El legado de una maestra espiritual
El pasado domingo, día del Padre, en el Ashram estuvieron las hermanas de Pablo. No las conocía: son tres mujeres muy encantadoras. Y muy cantoras: después del arati, cuando tomamos café, Maharaj las invitó a cantar. Lo hicieron maravillosamente: inmediatamente todos las seguimos.
Eran las canciones que ellas cantaban con Shiva Mai. En un momento dado, Ma Vitangeli me hizo notar cuántos discípulos de ella había en esa reunión: salvo Julio el Mayor, Jorge y yo, el resto venía todo de la Fundación Pratibha. Tengo entendido que antes de morir, ella misma los dejó en las mejores manos que pudo encontrar: las de mi gurú, Swami Pareshananda.
Cuenta Swami Prabhananda que cuando Thakur estaba muy enfermo, estaba muy preocupado por lo que iba a pasar cuando él partiera definitivamente. En el Evangelio de la Santa Madre, Sri Sarada Devi, citan a la Santa Madre diciendo: “El Maestro tiene el poder de morir cuando quiere. Podría haber dejado fácilmente el cuerpo en samadhi, pero dijo: “Sería lindo si pudiera unir a los jóvenes en un lazo estrecho de amor”. Por eso, sostenía la Madre, no había dejado el cuerpo antes, a pesar de lo que sufría.
También para ella, el Maestro preparaba silenciosamente un legado. Un día, cuando estaban juntos, él la miró intensamente y ella le preguntó en qué estaba pensando. Thakur le contestó: “Bueno, mi querida, ¿no vas a hacer nada? ¿Esto (dijo señalándose) tiene que hacerlo todo?” “Soy una mujer, le contestó Ma Sarada, ¿qué puedo hacer?” “No, le respondió el Maestro, tendrás que hacer mucho”. Y lo hizo: trabajó treinta y cuatro años, hasta su propia partida, como mentora e inspiración de los monjes y de la comunidad.
Poco antes de que Sri Ramakrishna muriera, la Santa Madre fue con Lakshmi a la habitación donde él descansaba recostado en algunos almohadones. Era un mediodía silencioso, él también estaba en silencio y todos creían que ya no podía hablar. Pero al verlas les dijo, en un susurro: “Vinieron. Miren, siento como que me estoy yendo a un país lejano, más allá del mar, un lugar lejos”. La Santa Madre se puso a llorar, y él entonces le dijo, “¿Porqué te preocupas? Vas a llevar la misma vida que llevaste hasta ahora, Naren y los otros te cuidarán como me cuidan a mí. Cuidá a Lakshmi, que se quede con vos”.
Hay algo en todas estas escenas del final de la vida de Thakur donde se ve cómo se empeña en que tanto la Santa Madre como sus jóvenes discípulos continúen juntos el camino que él les indicó. Lo que propicia son esos lazos amorosos que van a hacer que todos esos jóvenes cuiden a la Madre y ella los guíe y los inspire hasta el final.
San Juan, en su Evangelio [19,25.27], cuenta la escena: “En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo." Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.”
No conocí personalmente a Shiva Mai: murió muchos años antes de que yo me relacionara con el Ashrama. Pero pienso qué privilegiados son sus discípulos a quienes ella, amorosamente, como lo hacen los grandes maestros, puso en las manos de un gurú sabio y generoso. Junto a quien todavía cantan, con devoción y alegría, las canciones que ella les enseñó.
- Lic. Cristina Viturro
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