Sri Ramakrishna - Pescador de Almas: (Prof. AM):
"MI ENCUENTRO CON SRI RAMAKRISHNA PARAMAHAMSA
Esta historia comienza… (en realidad no sé bien cuándo comienza porque los hechos se fueron encadenando de tal manera que es muy difícil determinar el origen de esta extraordinaria experiencia). Pero, ya que hay que darle un inicio, a éste lo podemos situar en la ruta que une Rosario con Buenos Aires, en una noche fatídica del verano de 1981. Regresaba, junto con un lindo grupo integrado por familiares y amigos, de unas vacaciones que había pasado en las sierras de San Luis. El paisaje agreste y encantador trajo algo de tranquilidad a la inquietud que llevaba conmigo, sin saber sus motivos, desde antes de partir de casa; tal vez cierta insatisfacción por lo que era mi vida hasta entonces o la reciente enfermedad de mi madre, que pintaba como muy compleja. El hecho fue que el ómnibus en el que viajábamos con un numeroso grupo de turistas tomó fuego en medio de la noche. El conductor detuvo el vehículo a un costado de la ruta y, aunque tuvimos tiempo de descender todos, en muy pocos minutos el ómnibus se había transformado en una enorme hoguera que producía humareda, explosión de vidrios, gritos de adultos y llanto de niños. Cualquiera puede imaginar cómo fue el desenlace. Pérdida de valores materiales, mucho miedo, cuestiones legales, etcétera.
A mí, además de un verdadero estado de pánico, me trajo una serie de alteraciones del ánimo y de la percepción. Me sentía hundida en una infinidad de situaciones inexplicables, físicas y psicológicas, desmayos, temblores; veía mi entorno como si fuera de cartón pintado, como si se tratara de telones, de los que se utilizan en los teatros para simular paisajes. Las personas me parecían marionetas, que corrían detrás de un colectivo sin ton ni son. ¿A dónde creen que van?, era una de las preguntas que aparecían en mi mente y que me atormentaban día y noche. Las opiniones y las actitudes de las personas con las que hasta entonces había compartido mi vida, habían perdido todo sentido. El mundo completo había perdido sentido para mí. Esto me llevó a una depresión y a la necesidad de someterme a tratamientos médico y psicológico. El médico, luego de una serie de estudios, dijo que no sufría de enfermedad alguna, pero que era urgente que buscara un psicólogo, en realidad, “psicóloga”, insistió, y que a él no fuera a verlo más.
Buscando una profesional, una mañana me encontré con la Lic. Ana Laura, quien me recibió cálidamente y por quien decidí que era la persona con la que quería tratarme. No podía trabajar, era maestra de séptimo grado, entonces decidí aprovechar el tiempo para leer, para informarme, para entender qué era lo que me estaba pasando. Fue así que un día visité a una de las amigas con las que había viajado a San Luis y le pedí que me prestara un libro. Ella fue a su habitación a buscar algo, mientras que yo revisaba una estantería que había en el living. Revisé el lomo de varios libros, hasta que me topé con uno que decía Vida de Sri Ramakrishna de Romain Rolland, autor francés, premio Nobel de literatura. No sé qué fue lo que me atrajo de él, ya que ignoraba en absoluto de quién trataba esta biografía, pero me lo llevé a casa sin dudar, junto con los otros que había seleccionado mi amiga Carola. Así comenzaron al unísono el tratamiento psicológico y la lectura de los libros. Primero leí los que me había elegido Carola y, al final, encaré la lectura de Vida de Sri Ramakrishna, que tenía los bordes de las páginas unidas porque Carola nunca lo había leído.
Esta historia comienza… (en realidad no sé bien cuándo comienza porque los hechos se fueron encadenando de tal manera que es muy difícil determinar el origen de esta extraordinaria experiencia). Pero, ya que hay que darle un inicio, a éste lo podemos situar en la ruta que une Rosario con Buenos Aires, en una noche fatídica del verano de 1981. Regresaba, junto con un lindo grupo integrado por familiares y amigos, de unas vacaciones que había pasado en las sierras de San Luis. El paisaje agreste y encantador trajo algo de tranquilidad a la inquietud que llevaba conmigo, sin saber sus motivos, desde antes de partir de casa; tal vez cierta insatisfacción por lo que era mi vida hasta entonces o la reciente enfermedad de mi madre, que pintaba como muy compleja. El hecho fue que el ómnibus en el que viajábamos con un numeroso grupo de turistas tomó fuego en medio de la noche. El conductor detuvo el vehículo a un costado de la ruta y, aunque tuvimos tiempo de descender todos, en muy pocos minutos el ómnibus se había transformado en una enorme hoguera que producía humareda, explosión de vidrios, gritos de adultos y llanto de niños. Cualquiera puede imaginar cómo fue el desenlace. Pérdida de valores materiales, mucho miedo, cuestiones legales, etcétera.
