lunes, 2 de octubre de 2023

Artículos : CCV : Lic. Cristina Viturro : Hacerse cargo

 




Hacerse cargo


En una conversación que tuve con Maharaj esta semana, a propósito de una circunstancia de mi vida, que a mí me resulta tan insuperable, costosa e imposible como subir al Himalaya, me dijo algo como esto. O por lo menos, esto es lo que yo entendí: “Eso – la circunstancia- es perfecto. Es un instrumento de la gracia divina para que usted evolucione en esta vida. Una oportunidad para trabajar con su karma.” 

Y cuando Flor me invitó a participar, me puse a buscar en unas conferencias de Swami Vivekananda que tengo. Lo que buscaba me encontró al final de El Cosmos II. El Microcosmos, una conferencia que Swamiji dio en Nueva York el 26 de enero de 1896. Voy a leer la parte final, que dice así: 


“Pondré ante ustedes un punto más respecto a esta teoría de la reencarnación. Es la teoría que propone la liberación del alma humana. Es la única teoría que no echa culpa de todas nuestras debilidades sobre algún otro, lo cual es un común sofisma humano. No miramos nuestras propias faltas. Los ojos no se ven a sí mismos, ven los ojos de todos los demás. Nosotros, seres humanos, somos muy lentos en reconocer nuestras propias debilidades, nuestras propias faltas, mientras podamos echar la culpa sobre algún otro. Los hombres, en general, echan toda la culpa de la vida sobre sus semejantes o, si fracasan en eso, sobre Dios. O conjuran un fantasma y dicen que es el destino. ¿Dónde está y quién es el destino? Cosechamos lo que sembramos, somos artífices de nuestro propio destino. Nadie más merece el reproche o la alabanza. El viento está soplando, aquellas naves cuyas velas están desplegadas, lo reciben y adelantan en su camino, pero aquellas que tienen sus velas recogidas no lo reciben. ¿Es culpa del viento? ¿Es culpa del Padre Misericordioso, cuyo viento de misericordia está soplando sin cesar día y noche, cuya misericordia no conoce mengua? ¿Es por su culpa, que algunos de nosotros seamos felices y otros desdichados? Nosotros hacemos nuestro propio destino. Su sol brilla lo mismo para el débil que para el fuerte. Su viento sopla por igual para el santo y el pecador. Él es el Señor de Todo, el Padre de Todo, Misericordioso e Imparcial. ¿Quieren decir que Él, el Señor de la Creación, mira las pequeñeces de nuestra vida con la misma luz con que la miramos nosotros? ¡Qué idea de Dios degenerada sería esa! Nosotros somos como pequeños cachorros peleando aquí a vida o muerte y pensando, tontamente, que hasta Dios mismo lo tomaría en serio como nosotros. Él sabe lo que significa el juego de los cachorros. Nuestras tentativas de echar la culpa sobre Él, de hacerlo a Él, el que castiga y el que recompensa, son tan solo tonterías. El ni castiga ni recompensa a nadie. Su infinita misericordia está abierta a cada uno en todos los momentos, en todos los sitios, bajo todas las condiciones, infalible, sin desviarse jamás. De nosotros depende cómo la utilizamos. No culpen ni al hombre, ni a Dios ni a ninguno en el mundo. Cuando se encuentren sufriendo, cúlpense a ustedes mismos y traten de proceder mejor. Esa es la única solución del problema. Aquellos que culpan a otros y -¡ay! el número de ellos está aumentando cada día- son cerebros impotentes que se han traído a sí mismos a ese trance mediante sus errores. Pero esto no altera su posición. No les sirve de manera alguna. Esta tentativa de echar la culpa sobre otros, solo los debilita más. Por consiguiente, no culpen a nadie de sus propias faltas, párense sobre sus propios pies y tomen toda la responsabilidad sobre ustedes. Digan: “esta desdicha que estoy sufriendo es hecha por mí mismo. Y eso mismo prueba que tendrá que ser deshecha solo por mí”. “Aquello que yo he creado, yo puedo demolerlo. Aquello que es creado por algún otro, nunca seré capaz de destruirlo”. Por lo tanto, yérganse, sean valientes, sean fuertes. Tomen toda la responsabilidad sobre sus propios hombros y sepan que son los creadores de su propio destino. Toda la fuerza y el socorro que necesitan está dentro de ustedes mismos. Por lo tanto, hagan su propio futuro. Dejen que el muerto pasado entierre a sus muertos. El futuro infinito está delante de ustedes y deben recordar siempre que cada palabra, pensamiento y acción quedan almacenados para ustedes y que así como los malos pensamientos y malas obras están listos para saltar sobre ustedes como tigres, así también existe la esperanza inspiradora de que los buenos pensamientos y las buenas acciones estén listos con el poder de cien mil ángeles para defenderlos siempre y para siempre.”


Como siempre, las palabras de Swamiji son poderosísimas. Y lo son tanto, que sigo sintiendo que estoy frente al Himalaya y que no voy a poder llegar a la cima. Pero tampoco me puedo quedar como estoy. Vuelvo a la conversación con mi Gurú. Cuando hablé del mundo irreal e infeliz, él con toda bondad me respondió: “Irreal, sí. Pero no tiene que hacérselo tan infeliz”. Como siempre, tiene razón. Así que acá estoy, buscando el sherpa para arrancar la subida y pensando en erguirme y ser valiente y fuerte, como nos exhorta Vivekananda.

- Lic. Cristina Viturro



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