viernes, 21 de abril de 2023

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El recurso de la bondad

Les voy a espoilear una película, la película que ganó un montón de Oscars este año. Se llama “Todo, en todas partes y al mismo tiempo”. Ganó a la mejor película, a la mejor dirección, a la mejor actriz principal, al mejor guion, a la mejor actriz de reparto, al mejor actor de reparto y al montaje: siete en total. Y eso que no cuento el que deberían haber ganado Sri Ramakrishna y la Madre.

Se las voy a espoilear porque si no la vieron, no sé si les va gustar verla. Es una película que empieza muy bien: con una señora china que tiene un lavadero en Simi Valley, California, y un marido buenazo que se quiere divorciar de ella, un padre chino inválido que siempre la exigió hasta el límite, una hija lesbiana que no la quiere y encima, no la pega con la declaración de impuestos y la funcionaria de la IRS (que es la AFIP de Estados Unidos), le da un ultimátum. En fin, la mujer no da más y hasta ahí todo bien, muy conmovedor pero muy coherente.

Pero aquí empieza la locura porque estos mismos personajes viven en universos paralelos. En uno de ellos, el más inquietante, la hija quiere matar a la madre y matarse ella, tirándose de cabeza en el sinsentido, que es un bagel gigante que gira sin parar. Y en todos estos universos de la película, que a esta altura es un caos apenas entendible, todos están contra la protagonista y el único que está para ayudarla es el marido buenazo. 

Si ustedes no entienden nada está bien: a mí tampoco me fue fácil pero no importa. Lo que sí importa es que en uno de los universos paralelos, la protagonista es una actriz súper exitosa de películas de kung fu. En este mundo, ella no se ha casado con el marido, que ahora es el CEO de una gran corporación y un novio de la juventud con el que se reencuentra. Aquí viene lo más importante. Él le dice esto: “Vos pensás que soy débil. Cuando nos enamoramos, tu papá dijo que yo era demasiado dulce para que me fuera bien en la vida. A lo mejor tenía razón. Vos me decís que este es un mundo cruel y que damos vuelta en círculos. Ya lo sé. Yo estuve en este mundo tanto tiempo como vos. Pero cuando elijo ver el lado bueno de las cosas, no estoy siendo ingenuo. Es estratégico y necesario. Es como aprendí a sobrevivir a todo. Yo sé que te ves como una luchadora. Bueno, yo también me veo así. Y así es como peleo.” 


Mientras tanto, en otro universo, le pide: “Sé que todos pelean porque tienen miedo y están confundidos. Y también estoy confundido. Lo único que sé es que tenemos que ser bondadosos. Por favor, sé bondadosa especialmente cuando no sabemos lo que pasa.” 

Y yo me acordé de esta frase de Sarada Ma, que dice “Si quieres paz mental, no veas los defectos de los demás, mejor fíjate en tus propias faltas”. Y de Swami Vivekananda, cuando dice en My Master hablando de Thakur “Esos labios jamás maldijeron a nadie, jamás criticaron a nadie. Esos ojos estaban más allá de la posibilidad de ver el mal, esa mente había perdido el poder de pensar mal. No veía sino el bien.”

Pero en el Evangelio, además, Swamiji reconoce, el poder de este don de Thakur diciendo: “Él nos domaba con su cariño”.  Me gusta mucho pensar que la genuina bondad, el ver lo mejor de los demás es también un poder, un arma para luchar contra el sinsentido cotidiano, contra el mundo irreal e infeliz en el que nos movemos. 

¿Por qué? No lo sé exactamente pero arriesgo: que en general, la conducta humana se rige por el principio de acción y reacción. A juzgar por los resultados, bastante penosamente.  Me atrevo a pensar que el cariño, la bondad, el mirar lo bueno del otro dan, tanto a quien da como al que recibe el don, un espacio vacante entre la acción y la reacción, un espacio que permite reflexionar, ver otro camino, de ver, o como en el caso de Swamiji, de apreciar el amor absoluto de su Maestro. Es el famoso “poner la otra mejilla” que no significa dejarse pegar, sino dar una instancia más a la oportunidad de cambiar el rumbo del desencuentro. 

Y por cierto, en la película da mucho resultado.

- Lic. Cristina Viturro





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