A mí, además de un verdadero estado de pánico, me trajo una serie de alteraciones del ánimo y de la percepción. Me sentía hundida en una infinidad de situaciones inexplicables, físicas y psicológicas, desmayos, temblores; veía mi entorno como si fuera de cartón pintado, como si se tratara de telones, de los que se utilizan en los teatros para simular paisajes. Las personas me parecían marionetas, que corrían detrás de un colectivo sin ton ni son. ¿A dónde creen que van?, era una de las preguntas que aparecían en mi mente y que me atormentaban día y noche. Las opiniones y las actitudes de las personas con las que hasta entonces había compartido mi vida, habían perdido todo sentido. El mundo completo había perdido sentido para mí. Esto me llevó a una depresión y a la necesidad de someterme a tratamientos médico y psicológico. El médico, luego de una serie de estudios, dijo que no sufría de enfermedad alguna, pero que era urgente que buscara un psicólogo, en realidad, “psicóloga”, insistió, y que a él no fuera a verlo más.
Buscando una profesional, una mañana me encontré con la Lic. Ana Laura, quien me recibió cálidamente y por quien decidí que era la persona con la que quería tratarme. No podía trabajar, era maestra de séptimo grado, entonces decidí aprovechar el tiempo para leer, para informarme, para entender qué era lo que me estaba pasando. Fue así que un día visité a una de las amigas con las que había viajado a San Luis y le pedí que me prestara un libro. Ella fue a su habitación a buscar algo, mientras que yo revisaba una estantería que había en el living. Revisé el lomo de varios libros, hasta que me topé con uno que decía Vida de Sri Ramakrishna de Romain Rolland, autor francés, premio Nobel de literatura. No sé qué fue lo que me atrajo de él, ya que ignoraba en absoluto de quién trataba esta biografía, pero me lo llevé a casa sin dudar, junto con los otros que había seleccionado mi amiga Carola. Así comenzaron al unísono el tratamiento psicológico y la lectura de los libros. Primero leí los que me había elegido Carola y, al final, encaré la lectura de Vida de Sri Ramakrishna, que tenía los bordes de las páginas unidas porque Carola nunca lo había leído.
Abrir este libro y comenzar a leerlo fue para mí como abrir un cofre repleto de tesoros. Me encandilaron la pureza, la sabiduría, la sencillez, la dulzura de la vida que aparecía en esas páginas y de la que yo ignoraba todo, como también lo ignoraba de la cultura espiritual de su tierra, de su misticismo, de sus tradiciones, de su magia. Sólo recordaba que algunas veces, en mi infancia, mi mamá me contaba que “cuando era una jovencita solía ver en la estación de Bella Vista a unas señoras muy bellas, que vestían hermosos trajes hindúes y que no sabía a dónde irían…”
Me gustó tanto que lo leí cuatro veces seguidas, sin intervalos, a la vez que continuaba con el tratamiento psicológico. En la mayor parte de las entrevistas había un buen espacio para conversar sobre Sri Ramakrishna y la cultura espiritual de la India; sobre Swami Vivekananda y sus genialidades; sobre el yoga y sus beneficios; sobre los grandes discípulos directos y sus experiencias con su extraordinario Maestro. Me asombraba mucho estar tratándome con una persona que conocía tanto de estos temas, que para mí significaban un sin fin de ignotas maravillas. Así, el mundo comenzó a recobrar sus colores.
Gracias a los sufrimientos por los que pasé en esa época; gracias al éxito del tratamiento psicológico; gracias a la lectura de ese inspirador libro; gracias a la increíble posibilidad de cruzar mi camino con el de Laura; gracias a que el Hogar Espiritual de Ramakrishna se encontrara tan cerca de mi casa; gracias a que yo comenzara a frecuentar el Ashrama unos días después de la llegada de Swami Pareshananda a la Argentina y que pudiera recibir sus enseñanzas y su enorme y paciente cariño; en resumen, GRACIAS A DIOS, mi vida comenzó a recuperar su sentido.
Quiera Dios que pueda ser capaz de aquilatar estas gracias con las que Thakur y la Divina Madre del Universo me colmaron y ser fiel a su legado espiritual.
Me gustó tanto que lo leí cuatro veces seguidas, sin intervalos, a la vez que continuaba con el tratamiento psicológico. En la mayor parte de las entrevistas había un buen espacio para conversar sobre Sri Ramakrishna y la cultura espiritual de la India; sobre Swami Vivekananda y sus genialidades; sobre el yoga y sus beneficios; sobre los grandes discípulos directos y sus experiencias con su extraordinario Maestro. Me asombraba mucho estar tratándome con una persona que conocía tanto de estos temas, que para mí significaban un sin fin de ignotas maravillas. Así, el mundo comenzó a recobrar sus colores.
Gracias a los sufrimientos por los que pasé en esa época; gracias al éxito del tratamiento psicológico; gracias a la lectura de ese inspirador libro; gracias a la increíble posibilidad de cruzar mi camino con el de Laura; gracias a que el Hogar Espiritual de Ramakrishna se encontrara tan cerca de mi casa; gracias a que yo comenzara a frecuentar el Ashrama unos días después de la llegada de Swami Pareshananda a la Argentina y que pudiera recibir sus enseñanzas y su enorme y paciente cariño; en resumen, GRACIAS A DIOS, mi vida comenzó a recuperar su sentido.
Quiera Dios que pueda ser capaz de aquilatar estas gracias con las que Thakur y la Divina Madre del Universo me colmaron y ser fiel a su legado espiritual.
JAI THAKUR!
- (Prof. AM)
- (Prof. AM)
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