martes, 9 de agosto de 2022

Artículo : CCV : Profesora Leonor Bakún : Una semblanza

 



Una semblanza

Leonor Bakún

Hablar sobre Swamiji es complejo. Siempre admiré su coraje, su voluntad inquebrantable. El modo de mantener sus convicciones. Su relación con su Maestro, su ponerlo a prueba y a la vez su entrega, su discernimiento, su renunciación.

Mr. Vyasa Rao dijo de él: “Cuando el mundo descubrió a Vivekananda, descubrió simultáneamente, a los ocho años de su desaparición física, a Ramakrishna Paramahansa. La gente comprendió a Sri Ramakrishna a través de su discípulo Vivekananda. Sri Ramakrishna era aceptado sin la menor vacilación por las palabras  de un joven sannyasin que a su vez casi no conocían.”

En el último programa de Bellavista en el que Shivamai participó, ella leyó el parágrafo n°113 de Karma Yoga de Swami Vivekananda, que habla en particular sobre vayragia. Ese día dijo que divulgar las enseñanzas de Swami Vivekananda para ella era algo casi obligatorio por todo lo que significaba. Cumplir con ella me resulta importante, escribir todo lo que significa la enseñanza de Swamiji, casi imposible. Opté por una semblanza del inmenso trabajo que llevó a cabo y señalar algunos puntos principales de su enseñanza y trabajo.

Cuando Swamiji anunció su intención de ir a Occidente, había considerado la posibilidad de concurrir al Parlamento de las Religiones pero no había dado ningún paso en ese sentido porque quería esperar la voluntad de la Madre. Sus discípulos, que sabían de sus intenciones, iniciaron una suscripción y reunieron 500 rupias. Cuando lo supo, el Swami se sintió intranquilo porque no sabía si estaba cumpliendo con la voluntad de la Madre y le rogó que le mostrara su voluntad. Así que les pidió que distribuyeran ese dinero entre los pobres porque necesitaba que la Madre le demostrara si era su intención que él viajara. 

El Swami rogó a la Madre y al Maestro para que lo guiaran. Quería una visión real, directa. Varios días después, una noche en que dormitaba recostado, la orden le llegó mediante un sueño. Vio la figura de Sri Ramakrishna caminando por la playa. Luego se internó en las aguas del océano y le hizo señas para que lo siguiera. El Swami se despertó y una gran paz y dicha lo invadió. En su mente quedó impresa la palabra ‘vé’. Esta visión fue su sostén. Sus dudas y recelos se desvanecieron. 

Escribió a la Santa Madre y le pidió su bendición al tiempo que le rogó que guardase silencio respecto a sus planes. La Santa Madre le envió sus bendiciones con una cariñosa recomendación. Cuando el Swami recibió la carta, pleno de dicha, se sintió seguro de su misión. Finalmente, después de sortear situaciones que hubieran desanimado a cualquiera que no fuese él, llegó al Parlamento de las religiones.

En el discurso que brindó dijo, entre otras cosas: “Este infinito poder del Espíritu, puesto a actuar sobre la materia, despliega desarrollo material; puesto a actuar sobre el pensamiento, desarrolla intelectualidad; y puesto a actuar sobre sí mismo, hace del hombre un dios. Manifiesten la Divinidad en su interior y todo se arreglará armoniosamente a su alrededor.”

No era la primera vez que enunciaba este concepto. Cierta vez alguien le preguntó: “Usted dice que es uno con Dios. Entonces  su responsabilidad ha desaparecido. ¿Qué queda para controlar cuando comete errores o se desvía del sendero correcto?” El Swami respondió: “Si yo, honestamente, creo que soy uno con Dios, detestaré el vicio y la mentira y no hará falta control alguno.”

Uno de sus discípulos contó: “El vastísimo alcance de su horizonte mental me dejó perplejo y me cautivó para siempre. Desde el Rig-Veda a Raghuvamasha, de los vuelos metafisicos de la filosofía vedanta a los modernos Kant y Hegel, de la escala de la literatura antigua y moderna, arte, música y tradiciones, del ancestral yoga a los misterios de un laboratorio moderno, todo aparecía claro ante el campo de su visión. Todo esto me cautivó y me convirtió en su esclavo.” 

Otro discípulo refiere: “Suave y tolerante con aquellos sobre quienes descendía su gracia, uno vivía en su presencia como en la proximidad de un explosivo. En el mismo momento en que un mal pensamiento surgía en una mente, relampagueaba en la suya. Uno llegaba a saberlo por su sonrisa peculiar que curvaba graciosamente sus labios y por las palabras que en forma casual pronunciaba en el curso de la conversación.” 

Pero, por sobre todas las cosas, Swamiji fue un enamorado de India, su patria. Se ocupó de cuidar y hacer crecer todo lo que pueda hacerla crecer. Llevó a Occidente la espiritualidad de Oriente y procuró llevar a India los adelantos tecnológicos de Occidente. En sus planes de trabajo en su país, incluyó un plan de ayuda a las mujeres de India. Los planes que puso en marcha estaban destinados a que la condición de la mujer mejorase, que las mujeres y la juventud tuvieran  educación. La unidad en la diversidad debía pasar de ser un postulado teórico a un modo de vida en que el otro tuviese lugar, que el servicio a Dios fuese trabajo y servicio al prójimo. 

En suma, pensar en Swamiji en Argentina, hoy, es mostrar la actualidad de su mensaje y la necesidad no sólo de comprenderlo sino de ponerlo en práctica. Permite atisbar un camino y una luz  de esperanza para una situación, muchas veces preocupante.

Como dice Swami Pareshanandaji en una de sus tonaditas: “Hay que aprender a vivir, nueva, nuevamente, a vivir.”


Profesora Leonor Bakún





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