miércoles, 24 de mayo de 2023

Artículos : CCV : Profesora Leonor Bakún : Swamiji y el Parlamento de las Religiones

 



Swamiji y el Parlamento de las Religiones

Selección de Historia de Ramakrishna Math y Ramakrishna Mission de Swami Gambhirananda y de Vedanta:, Ramakrishna Vivekananda Vedanta, Capítulo: La universalidad de Swami Vivekananda, de Swami Pareshananda, Cap. XXI de Vida de Swami Vivekananda por sus discípulos de Oriente y de Occidente 

Leonor Bakún

Este mes, mayo de 2023, se cumplen 130 años de la partida de Swami Vivekananda a Estados Unidos, para participar en el Parlamento de las Religiones.

En julio de 1890 Swami Vivekananda salió de Baranagore con las bendiciones de la Santa Madre, quien en ese entonces vivía en Ghushuri, cerca de Belur. Peregrinó de Calcuta a Garhwal y de allí a Cabo Comorín. El panorama que encontró, era por doquier desalentador e infecundo y sintió que su deber era hacer resurgir a su amada India. 

Por etapas llegó a Cabo Comorín, famoso en toda India, por el sagrado templo de Kanya-Kumari, la Divina Madre adolescente y dedicada a severas austeridades para obtener el favor de Shiva. Allí, el Swami se sentó en meditación sobre una roca mar adentro, casi el último baluarte de India. El problema que preocupaba al Swami en ese momento era si podrían alguna vez encontrarse Oriente y Occidente en términos de amistad. ¿Podrían la espiritualidad y la prosperidad material cooperar para el mejoramiento de toda la humanidad?

Haciendo alusión a este suceso escribió desde Chicago, en 1894: “En Cabo Comorín, sentado en la última roca de India, se me ocurrió un plan: Nosotros los hindúes tenemos tantos monjes que vagan por doquier enseñando metafísica a la gente. ¡Qué locura! ¿Acaso nuestro Gurudev no decía que “un estómago vacío no es apto para la religión”? Supongamos que algunos sannyasines desinteresados, resueltos a hacer el bien a otros, fueran de aldea en aldea diseminando educación y tratando, de diversas maneras, de mejorar la condición de todos. Esto traería un gran bien con el tiempo. Tenemos que devolver a la nación su perdida individualidad y levantarla. En cada país los males existen, no con, sino contra la religión. Por lo tanto, no debe culparse a la religión sino a los hombres.

Si algo debemos agradecer es el funcionamiento del correo en India. Gran parte de lo que sabemos es por las cartas que escribieron los protagonistas de esta epopeya. Es por medio de sus cartas y declaraciones posteriores que sabemos que su mente ya estaba trabajando e ideando un plan de ayuda a India, mediante la visita a Occidente. En su forma perfeccionada, el proyecto contemplaba un intercambio positivo: India diseminaría su espiritualidad y, a la vez, obtendría de Occidente ayuda financiera, vigor mental, material científico, poder de organización, etc. Este proyecto tenía que lograr aun su plena madurez y esperar que llegaran los medios para su puesta en marcha.

Swamiji rogaba tener alguna señal de aprobación divina. Una noche, vio en un sueño a Sri Ramakrishna caminando sobre el mar desde esta orilla hacia la otra, haciéndole señas para que lo siguiera. El Swami se despertó, con la mente serena oyó el divino mandato: “Ve”. Aun así, para estar seguro, escribió a la Santa Madre rogándole su bendición y tan pronto como ésta llegó, todas las vacilaciones se desvanecieron.

El dinero, el camino y los medios para el viaje se presentaron de por sí y, finalmente, el 31 de mayo de 1893 se embarcó en Bombay, rumbo a las orillas del nuevo continente

Un discípulo suyo escribió en el Brahmavadin (una publicación antecesora del Vedanta Kesari) sobre Swami Vivekananda, lo siguiente:

“La suya era la mente universal dotada de una cultura práctica. ¿Quién mejor habría de presentar ante el Parlamento de las Religiones a India en su totalidad, védica y vedántica, budista y jaina, shaiva y vaishnávica y hasta mahometana? ¿Quién otro podía estar mejor dotado para esta tarea que este discípulo de quien fue, él mismo, un parlamento de religiones en su real sentido?”

Y Sister Nivedita en el prefacio de las Obras completas de Swami Vivekananda escribe:

“Los Shastras, el Gurú y la madre-tierra, éstas son las tres notas que se combinan para formar la música de las obras de Vivekananda. Estos son los tesoros que sólo él podía ofrecer. Y con estos ingredientes él compuso la medicina que habría de curar a la humanidad de todos sus males.”

Swami Vivekananda desembarcó en Vancouver el 25 de julio, llegando a Chicago alrededor del 30 del mismo mes, por tren, ignorado por todos, desconocido y sin credenciales. Carecía de invitación, de recomendación y de un curriculum que lo presentara como un representante ante el Parlamento.

Además, el Parlamento tendría lugar en septiembre, dos meses después, y dado los escasos recursos de que disponía, tendría que enfrentar el hambre antes de que el Parlamento comenzara a sesionar.

Por los buenos oficios del Dr. John Henry Wright, profesor de griego de la Universidad de Harvard, le fue concedido un asiento entre los delegados al Parlamento de las Religiones que se inauguraría el 11 de septiembre.

Finalmente, llegó el día de la sesión inaugural del Parlamento de las Religiones.

