domingo, 28 de febrero de 2021

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Ana María Menghini 20-02-21

 

Vida y Obra de Swami Vivekananda

21 – La visita del Maestro a Naren

Una y otra vez, Naren se mantuvo alejado del santo. Sin embargo, hubo un día después del cual Naren siempre siguió frecuentando los Jardines de Dakshineswar, donde vivía el Maestro. Hacía varios días que no visitaba a Sri Ramakrishna, quien constantemente deseaba verlo. Por eso el Maestro había venido a ver a su discípulo a Kolkata. Naren estaba sentado con el mismo grupo de chicos con los que se le vio la mañana anterior al examen universitario. Fue algunos días después de ese incidente. El mismo joven que anteriormente se había esforzado por desviar el pensamiento de Naren de los ideales monásticos y la vida monástica, habló nuevamente criticando a Sri Ramakrishna. Naren lo soportó en silencio. Él mismo aún no entendía; pero en su corazón tenía un amor profundo y una gran fe, esa fe que con el tiempo mueve montañas. Justo cuando la conversación alcanzó el tono más alto, una voz gritó:

─¡Naren! ¡Naren!

Todos se pusieron de pie. ¿De quién era esa voz? ¡Ah! Era la voz del propio Sri Ramakrishna. Naren se apresuró a bajar las escaleras, dejando al grupo de muchachos asombrado. Estaban de pie, absortos en expectación, en silencio, asombrados. Mientras Naren descendía, Sri Ramakrishna subía las escaleras. Sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría:

─Naren, ¿por qué no has venido a verme estos últimos días?─ preguntó.

Era tan sencillo como un niño. Había traído consigo unos dulces con los que alimentó a Naren con sus propias manos. ¡Ah! ¡En efecto! Maravillosa es la forma en que el Señor busca los caminos de la iluminación para el devoto sincero y luchador. El Señor mismo viene al que busca; el Maestro mismo viene al discípulo cuando éste está preparado.

─¡Ven! ─Sri Ramakrishna instó─ Cántame una de tus canciones.

Ya habían entrado en el cuarto de Naren. Todos le hicieron un profundo saludo, como es costumbre en la India hacer a todos los santos. Naren tomó su instrumento musical, la tampura. Todos tomaron asiento en el suelo. Comenzó a cantar una canción a la Madre Divina. Los demás se quedaron quietos. Reinaba un maravilloso silencio y paz. En unos momentos, Sri Ramakrishna había retirado los sentidos de todas las cosas externas, habiendo ido más allá de sí mismo hacia la Madre Divina, en respuesta de su alma a esa canción. En ese momento la habitación se llenó de Presencia. Los amigos de Naren se sintieron como si hubieran entrado en un mundo nuevo donde todo era felicidad. El propio Naren estaba a los pies del Maestro. Lentamente, Sri Ramakrishna recuperó la conciencia de los sentidos. La habitación se había convertido en un templo. Ahora era de noche; y de los templos y moradas cercanos surgió el cántico de los devotos en medio de gongs e incienso ofrecidos al Señor.

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