CCV – Thakur, el regalo de la Madre
Leonor Bakún
En un cierto sentido, Thakur fue el regalo de Sri Sarada Devi a la humanidad.
El casamiento de ellos dos es un remedio psicológico aconsejado para Thakur. Él, embriagado de Dios, actuaba de modo que las personas lo suponían demente. Años más tarde, en Jairambati ella escucha rumores sobre su marido, que vive en Dakshineswar. Dicen que ha perdido la razón y así, nuevamente en alas de la locura, vuelven a encontrarse, porque ella decide constatar por sí misma como son las cosas.
Al llegar, se instala en Dakshineswar, la morada de Sri Ramakrishna, donde es recibida amorosamente y allí comienza su discipulado. Pero, además de discípula, es su esposa, joven y hermosa y Thakur es consciente de eso. Así, en un momento de gran intimidad, le pregunta: “Dime la verdad que hay en tu corazón: ¿has venido para arrastrarme al mundo?”
De inmediato responde: “No. ¿Por qué habría de hacerte descender al mundo? Estoy aquí para ayudarte en tu sendero elegido.” Sri Ramakrishna reconoció su deuda para con ella. Dijo: “Si ella no hubiera sido tan pura ¡Quién sabe si yo no hubiera perdido el autocontrol por su persuasión”. Y así, virtualmente, ella abrió las puertas de la liberación para millones de seres humanos.
No mucho tiempo después de que el Maestro pasara a la habitación de al lado, sus discípulos comenzaron la vida monástica. Sin embargo, debido a que la gran mayoría había partido, el Monasterio se encontraba en un estado de poca solidez y con muy pocos monjes residentes.
A la Madre le destrozaba el corazón verlos viajando de un lado a otro. Con gran sentimiento rogó a Ramakrishna por ellos, para que vivieran juntos, sustentando los ideales del Maestro. Finalmente, su ruego se cumplió.
Después de que Sri Ramakrishna dejara su cuerpo físico, Narendra decidió hacer tapasya y austeridades, para lo cual anduvo como monje errante durante siete años. Ocurrió que como había cambiado su nombre, a veces alguno de sus compañeros oía hablar de él e iba a conocerlo, y se encontraba con que era Naren, su Narendra. Así sucedió más de una vez.
En esos años él conoció la pobreza y las necesidades de su pueblo. Promediando el último de esos siete años, en Kaniakumari hizo una meditación en la que tuvo una visión de India bajo un nuevo perfil. Comprendió entonces que su misión era convertir su país en esa India que él había vislumbrado. Para eso llevaría la espiritualidad hindú a Occidente y traería de Occidente, ayuda técnica y material. Pero no se apresuró. Un grupo de devotos, sabedores de su intención de viajar, juntó dinero para que lo hiciera. Swamiji, sin embargo, lo destinó a otros fines y dijo: “Si la Madre quiere que yo viaje, el dinero va a estar de nuevo”. Y estuvo. Y así, con la bendición de la Santa Madre por todo equipaje, partió a Occidente.
Sister Nivedita en un relato conmovedor nos cuenta sobre el trabajo de Swamiji en Occidente. Dice: “En Occidente se nos había revelado únicamente como instructor religioso. Aún ahora, basta un instante para evocarlo nítidamente en la vieja sala de conferencias, dominando a su auditorio desde su sitio ligeramente elevado, como en un trono, calmo como un Buda, haciendo escuchar al mundo entero la voz de un lejano pasado. Los temas de esas conferencias fueron: la renunciación; la sed por la liberación; la ruptura de las cadenas; el fuego de la pureza; la dicha del testigo; la inmersión de lo personal en lo impersonal. Sólo uno o dos relámpagos habían revelado fugazmente en él al gran patriota. Pero el más leve signo es suficiente cuando quien habla es el destino, mientras que esos fugaces instantes que cambian el giro de una vida pueden pasar inadvertidos a los ojos de centenares de espectadores.”
Andando el tiempo, la Santa Madre tuvo una visión. Sentada en las gradas que conducen al Ganges, vio al Maestro entrar en sus aguas y disolverse en ellas mientras de alguna parte llegaba Swami Vivekananda, quien tomó en sus manos agua del río y roció con ella a la multitud reunida y de inmediato se liberaron. Esto, para la Madre fue un símbolo del futuro de la Orden Ramakrishna: salvar al mundo mediante el mensaje del Maestro. Y su visión se cumplió.
Y si bien Swamiji fue central para que esto sucediera sus Gurubhais no hicieron menos. Swami Vijoyananda cuenta que en 1896 Swamiji llamó a Swami Saradananda a Londres para que lo ayudara a difundir el mensaje del Vedanta. El Swami partió de la India con la bendición de la Santa Madre y de Swami Brahmananda. Después de pasar aproximadamente dos años en Inglaterra y en varias ciudades de la costa atlántica de América del Norte, llamado de nuevo por Swamiji, regresó a India y fue elegido Secretario de la Orden Ramakrishna. Swami Brahmananda fue el presidente y director de la Orden Ramakrishna y Swami Saradananda fue el arquitecto que levantó las mansiones de Dios en la tierra.
La visión de Swami Vivekananda era tan penetrante como vasta; él había analizado profundamente los elementos de la obra a cumplir. En el monasterio se introdujeron nuevos reglamentos prácticos y entre otras medidas revolucionarias, se amueblaron tres o cuatro cuartos. Nivelar los terrenos, hacer jardines, cuidar de los animales, remar, hacer gimnasia, tales fueron las actividades que poco a poco penetraron en la vida de los jóvenes brahmacharis. El Swami sabía hacer surgir oleadas de entusiasmo en el cumplimiento de los trabajos menos ortodoxos, se tratara de cavar un pozo o de amasar el pan. Durante el último 'Charaka Puya' de su vida, llegó al monasterio un equipo de gimnastas y hubo concurso de premios. Entonces él expresó el deseo de que esa festividad, de allí en adelante, fuera celebrada con competencias atléticas, pues era su opinión que esa energía hasta entonces consagrada a la mortificación del cuerpo, era mejor, en las condiciones modernas, consagrarla al entrenamiento de los músculos.
La educación de los jóvenes brahmacharis estaba basada en las enseñanzas recibidas de Thakur.
Sabemos que Ramakrishna dijo: “Deben amar a todos porque Dios reside en todos los seres. Pero a las personas malvadas hay que saludarlas de lejos.”
Podemos suponer que eso recordaba una tarde Sarat Maharaya cuando le dijo a Swami Vijoyananda: “Aquel que busca ser apreciado por su trabajo en este mundo está muy equivocado; en primer término, tienes que saber que hay gente envidiosa que te hará sufrir con sus injustas críticas, ya que jamás serás perfecto conforme al criterio de todos.”
La Santa Madre, Sri Sarada Devi, decía: "El Maestro, Sri Ramakrishna, consideraba a todas las criaturas como manifestaciones de la Divina Madre. Él me dejó para dar expresión a esa Maternidad". Y la enseñanza más básica y profunda de una vida entregada a la Madre, es la que Swamiji formuló para todos nosotros. Vale la pena recordarla aquí.
“Sólo una eterna, incuestionable entrega a la Madre puede darnos paz. Ámala porque eres su hijo, sin especular. Es la Madre misma cuando así la realizamos. Hasta entonces la miseria nos perseguirá. Sólo descansando en la Madre estamos a salvo.”
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