son siempre el nombre de una misma persona. Habrá millones de Indras: Muhusha fue un gran rey y cuando murió se convirtió en Indra. Se trata de una posición transitoria: un alma se eleva y toma la posición de Indra durante cierto tiempo y luego nace nuevamente como ser humano.
El cuerpo humano es el más elevado de todos: aun así algunos dioses tratan de ascender abandonando toda idea de placeres celestiales, pero dado que en este mundo riqueza, posición y gozos alucinan a la mayoría, así también muchos de los dioses quedan alucinados y después de agotar su buen karma, caen y se convierten nuevamente en seres humanos. Esta tierra, por lo tanto, es el lugar donde logramos la liberación. En consecuencia, los cielos no merecen ser logrados.”
Los dioses que encontramos en los antiguos textos fueron hombres que realizaron buenas acciones en cuerpo humano y se sintieron deseosos de cosechar los gozos prometidos por las escrituras. Ellos no están libres de deseos. Y el deseo, lo sabemos muy bien, es el campo más propicio para desarrollar temor, odio, celos, ansiedad, competencia y envidia. Por lo tanto no debemos asombrarnos cuando vemos al Indra de nuestra historia, perturbado ante la idea de tener que abandonar su codiciable posición. ¿Y qué hizo Indra? Lo que hubiera hecho cualquiera en su lugar: poner obstáculos en el sendero de Nárada para frustrar su intento de continuar con su austeridad. En realidad, Nárada no tenía la menor intención de ocupar el trono de Indra: él simplemente se sentó a meditar impulsado por la paz, belleza y santidad del lugar. Los temores de Indra eran infundados e imaginarios. La imaginación coloca un velo a la realidad en la mente de los que se sienten inseguros. La amenaza inexistente a su soberanía se había convertido en algo real para Indra.
Como primer paso mandó a buscar a Cupido, el dios del amor, y le ordenó distraer la atención de Nárada de manera que no pudiera continuar con su ‘tapasia’.
Cupido salió con su arco, sus dardos de amor y su ejército de ninfas celestiales. Se acercó al lugar donde Nárada estaba meditando y saturó todo el área a su alrededor con una clase de brisa que despertaba en cualquier criatura viviente, una fiebre de lujuria. Luego él y su comitiva pusieron en juego sus artimañas para hacer bajar la mente de Nárada al plano sensorio. Cupido disparaba sus dardos de amor. Pero nada logró perturbar el samadhi de Nárada. Cupido estaba perplejo. La mayoría de los hombres sucumbían ante un solo dardo, pero Nárada estaba imperturbable ante la descarga de dardos. Cuando Cupido comprobó que sus pertrechos de guerra se habían agotado y que no podía despertar y excitar a Nárada sintió temor.
No hay mejor maestro que las angustiosas experiencias del pasado. Con anterioridad, cuando Cupido fue enviado en una misión similar a Shiva, quien, enojado lo convirtió en cenizas. Si bien evitó la total aniquilación de Cupido y le permitió vivir sin un cuerpo. Y ahora Cupido volvía a verse en una situación similar. ¿Qué sucedería si el sabio Nárada lograra destruirlo totalmente? Temblando de temor se acercó a Nárada y se postró a sus pies. Las huestes de ninfas y bailarinas hicieron lo mismo y le rogaron que los perdonara. Finalmente Nárada abrió sus ojos y vio a todos a sus pies pidiendo su perdón y su bendición. Él los bendijo sinceramente agregando que no estaba ofendido por lo que habían hecho. Aliviados, se retiraron al palacio de Indra, a quien Cupido informó de lo sucedido. Todos atribuyeron la conquista de la ira y lujuria de parte de Nárada a su firme devoción a los pies de loto de Sri Harí, el Señor de Vaikuntha, el cielo de los Vaishnavas. Decían: ‘Es el Señor quien ha protegido a su bienamado devoto y le ha evitado caer presa de la lujuria.’
Pero Nárada no pensó eso...
Continuará…
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