domingo, 23 de junio de 2019

SEGURI APRENDIENDO: Sra. Leonor Bakún (9-6-19)




En El fuego y el relato Giorgio Agamben rescata una historia relatada por Scholem. Dice así:
“Cuando el Baal Shem, el fundador del jasidismo, debía resolver una tarea difícil, iba a un determinado punto en el bosque, encendía un fuego, pronunciaba las oraciones y aquello que quería se realizaba. Cuando, una generación después, el Maguid de Mezritch se encontró frente al mismo problema, se dirigió a ese mismo punto en el bosque y dijo: “No sabemos ya encender el fuego, pero podemos pronunciar las oraciones”, y todo ocurrió según sus deseos. Una generación después, Rabi Moshe Leib de Sasov se encontró en la misma situación, fue al bosque y dijo: “No sabemos a encender el fuego, no sabemos pronunciar las oraciones, pero conocemos el lugar en el bosque, y eso debe ser suficiente.” Y, en efecto, fue suficiente. Pero cuando, transcurrida otra generación, Rabí Israel de Rischin tuvo que enfrentarse a la misma tarea, permaneció en su hogar, sentado en su sillón y dijo: “No sabemos ya encender el fuego, no somos capaces de recitar las oraciones y no conocemos siquiera el lugar en el bosque, pero de todo esto podemos contar la historia.” Y una vez más, con eso fue suficiente.”
Agamben dice que “todo esto” (de lo que se puede contar la historia) significa pérdida y olvido. El relato, la literatura, lo que cuenta es historia, en este caso la historia de la pérdida del fuego, del lugar y de la oración. Accedemos a esto a través de la historia. Sostiene, entre otras cosas, que, en suma, la historia, la literatura, el misterio que encierra este relato se refiere a lo que se obtiene a través de una plegaria.
Shivamai, en algunos programas, solía contar un cuento bastante parecido a la historia del fuego, solo que en versión sufí y si mal no recuerdo con un gato (que en algunas versiones es negro y en otras atado) que debía estar presente en un ritual para que este tuviera efecto. Nadie sabía por qué pero sí que cuando se hizo por primera vez había un gato (negro o atado).
El tema, me parece a mí, es qué ponemos en una plegaria. ¿Cuál es la intención de una plegaria? ¿La plegaria es pedir? ¿Podemos rezar sin pedir? Me parece que es un planteo ineludible cuando uno se inclina por la vida espiritual. La espiritualidad tiene sus condiciones. Vivekananda lo dice de todos los modos posibles: no especular con el fruto. Sin embargo, hay situaciones y momentos en que uno se sumerge en oración. Esa oración, ese pedido ¿Es rezar? ¿A quién le pedimos? ¿Qué le pedimos? Son cuestiones para reflexionar.
Normalmente termino en el mismo lugar. Me parece que cuando se hace japa no se pide porque uno está concentrado en el mantra (se me ocurre que si uno intenta concentrarse en el mantra no puede concentrarse en pedir).

Lo demás, por ahora, son cuestiones a las que no les encuentro ni siquiera un atisbo de respuesta, pero que, como dije antes, son para pensar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nos interesa su opinión: