Leonor Bakún
Compartido públicamente. - Ayer a la(s) 23:20
TODOS SUFRIMOS POR LA IGNORANCIA DE NO SABER QUIENES SOMOS.
“Había una vez, un campesino que fue al bosque, cazó un pichón de águila y lo llevó a su casa. Lo colocó en el gallinero con las gallinas y le dio de comer mijo como éstas a pesar de ser EL REY DE LAS AVES.
Cinco años después un amigo que estaba de visita en la casa del campesino, mientras paseaban por el jardín, señaló el águila y dijo:
- Este pájaro que está allí no es una gallina. Es un águila.
- De hecho – dijo el campesino - es un águila. Pero yo lo crié como una gallina. Ya no es un águila. Se transformó en una simple gallina como las demás.
- El amigo dijo que no, que ella era y sería siempre un águila. Que tenía el corazón de águila y ese corazón la haría volar un día a las alturas.
- El campesino insistió en que ella se había convertido en gallina y jamás volaría como un águila.
Entonces decidieron hacer una prueba. El amigo tomó al águila, la levantó bien en alto y desafiándola le dijo:
- Eres un águila, perteneces al cielo y no a la tierra, ¡abre tus alas y vuela!
El águila se posó sobre el brazo extendido de esa persona. Miraba distraídamente a su alrededor. Vio a las gallinas, allí abajo, picoteando granos y saltó junto a ellas.
El campesino comentó:
- Yo lo dije: ¡ella se convirtió en una gallina!
- No, insistió el amigo. Ella es un águila y siempre lo será. Vamos a experimentar nuevamente mañana.
Al día siguiente se levantaron bien temprano. Tomaron el águila y la llevaron fuera de la ciudad, lejos de las casas y de los hombres, a lo alto, donde el sol naciente doraba los picos de las montañas. El amigo levantó el águila y le ordenó:
- ¡Eres un águila, perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela!
El águila miró a su alrededor. Temblaba como si experimentara una nueva vida. Pero no voló. Entonces el amigo la tomó firmemente y la colocó en dirección al sol para que sus ojos pudiesen llenarse de la claridad solar y de la vastedad del horizonte. En ese momento, ella abrió sus potentes alas, graznó con el típico sonido de las águilas y se levantó, soberana, sobre sí misma. Y comenzó a volar hacia lo alto, cada vez más alto. Voló… voló hasta confundirse con el azul del firmamento.”
“Había una vez, un campesino que fue al bosque, cazó un pichón de águila y lo llevó a su casa. Lo colocó en el gallinero con las gallinas y le dio de comer mijo como éstas a pesar de ser EL REY DE LAS AVES.
Cinco años después un amigo que estaba de visita en la casa del campesino, mientras paseaban por el jardín, señaló el águila y dijo:
- Este pájaro que está allí no es una gallina. Es un águila.
- De hecho – dijo el campesino - es un águila. Pero yo lo crié como una gallina. Ya no es un águila. Se transformó en una simple gallina como las demás.
- El amigo dijo que no, que ella era y sería siempre un águila. Que tenía el corazón de águila y ese corazón la haría volar un día a las alturas.
- El campesino insistió en que ella se había convertido en gallina y jamás volaría como un águila.
Entonces decidieron hacer una prueba. El amigo tomó al águila, la levantó bien en alto y desafiándola le dijo:
- Eres un águila, perteneces al cielo y no a la tierra, ¡abre tus alas y vuela!
El águila se posó sobre el brazo extendido de esa persona. Miraba distraídamente a su alrededor. Vio a las gallinas, allí abajo, picoteando granos y saltó junto a ellas.
El campesino comentó:
- Yo lo dije: ¡ella se convirtió en una gallina!
- No, insistió el amigo. Ella es un águila y siempre lo será. Vamos a experimentar nuevamente mañana.
Al día siguiente se levantaron bien temprano. Tomaron el águila y la llevaron fuera de la ciudad, lejos de las casas y de los hombres, a lo alto, donde el sol naciente doraba los picos de las montañas. El amigo levantó el águila y le ordenó:
- ¡Eres un águila, perteneces al cielo y no a la tierra, abre tus alas y vuela!
El águila miró a su alrededor. Temblaba como si experimentara una nueva vida. Pero no voló. Entonces el amigo la tomó firmemente y la colocó en dirección al sol para que sus ojos pudiesen llenarse de la claridad solar y de la vastedad del horizonte. En ese momento, ella abrió sus potentes alas, graznó con el típico sonido de las águilas y se levantó, soberana, sobre sí misma. Y comenzó a volar hacia lo alto, cada vez más alto. Voló… voló hasta confundirse con el azul del firmamento.”
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