Swami Vijoyananda
Siempre es la mente quien da y quita, la benefactora y la ladrona, la creadora y la destructora; es nuestra amiga y enemiga al mismo tiempo.
Somos dioses en potencia; no cabe duda.
Pero tropezamos con dificultades al quererlo manifestar; nos resulta difícil reconocer dicho estado y disfrutarlo y mantenernos en él.
Nuestros enemigos: lujuria, ira, avaricia y demás, fueron creados por nosotros. ¿Ha tomado tu deseo el aspecto de lujuria? ¿Te encolerizas cuando no consigues tu objeto?. ¿Te subleva el tener que soportar tantas desdichas?.
¿Por qué entonces no deseas lo mejor de lo mejor, por qué no transformas tu ser personal en existencia impersonal?
Si lograras hacerlo, tus angustias cesarían para siempre.
Pero sientes el calor y el frío, el hambre y la sed; aun recuerdas que naciste y que ahora eres hombre adulto; sientes miedo de la muerte; tienes amigos y enemigos y deberes hacia ellos que cumplir. ¿No comprendes, querido mío, que tú solo puedes cambiar todo esto?
Pero tú no quieres cambiar, te empeñas en no olvidar; mejor dicho, no deseas convertirte en el Ser Impersonal.
¿Recuerdas que te dije que por naturaleza los hombres, en su gran mayoría, son devotos?
Adoran al dios personal.
¿Pensaste alguna vez en la causa de ello? Es que somos todos muy personales; amamos nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro ego; nos amamos a nosotros mismos y todas nuestras buenas acciones lo relativo a nosotros; por eso pocas veces extirpamos la lujuria, dominamos la ira, vencemos la codicia, recobramos la conciencia, reducimos la vanidad y despreciamos la envidia.
La causa o raíz queda; el deseo queda, y seguimos regando su semilla; adoramos la ignorancia.
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