Cuando la “Campana de la Nueva Libertad” proclamó la apertura del Parlamento mediante diez solemnes campanadas que representaban a las diez principales religiones invitadas, el Presidente, Mr. Bonney y los representantes de las diversas creencias del mundo entraron lenta y majestuosamente.

El primer día fue dedicado a las disertaciones de bienvenida de parte de los eclesiásticos, a las que respondieron brevemente los delegados. Como es bien conocido, Swami Vivekananda permaneció en silenciosa oración interior, cediendo su turno cada vez que era llamado para ocupar la tribuna, hasta que no quedaron más que cinco delegados, incluyendo al Swami.

Llegado el momento decisivo, el Swami se inclinó ante Saraswati, la diosa de la sabiduría y se dirigió a la tribuna. El Dr. Barrow lo presentó a la audiencia. Entonces, el Swami dirigió a la audiencia expectante sus primeras palabras: “Hermanas y hermanos de América.” El efecto fue electrificante. Toda la audiencia, como un solo hombre se puso de pie, aplaudiendo y vitoreando entusiastamente durante algunos minutos. Algo que todavía no había sido expresado en palabras, había tocado sus corazones.

Once de setiembre de 1893. Día glorioso para la madre India. Bendito día en la historia de la humanidad. Swami Vivekananda, el profeta de la eterna religión universal de la humanidad, dijo en respuesta a las palabras de bienvenida en el Parlamento Mundial de las Religiones en Chicago:

¡Hermanas y hermanos de América! Llena mi corazón con inefable alegría el levantarme en respuesta a la cálida y cordial bienvenida que ustedes nos han dado. Les agradezco en nombre de la más antigua orden de monjes del mundo, les agradezco en nombre de la madre de las religiones y les agradezco en nombre de millones y millones de hindúes de todas las clases y sectas.

Dijo que esperaba fervientemente que la campana que dobló esta mañana en honor de la Convención significase “el toque de difuntos para todo fanatismo, toda persecución con la espada o la pluma y de todo sentimiento de indiferencia entre personas que se encaminan hacia la misma meta.”

Seguidamente citó dos hermosos pasajes tomados de las escrituras: “Así como las diferentes corrientes tienen su fuente de origen en  distintos  lugares y todas mezclan sus aguas en el océano, así, ¡Oh, Señor!, los distintos senderos que hollan los hombres, a causa de diferentes tendencias, diversos como puedan parecer, erróneos o correctos, todos conducen a Ti.” Y agregó: “Todo el que por cualquier camino viene a Mí, Yo llego a él. Todos los hombres luchan a través de senderos diversos que, al final, conducen a Mí.” 

Su alocución fue breve, en ella proclamó la universalidad de las verdades religiosas y la igualdad de la meta de la realización en todas las religiones. Cuando el Swami se sentó, el Parlamento en pleno le brindó una rotunda ovación. 

Días después disertó brevemente sobre “Por qué disentimos”. En esa ocasión relató la parábola de la rana que consideraba su pozo como todo el universo y señaló que la mira aislada de la religión es la fuente del fanatismo. 

El 19 de Setiembre leyó su celebrada declaración sobre “Hinduismo”. Entre otras cosas declaró que “El hombre no viaja del error a la verdad, sino de verdad en verdad. De una verdad menor a la verdad .más elevada.” y que “el hombre debe volverse divino realizando lo divino.” 

Sister Nivedita describe así el sentido y valor del discurso del Swami ante el Parlamento: “De las disertaciones del Swami ante el Parlamento de las religiones puede decirse que cuando comenzó a hablar fue sobre las ideas religiosas de los hindúes, pero cuando terminó había creado el hinduismo.

En su disertación sobre “Budismo, la realización del hinduismo” dijo que Buda fue el primer Maestro en el mundo que llevó a cabo un trabajo misionero y que “la necesidad en la India de hoy es unir el maravilloso intelecto de los brahmanas con el corazón y el poder humanizante del Gran Maestro.” 

El día 27 el Swami pronunció su Mensaje de la Sesión Final. Dijo: “Si algo ha demostrado al mundo el Parlamento de las Religiones es que la santidad, la pureza y el amor no son posesión exclusiva de ninguna iglesia en el mundo y que cada sistema ha producido hombres y mujeres del más elevado carácter. En la bandera de cada religión pronto veremos escrito: “Acuerdo y no discordia, asimilación y no destrucción; armonía y paz en lugar  de división y oposición.” 

El New York Herald dijo del Swami: "Vivekananda es indudablemente la figura más destacada del Parlamento de las Religiones. Después de escucharlo hemos comprendido qué insensato es mandar misioneros a la India omnisciente.

El Boston Evening Transcript escribió sobre Vivekananda: 

“El Swami es el gran favorito del Parlamento, tanto por su porte majestuoso y principesco como por la grandeza de sus sentimientos. Si simplemente cruza la plataforma, la gente lo aplaude y esta espontánea aprobación de miles es recibida por él con una sonrisa complaciente e infantil sin el menor vestigio de presunción.

“En el Parlamento se habituaron a reservarlo para el final del programa de manera que la gente permaneciese en sus lugares hasta el final de la sesión. En un día caluroso cuando un orador insulso y árido prolongaba su discurso, cientos de personas comenzaban a retirarse. Entonces el Presidente se ponía de pie y anunciaba que Swami Vivekananda daría una breve disertación justo antes de la  bendición. De esta manera lograba mantener a la paciente audiencia clavada en sus asientos, conocía la vieja treta de cómo mantener en su lugar a lo mejor de la audiencia hasta el final.”

Profesora Leonor Bakún



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