miércoles, 22 de enero de 2020

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Mi primer destino, el ashram de Amma, me encontró debatiéndome una vez más. 
Si acaso mi atracción hacia Ella significa deslealtad a mi Supremo Istha. Comprendo todos los argumentos de la mente a favor y en contra. Pero no me era descifrable ese sentimiento. Mis emociones permanentemente encontradas. En determinados momentos sentía la dicha infinita de estar en Presencia de ese gran Ser y Su descomunal mensaje de amor hacia todos y todo en su derredor.
No menor era mi incomodidad ante el calor, la austeridad del monasterio que me confrontó una vez más a mi clara inclinación al confort. 
Comprendiendo que renuncia es hacia todo lo que la mente se ve inclinada favorablemente, se me hizo claro el próximo punto a trabajar en mí.
He vivído también la magia que sucede en su territorio. Siempre encontrándome solo con las mismas personas, todas renunciantes. Como si hubieran pistas de recorridos en donde nada era aleatorio. Fue una intensa semana donde he podido desconectarme por momentos de mis propios pensamientos para regocijarme en esa Gran energía.
Luego pasé inmediatamente al sosiego de una playa paradisíaca donde por un tiempito más, compartimos con mi hijo más pequeño. Tenerlo conmigo, como si continuara estando bajo mi amparo. Y yo bañada diariamente en esas aguas minerales, cristalinas, templadas, claras, envolventes. Descendiente era yo de esos mares. Horas sumergida en esa templanza acariciadora. Días fueron de armonía y lectura. De maternidad.
Para continuar en Bombay y el irresistible lujo asiático del hotel, rodeada de derruídas calles, protestas y un smog que envuelve la tumultuosa ciudad en una bruma. Donde los restos de la dominación inglesa han dejado palacios venidos a menos, descuidados  por quienes no consideran que sean merecedores de sus cuidados. Esos no son sus castillos, sus quimeras. Esas son fortalezas de los que imaginan que se conquista el alma de un pueblo erigiendo monumentos. Ese pueblo de rituales, de sencillez, no se ha sentido conmovido por la fastuosidad de Occidente.
Como explicar acerca de los hindués occidentalizados? Alejados por siempre jamás del hechizo de los Vedas, de los ritos, de la humildad de sus mujeres, envueltas en coloridas y poco atrevidas telas. Ahora ellos, asumiendo ese rol occidental tan falto de veracidad, de tradiciones. Occidente contraatacó. Y muchos fueron seducidos por el encantamiento del confort y el resbaladizo poder del dinero.
Fueron días de compartir con Juan esta última etapa de su despegue. Nos convetimos en foodies, guiados por las reseñas de sus búsquedas, me abrí a probar sabores desconocidos y muy apetecibles.
Y Juan regresó. Y nosotros volvimos una vez más a la India de la devoción. Benares. 
Me hice adicta a retratar rostros de los Sadhus. Esos ojos que me explican una y otra vez lo que hay del otro lado de esta vida. La otra, que es está pero poblada de sentido. Y yo jugaba a que me dejaran un click. Y ahí yo tenía mi sagrado pase. En mi celular la foto de mi amado Gurú Sri Ramakrishna. Ingenuamente abría el fondo de pantalla y ellos, todos, los descendientes del linaje de los Vedas decían:”Om Ramakrishna Paramahamsa”.
Y yo disparaba la foto agradecida a ese testimonio de apertura al misterio.
Esos ojos son siempre los mismos, los eternos, los que vieron, los que saben, los que aman. Ellos, los de la única mirada, han dejado todo, renunciado a toda la comodidad que tanto nos apetece e inmutables miran. Ma Ganga. Nada les falta. 
Ahí están. Sin ninguna pertenencia, hospedados todos en las márgenes de esas sagradas aguas. Siendo ellos los eternos habitantes de la única Verdad.
Los templos, resuenan en mantras sagrados, en ritos de alabanza, habitados por siempre jamás por el dios. Corre la leche que baña a la imagen. Y con suerte puedo ser salpicada por ella. Flores y más flores, son ofrendadas por los fieles. Los cordeles arman guirnaldas al son de Om Namah Shivaya, de campanas, de repeticiones cadenciosas. Acaso no son las mismas de siempre? Y yo perdida en esos templos siendo parte de esas voces. Yo a esta historia la reconozco y ella me reconoce a mí.
Dubai. Fueron dos días de una absurda maqueta de tergopol anunciando la buena nueva. Conducidos por el evangelio del artificio, del derroche, encaminados todos, afiliando legiones a los montes del destierro.

Agradezco infinitamente la experiencia de lo vivído. Un viaje, sí que me confirma que mi destino responde a mi alma.

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