El color de la mente
Es siempre nuestra mente la causa de todas nuestras desdichas y alegrías. Es el estado actual de tu mente, el que te guía. Es la mente la que arregla, desarregla y vuelve a arreglar; la que crea, alimenta y destruye. Esta mente nuestra recibe impresiones, las cuales se convierten en hechos, y ellos a su vez construyen nuestro carácter y naturaleza. Es siempre la mente y nada más que la mente, quien se siente esclava, quien siente el dolor y ansía huir de él y ser libre. Como dice Swamiji, cambia constantemente y corre de un lado a otro.
Ahora escuchamos la palabra stress frecuentemente. El stress se debe a múltiples factores: entre ellos, la presión en el trabajo o en las diferentes situaciones de la vida, o el no poder hacer frente a la sociedad. Todo esto se acumula. El individuo pierde su base.
Swami Brahmananda explicó que la mente ama los pensamientos mundanos. Esta es la verdadera naturaleza y material de que está construida la mente. La ecuanimidad no llega accidentalmente. Surge de la percepción y de la autoconquista. Cuando la mente queda establecida en la quietud, los pesares cesan. Nuestra naturaleza está formada por los pensamientos que mantenemos en la mente. Si tenemos el corazón lleno de amor, ningún odio puede penetrar, nada puede dañar su paz y tranquilidad. ¿Cómo podríamos ver el mal, a menos que el mal esté dentro nuestro? Confucio dijo: Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo.
Thakur enseñó que todas las cosas están en la mente. La libertad y la esclavitud están en la mente. Se puede colorear la mente con el color que quieran. Es como un pedazo de género blanco y limpio, que si lo sumergen en tintura roja, se pondrá rojo, en azul, azul será. Cuando la mente estudia un objeto externo, se identifica con él y se pierde. El alma del hombre es como un trozo de cristal, toma color de lo que está cerca de él. De lo que el alma toque, tomará el color. Esa es la dificultad. Eso constituye la esclavitud. El color es tan fuerte que el cristal se olvida de sí mismo y se identifica con el color.
Hay una historia bastante conocida que ejemplifica esto:
Cierto día, un profesor entra al salón de clases y le dice a los alumnos, que se preparen para una prueba sorpresa.
Todos se pusieron nerviosos, asustados por el examen que vendría, mientras el profesor iba entregando la hoja del examen con la parte frontal para abajo, de modo que no vieran lo que contenía, hasta que él dijera lo que tenían que hacer.
Una vez que entregó todas las hojas, les pidió que diesen vuelta la hoja y observasen el contenido. Era una hoja en blanco con un punto negro en el centro.
Les pidió que describiesen lo que veían.
Cuando el profesor las leyó observó que todos, sin excepción se habían referido, de un modo u otro, al punto negro.
Terminada la lectura, el profesor dijo que ninguno había hablado de la hoja en blanco, todos habían centrado su atención en el punto negro.
Y que eso pasa normalmente en la vida, en ella tenemos una hoja en blanco entera, para ver y aprovechar, pero nos centramos en los puntos negros que son mínimos comparados con las posibilidades que tenemos pero se las arreglan para ocupar nuestra mente, en todo momento.
Supongamos que hay una pantalla y detrás de ella un hermoso paisaje. En la pantalla hay un pequeño agujero por el cual podemos ver sólo una mínima parte del paisaje. Supongamos que el agujero se agranda. En la medida que el agujero se agranda, se amplía más y más la visión que teníamos del paisaje posterior. Cuando toda la pantalla haya desaparecido, no existirá nada entre el paisaje y nosotros, entonces lo veremos en su totalidad.
Esa pantalla es la mente del hombre. Detrás de ella está la majestuosidad, la pureza, el infinito poder del alma. En la medida que la mente se va aclarando y purificando, más se manifiesta la majestuosidad del alma. No es que el alma cambie, sino que el cambio está en la pantalla.
Tal vez logremos ver la página en blanco.
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