martes, 27 de agosto de 2024

Artículos : CCV : Profesora Leonor Bakún : Swami Vivekananda, el Maestro

 




Swami Vivekananda, el Maestro

Leonor Bakún


Sister Christine en Reminiciscencias de Swami Vivekananda escribió: “El poder que emanaba del Swami Vivekananda era tan grande que uno no podía más que retroceder frente a éste. Era irresistible. Amenazaba con barrer todo a su paso. Eso se sentía incluso en los primeros inolvidables momentos. Más tarde veríamos ese poder obrando. Esa mente asombrosa era lo que producía la gran atracción. Todo lo que uno pueda decir no daría más que una vaga idea de su majestuosidad, de su gloria, de su esplendor. Su mente trascendía tan ampliamente a las demás mentes, incluso las de aquellos etiquetados como genios, que parecía hecha de otra sustancia. Sus ideas eran tan claras, poderosas y trascendentales que parecía increíble que hubieran emanado del intelecto de un ser humano limitado. Resultaba extrañamente familiar, a pesar de las ideas maravillosas y de ese “algo” intangible que fluía de su mente. Me sorprendí a mí misma pensando “Ya he conocido esa mente antes”. Él irrumpió entre nosotros en un resplandor rojizo que parecía haber capturado y concentrado los rayos del sol. Este predicador de la lejana India apenas tenía treinta años. De él oímos por primera vez el antiguo mensaje de la India, la enseñanza sobre el Atman, el verdadero Ser.

Sister Devamata, en Días en un Monasterio hindú relata su aprendizaje al lado de Swami Ramakrishnananda y lo que él le dijo. Entre otras cosas dice: “el aspirante debe formar el hábito de vivir y pensar con altura. Para ello se asocia con aquellos que poseen este hábito. Por lo tanto, la asociación con seres altamente espirituales, se convierte en otra práctica.”

En lo personal creo que la asociación más privilegiada es la del discípulo con su gurú. Cosa no muy sencilla porque primero debemos reconocer en nuestro corazón al Gurú y luego, lograr concretar esa relación

Swami Vivekananda, en Bhakti Yoga dijo: “Podrán registrar todos los rincones de la tierra, podrán explorar el Himalaya, los Alpes y el Cáucaso, podrán sondear los mares y explorar cada rinconcito del Tibet o del desierto de Gobi, pero no encontrarán la religión en ninguna parte, hasta tanto su corazón no esté pronto para recibirla y su maestro haya llegado. Y cuando llegue ese maestro señalado por Dios, sírvanle con la confianza y la sencillez de un niño, abran ampliamente su corazón a su influencia y vean en él a Dios manifestado. A aquellos que van en busca de la verdad con tal espíritu de amor y veneración, a ellos el Señor de la Verdad les revela las más maravillosas cosas sobre la Verdad, la Bondad y la Belleza.”

A Swami Vivekananda, muchas personas lo reconocieron como su Maestro y procuraron ser sus discípulos, cosa no siempre fácil. 

Swami Somananda fue uno de los primeros miembros de la Orden en el Sur de India. Cuando todavía no tenía veinte años de edad anunció a su madre que dejaba el hogar para ir al encuentro de Swami Vivekananda y pedirle que lo hiciera su discípulo. Nunca lo había visto ni conocía miembro alguno de la Orden. Además no tenía dinero. No obstante emprendió su camino y llegó a Madrás caminando una distancia que el tren expreso recorre en ocho horas. Allí le dijeron que Swami Vivekananda acababa de partir para Calcuta. Caminó hasta Calcuta mendigando su alimento durante toda la travesía. Calcuta está a cuarenta horas de tren desde Madrás. Al llegar le dijeron que Swami Vivekananda estaba en Cachemira. Caminó hasta Cachemira solo para enterarse de que Swami Vivekananda se había ido a un retiro desconocido en algún lugar de los Himalayas. Entonces se sumergió en las montañas nevadas… ¡y lo encontró!

Sister Nivedita, en El Maestro como yo lo vi se lamentaba de haber sido escéptica más de una vez y escribió: “Recuerdo que cierta vez, un discípulo más afortunado me desafió en presencia del Swami jactándose de haber aceptado siempre, sin vacilar, todas las ideas que él expresara. El Swami no prestaba mucha atención a nuestra conversación, pero más tarde, aprovechando un instante de silencio, nos dijo: "Que nadie se lamente si le resulta difícil quedar convencido. Yo luché contra mi Maestro durante seis largos años; por lo tanto conozco cada pulgada del camino. Sí... ¡cada pulgada del camino!"

Naren era un muchacho cuando se encontró con su Maestro. Para algunos era un joven testarudo, Thakur en cambio consideraba que actuaba asi porque tenía fe en sí mismo. Y de hecho, era una de sus características. Cuando Naren tenía 11 años el crucero británico Syrapis ancló en el puerto de Calcuta en ocasión de la visita que efectuara Eduardo VII a la India, como Príncipe de Gales. Los amigos de Naren le dijeron que consiguiera una tarjeta de permiso de visita al barco. Para ello era necesario ver a un importante oficial inglés. Cuando Naren se presentó con su solicitud en la mano, el oficial que estaba en la puerta de entrada del edificio, no le permitió entrar porque era muy chico. Naren se quedó a un costado de la puerta, pensando qué hacer. Observó que los solicitantes que pasaban ante él se dirigían a una habitación del primer piso. Dándose cuenta de que era a esa oficina adonde debería llegar para obtener el permiso, buscó otra manera de entrar al edificio y descubrió que  en la parte posterior había una escalera. Sigilosamente subió, corrió una cortina que había en el primer piso y así, de pronto, se encontró en la fila. Cuando llegó su turno le firmaron la solicitud sin poner inconveniente alguno. Al pasar ante el oficial de la entrada, éste, asombrado, le preguntó: "¿Cómo entraste?” "Oh, muy fácil. Soy un mago” le respondió. 

Y sí, un mago pleno de amor que trabajó y procuró el bien de todos.





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