martes, 11 de febrero de 2020

SEGUIR APRENDIENDO: Profesora Leonor Bakún (8.2.2020)


LA VERACIDAD:

Thakur relata la siguiente historia: 
Una vez una mujer fue a ver a su amiga, una hilandera. La hilandera había estado hilando diferentes clases de hilos de seda y se sintió muy feliz de ver a su amiga. Le dijo: ‘Amiga, no puedo decirte lo feliz que me siento de verte. Voy a traerte algunos refrescos.’ Diciendo esto, dejó la habitación. La mujer, viendo los distintos hilos de colores, se tentó y escondió un atado de hilos bajo el brazo. La hilandera volvió al rato con los refrescos y comenzó a agasajar a su amiga con gran entusiasmo. Pero mirando los hilos se dio cuenta de que su amiga había tomado un atado de ellos. Ideando un plan para recuperarlo, dijo: ‘Amiga, hacía mucho tiempo que no te veía. Este es un día de gran alegría para mí, y me gustaría pedirte que bailemos juntas.’ La amiga dijo: ‘Hermana, yo también me siento muy feliz.’ Las dos amigas empezaron a bailar juntas, pero cuando la hilandera observó que su amiga bailaba sin levantar sus brazos, le dijo: ‘Amiga, bailemos con ambos brazos en alto; es este un gran día.’ Pero la visitante apretó contra sí un brazo y bailó levantando solamente el otro. La hilandera dijo: ‘¿Cómo es esto, amiga? ¿Por qué bailas con solo un brazo en alto? Baila conmigo alzando ambos brazos. Mírame. Observa cómo bailo con ambos brazos en alto.’ Pero la visitante continuaba apretando un brazo contra su cuerpo. Continuó bailando con el otro brazo en alto y dijo sonriendo: ‘Esto es todo cuanto sé de baile’.
Y continuó: Yo no aprieto mi brazo contra el cuerpo. Mis dos brazos están libres. No tengo temor a nada. 
Este relato me hizo pensar por un lado en lo difícil que es ser sincero y por el otro en la libertad que brinda ser sincero. En la falsedad uno queda atrapado, tiene que cuidar que no sea descubierto el engaño. Pero en la sinceridad también hay que tener ciertos cuidados. Por ejemplo, no lastimar al otro. A veces es mejor callar que hablar. Decirle a alguien que se lo ve desmejorado, que está mal arreglado y cosas por el estilo no creo que tengan que ver con la sinceridad sino con el menosprecio.
Swami Shivananda decía: “Sin veracidad, ningún progreso espiritual es posible; sin precisión en la vida, nadie puede ser veraz.”
Swami Brahmananda dijo que “La mejor clase de austeridad es la práctica de la veracidad.” Y su discípulo, Swami Vijoyananda aclara: “No es pasar días sin comer, no es someter al cuerpo a las inclemencias del tiempo, a temperaturas altas o bajas, no es quedarse, como hacían antiguamente, con un brazo en alto o parado sobre una pierna, por tiempo indefinido. No. Es practicar la veracidad incesante e ininterrumpidamente, hasta convertirse uno en la verdad misma.
Ser sincero y no especular es ciertamente difícil, pero hay algunos que se animan:
Una persona fue acusada falsamente y arrestada en la ciudad de S. Petersburgo. Al tiempo la llevaron al juzgado para interrogarla.
En cierto punto, los jueces estaban deliberando entre sí, y para que no se entendieran sus palabras comenzaron a hablar en francés, en lugar de ruso.
La persona, que estaba de pie frente a ellos durante todo el interrogatorio, de repente volvió su cabeza, dando la espalda a los magistrados. “Prisionero”, gritó uno de ellos, “cuando está parado frente a nosotros debe prestar  atención.
“Su Señoría” contestó, “escuché que ustedes comenzaron a hablar en francés porque no deseaban que comprendiera vuestras palabras. Hablo ese idioma, y por lo tanto moví mi cabeza para evitar oír lo que decían”.
Esta inesperada respuesta dejó impresionados a los jueces, que inmediatamente la pusieron en libertad.
Pero a veces es más difícil darse cuenta de si lo que a uno le dicen es o no verdad. 
Una historia de la Biblia, protagonizada por el Rey Salomón, puesto como ejemplo del gobernante sabio es la de las dos mujeres que aseguraban ser la madre de un niño. Sólo cuando el rey ordenó cortar el niño en dos y una aceptó y la otra prefirió renunciar a él a que lo mataran. Así, Salomón supo que ella era la verdadera madre.

Verdad es una cosa auténtica, es un diamante. Tenemos que aprender a distinguir entre verdad y falsedad. O sea, darse cuenta de si el que habla levanta los dos brazos para bailar o aprieta uno contra el cuerpo.

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