Swami Vijoyananda
(Conferencia transmitida por radio por el Swami Vijoyananda el 30/08/1936)
31/01/25
Si no eres por naturaleza desmemoriado, si caes alguna vez en la trampa de una vida regalada y cómoda, adquirirás este vicio de olvidar, este estado de semi-consciencia, esta pérdida de la memoria ; en cambio, si no eres olvidadizo recordarás que la mente purificada es tu mejor guía, tu amigo, tu salvador.
Por desgracia, cierta vez, quien sabe dónde y quien sabe cómo, cometiste en el pasado el error de creer que tenías una mente impura y a consecuencia de ello te pusiste a amar lo material (material significa aquí lo opuesto a espiritual); y olvidaste que tu única existencia es la del Ser, el Eterno Espíritu.
No existen seres; existen múltiples reflejos del Ser, los egos, que se reconocen unos a otros. Y cuando alcances el estado de ser ya no hallarás otro ser a tu lado, serás el Único, la Existencia.
Las Encarnaciones descienden; vienen del Todopoderoso, vienen del último grado de evolución; constituyen la mejor y más exacta representación de las aspiraciones humanas.
Si sumamos todas nuestras aspiraciones y las
purificamos, se nos aparecerán como el anhelo de convertirnos en esas Encarnaciones, de ser ellas.
Ansías la paz. ¿Por qué? Porque eres la paz misma. Quieres amar. ¿Por qué? Porque eres la idea misma del amor. Y los intrépidos hindúes afirman que cuando el hombre se esfuerza por volverse divino sólo muestra al Dios que en sí lleva latente. Todo aspirante religioso es potencialmente un dios, aunque lo ignore.
Fue una equivocación suya, un error (gracias a Dios, este error es transitorio y puede ser corregido) y no un pecado suyo, el causante de esta miserable, insignificante existencia del ser humano que se arrastra, pelea y muere. Siempre es la mente quien da y quita, la benefactora y la ladrona, la creadora y la destructora; es nuestra amiga y enemiga a un mismo tiempo.
Somos dioses en potencia; no cabe duda. Pero tropezamos con dificultades al quererlo manifestar; nos resulta difícil reconocer dicho estado y disfrutarlo y mantenernos en él. Nuestros enemigos: lujuria, ira, avaricia y demás, fueron creados por nosotros. ¿Ha tomado tu deseo el aspecto de lujuria? ¿Te encolerizas cuando no consigues tu objeto ¿Te subleva el tener que soportar tantas desdichas? ¿Por qué entonces no deseas lo mejor de lo mejor, por qué no transformas tu ser personal en existencia impersonal? Si lograras hacerlo, tus angustias cesarían para siempre.
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